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Maniobras de la UME en el campo de tiro de Teleno. C. HERNÁNDEZ
Moscas a cañonazos

Moscas a cañonazos

ABRIENDO EL COMPÁS ·

«Necesito ruido de fondo, música o simplemente el sonido de la calle para concentrarme, para escribir y aunque no lo crean hasta para hablar por teléfono»

Miércoles, 19 de octubre 2022, 11:05

Durante unos cuantos años de mi niñez tuve 'la suerte' de vivir encima de una conocida discoteca leonesa.

De aquella cruel experiencia se pueden sacar pocas cosas positivas, pero quizá la más significativa sea que desde aquellos tiempos me permito el lujo de dormir sin ... que el ruido de fondo me afecte lo más mínimo.

Soy capaz dormir en el tren sin tener que recurrir al vagón del silencio, también durante la sobremesa de una comida aburrida simplemente apoyado en una servilleta y, por supuesto, puedo dormir a pierna suelta aunque el pequeño Telmo se desgañite porque le toca el biberón de las cinco de la mañana. Menos mal que ahí está la madre en apuros siempre al quite, porque de lo contrario todo sería un verdadero caos.

Y es que Sofia tiene un oído muy fino, el simple vuelo de una mosca en el pasillo es suficiente para que se desvele. ¡La alerta es continua! Por el contrario, en cuanto yo me introduzco de lleno en el mayor de los placeres de los Dioses, echo cable a tierra, encefalograma plano y como decía aquel, me meto en tensión cero, tanto es así que por no escuchar no oigo ni al repartidor que los sábados llama intencionadamente a primera hora, sonriente porque cree que me va a sacar de la cama.

Tener debajo de casa una discoteca imprime carácter, como el frío. Principalmente porque es un lugar donde por principios no puedes entrar aunque tus amigos se citen allí, y sobre todo porque desde bien pequeño ves por la ventana cosas que no tienes que ver.

Y por eso, ya desde bien pequeño eres consciente de aquello de que el que tiene padrino se bautiza, y la importancia de cierto político inventor de un falso leonesismo como vía de subsistencia, que engañaba a los de arriba para luego brindar con champanes caros con los de abajo y de paso con algún técnico municipal con «muchas luces» y poca vergüenza. Uno que tenía trucado el sonómetro con el que justificada siempre una medida inferior a los 95 dB. Ya se sabe que siempre ha habido muchos «fenicios», como decía el gran Navalón.

Pero como les decía al principio de la columna siempre se puede sacar algo bueno, y eso que muchas veces las canciones se oían con tanta nitidez que podías cantarlas por encima o llevar el ritmo de la batería con dos bolígrafos. Un magnífico método que usaba para evadirme del ruido de la calle, de las voces, los gritos y las peleas, todo ello siempre más molesto que el propio ruido de la discoteca, era refugiarme en la radio y poner mis auriculares a máxima potencia. De ahí mi pasión por el medio.

Esa dependencia a tener siempre algún tipo de música o ruido de fondo provocó que nunca pudiera concentrarme en una silenciosa biblioteca, es más, para mí el silencio puede llegar a ser molesto.

Necesito ruido de fondo, música o simplemente el sonido de la calle para concentrarme, para escribir y aunque no lo crean hasta para hablar por teléfono.

Esta semana durante unas maniobras militares en el Teleno, los vecinos de Somoza han denunciado los «brutales cañonazos» con los que se han despertado, y que han hecho vibrar los cristales oyéndose en kilómetros a la redonda.

El Teleno es el único campo de tiro militar habitado en nuestro país y quizá no sea el mejor momento ahora mismo para reproducir la batalla de Iwo Jima, máxime cuando hace poco más de un mes se calcinaron más de 4000 hectáreas y estamos sumidos en una gran sequía. Pero bueno, doctores tiene la iglesia.

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