Acabáramos, ahora se la ha cargado Alsina, inopinado masajista tailandés de Isabel Díaz Ayuso. Habrase visto, que le ha hecho una entrevista y no se ha reído de ella, que es lo que hay que hacer, hable o se deje fotografiar poniendo las manos aquí, ... Macorina. En la conferencia de presidentes, Ayuso a Sánchez: «He recibido ataques desmesurados e injustos. No comparto la campaña que me ha dirigido el partido que diriges personalmente hacia mí y la Comunidad de Madrid. Ayuda poco». Se refería a mensajes del PSOE en Twitter poniendo verde a Madrid en la gestión de la crisis sanitaria.

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Cuando era candidata, la política del PP dijo que muchos periodistas se encargaban de extraer lo conveniente de sus palabras para hacer activismo político, cosa que no ocurría con otros. Periodistas activistas o una tal Aurora Serrano, encaramada a la celebridad tuitera e instagramera por criticar la pizza que Ayuso da una vez a la semana a los niños. Portavoz de la Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad. Trastos de esos que reciben subvenciones. Lo de Ayuso viene de lejos. Pero siempre en lo estrafalario de sus discursos sobre atascos o trabajos basura hay una parte de cosas razonables que no termina de comunicar bien. Y lo importante, que ni se toleraban ni se toleran. Ahora hay muertos, pero sin muertos sería igual.

Hay que reírse de ella, vale. Pero me podré reír también de Carmen Calvo e Irene Montero. Ayuso no es el alcalde barcelonés Pich i Pon. Vinculado al partido de Lerroux, una de sus frases legendarias desde el Tibidabo fue «¡Cuánta propiedad urbana!». Y en un entierro civil: «Llegará un día en que los entierros se harán sin curas y sin difunto». Ahora casi lo único que había era difunto.

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