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El pasado sábado tuve la oportunidad de pasar un día estupendo en compañía de las componentes de la Asociación Cultural Águedas de León, acompañándolas este año en su celebración anual que, con muy buen tino- por eso de ir retomando la normalidad- embozadas con mascarillas ... y las consabidas medidas de seguridad decidieron retomar.
Lo fácil- o, mejor, lo cómodo- por todo lo que implica realizar a día de hoy cualquier tipo de celebración, hubiera sido posponerlo un año más, pero ellas no se arredran ante el esfuerzo añadido que ha supuesto la organización de su festividad y, manos a las obra, su dedicación desembocó en la entrañable jornada de la que tanto disfrutamos que, además, supone un compromiso con nuestras tradiciones y el empeño de estas mujeres maravillosas en que las generaciones venideras conozcan las raíces y las esencias leonesas de las que todos somos parte.
Y a mí concretamente me tocó el papel de acompañar a la Águeda Mayor 2022, Doña Isabel Martínez, querida Maribel, honor por el que me he sentido muy honrada y que me ha colocado en el lugar en el que ya han estado en años anteriores grandes mujeres, y grandes amigas como son Olga Cabero, Aurora Baza, Dolores M Lombó, o María Marcos, mi querida Comisaria, entre otras.
Espero haber estado a la altura y haber sabido acompañar a nuestra Águeda Mayor, mujer admirable entregada en cuerpo y alma a quienes más la necesitan y por quienes se desvive a diario, modelo de la mujer leonesa, entre las que me siento una más, y lo soy de corazón.
Lo mejor de la festividad de las Águedas es que, al menos una vez al año, permite visibilizar el importante papel de la mujer que, pese a las todavía muchas dificultades, se va imponiendo socialmente por su esfuerzo, su trabajo y su valía que le permiten conseguir todo lo que se propone. Y, desde luego, lo conseguimos.
Por eso quiero aprovechar esta columna para rendir un homenaje de gratitud a las muchísimas mujeres desconocidas y anónimas, auténticas heroínas del día a día, maestras de lo cotidiano y ejemplo de tesón, de fuerza y de empuje, que nos sirven de inspiración a todas; mujeres que han sabido dar siempre un paso adelante, demostrando un amor y un servicio infatigable en favor de sus familias y de quienes las rodean que las convierten en las justas protagonistas no un día, sino de todos los días del año.
Porque las mujeres, las que fueron, somos y serán, nos hemos convertido en la piedra angular de cualquier proyecto de vida y nuestras capacidades «archidemostradas» nos han permitido alcanzar papeles relevantes en las instituciones y con ello ser ejemplarizantes para que todas las que vienen por detrás encuentren su justo lugar en la sociedad de la que deben ser férreos pilares.
Ay, como dice la zarzuela Gigantes y cabezudos.. «si las mujeres mandasen»… Pues hale valientes, vamos a ello, por el bien de todos.
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