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Si ustedes tienen una exquisita formación clásica, como es habitual en León, necesitarán una pequeña aclaración. Nomos es el conjunto de normas, tal como las denominaron los griegos y luego un Carl Schmitt de dudoso recuerdo. Pero aquí no hablamos del odio a las normas y el orden. Nomos son también las divisiones provinciales o distritos del antiguo Egipto. Tampoco hablamos aquí del odio a los no marcas, que de eso ya se encargaban los faraones. Nomofobia es una de esas fobias, temores o miedos irracionales que explica bien la estupidez de los problemas del primer mundo. En concreto, tienen homofobia aquellos (y aquellas, por eso de la inclusividad en la estupidez de las nuevas servidumbres que nos creamos todos y todas) que sufren una alteración de ánimo abrupta irracional cuando no tienen el móvil a mano. Efectivamente, lo han entendido ustedes bien. los psicólogos han sido capaces de catalogar con distintas taxonomías científicas el miedo a no echar mano del móvil en todo momento, incluido cuando se conduce, y así nos va con los accidentes, que pocos son los 6 puntos que te quita la DGT si te pilla con el artilugio en la mano (y no me hagan ustedes chistecitos con lo del artilugio, que vale para toda distracción).
Una parte muy importante de la humanidad no puede tener nomofobia porque está afanada en los problemas del tercer mundo, que suelen ser buscar comida, vestido y habitación y otras fruslerías elementales por el estilo. Lo del consumo autónomo que dicen los economistas, ese que hay que tener, aunque no tengas ningún ingreso. Ahora bien, los gilipollas del primer mundo que no saben lo que es tener un problema de verdad -se aprende cuando llega uno serio de salud- tienen infinidad de pequeñas fobias, problemas, irritaciones y odios chechenos varios. Me consuelo pensando que mi fobia a coger ascensores no es una fobia del primer mundo, porque si Dios hubiera querido que subiésemos de otra forma a las alturas, nos habría dado alas. O sea, que mi claustrofobia en los ascensores es en realidad un miedo ancestral y no una fobia moderna.
La Red Española de Universidades Promotoras de Salud ha impulsado el estudio Uso del teléfono móvil, estilo de vida y bienestar psicológico en estudiantes universitarios. He perdido la escasa fe que me quedaba en el futuro de la humanidad y en que las generaciones venideras nos paguen las pensiones trabajando. Serán pocos y estarán ocupados viendo sus pantallas y no pagando cotizaciones.
Han tenido a bien informarnos hoy los medios de comunicación de que un sorprendente 45 % de los universitarios españoles padecen nomofobia y les tiemblan las canillas, y se les nubla la vista y pierden hablar y raciocinio si no tienen el móvil en la mano. A juzgar por mi propia experiencia personal dando clase en las aulas de primero en nuestra Universidad, creo que en León ese porcentaje es aún más alto. Claro que como ahora todos los alumnos llevan pantallita de smartphone, tablet o portátil a clase, uno ya no sabe si están haciendo la quiniela, leyendo el Marca o el Cosmopolitan, comprando ropa por internet o digitalizando los apuntes de clase, aunque más bien me temo que la cosa está menos en la última opción que en las anteriores. Como uno es tan viejuno como las clases magistrales que nos daban profesores muy sesudos al llegar a la Universidad, ellos (los que se miccionan sin móvil en un aula universitaria) sabrán lo que hacen con su vida y con su smartphone. Pero en el móvil no se ve el futuro como se deje pasar la vida entre consulta y consulta, que están todos como auríspices intentando desentrañar la esencia de la vida en el móvil en lugar de disfrutando de la vida, que suele transcurrir detrás y no dentro del teléfono. A ver si por lo menos el smartphone le sirve para que busquen que es un auríspice.
Con todo, lo peor no es eso. es que el 37% de los alumnos reconoce que su rendimiento académico desciende por estar demasiado pendientes del móvil. No es que se pierda mucho tiempo pensando que se van a poner, sino que lo pierden cotilleando que se ponen otros en las redes sociales. Y ya lo que es de traca es que digan que la razón para estresarse cuando no tienen el móvil (eso afirma nada menos que el 55% de los universitarios) es que lo pueden comunicarse con otros. Flipo. Pero si lo que hacen con el móvil es precisamente no comunicarse, aunque estén al lado. Pues nada, que el 37 % tienen un pobre rendimiento académico por vivir en el móvil y no en la vida. Pero vendrán luego los primeros a reclamar la subida de nota. Les contestarán los profesores por el móvil.
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