Novela picaresca

A la última ·

El caso es que siendo niño de diez y seis años, achacaron a mi padre, cristiano viejo y espejo de virtudes, algunos excesos en el cumplimiento de los mandatos evangélicos por dejar que las niñas se le acercaran en tropel y sin orden ninguno

Pío García

Logroño

Lunes, 18 de abril 2022, 00:04

Pues sepa Vuestra Merced, ante todas cosas, que a mí me llaman Luis Medina, hijo de Rafael Medina y de Natividad Abascal, y soy natural de Sevilla. Mi nascimiento fue recibido con albricias y jolgorios por ser la mía familia muy principal y de antiguo ... abolengo, pero no se crea Vuestra Merced que la alta cuna me ha evitado sufrimientos y desdichas, sino al contrario, que en este país mezquino los ricos somos mal mirados y la envidia es ponzoña muy común entre los pobres y los funcionarios. El caso es que siendo niño de diez y seis años, achacaron a mi padre, cristiano viejo y espejo de virtudes, algunos excesos en el cumplimiento de los mandatos evangélicos por dejar que las niñas se le acercaran en tropel y sin orden ninguno, confusamente, por lo cual aquel bienaventurado padesció persecución por la justicia, que Dios lo tenga en su gloria. De mi madre heredé yo una cierta natural elegancia que otros llaman altivez y de mi padre, la hidalguía y su misma vocación de servicio y quizá por eso y por el rencor de las gentes bajas me veo hoy aquí, señor juez, injustamente procesado cuando yo solo quería salvar las vidas de los desgraciados que andaban muriéndose de aquesta peste inmunda que vino de la China. El dolor de los pobres siempre me ha llegado muy adentro, casi tanto como su olor, y créame Vuestra Merced que yo no tengo la culpa de que don Salchichón nos sirviera gato en lugar de liebre y que si decidí comprarme con los doblones del concejo un velero bergantín no fue por pretenciosidad ni por esconder el dinero en alguna remota ínsula del mar Caribe sino con idea de ponerme al servicio de la monarquía por si acaso había que dar batalla a los rusos y mi espada era necesaria en un nuevo Lepanto, señoría.

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