En internet todo se compra y se vende, incluso las caras. Da igual que sean reales o falsas. Por dos euros y medio se adquiere la imagen de una persona inventada generada por inteligencia artificial. Se puede decidir la raza, edad, color de ojos, si ... está contenta... Casi parece un aterrador laboratorio genético virtual que no necesita grandes recursos. The New York Times demostró en un reportaje su relativa sencillez. La tecnología se ha ofrecido para que las empresas puedan aparentar diversidad en la web. O ha sido utilizada por espías para conocer objetivos en redes o por acosadores para presentarse con una apariencia atractiva.

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A veces, dan ganas de inventarse una faz nueva para la web. Clearview es una polémica empresa estadounidense. Ofrece identificar a cualquiera a través de una foto. Para lograrlo, ha tomado «prestadas» las imágenes compartidas en las redes sociales. Los recuerdos de millones de personas se almacenan en sus bancos de memoria. Sin permiso, ojo. Las agencias de protección de datos la investigan. No es para menos. El mercadeo de la privacidad ha alcanzado ya cotas increíbles. A saber qué inventan ahora para sacar aún más provecho.

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