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Monarquía o república

No es fácil encontrar países en los que los mejores valedores de la monarquía sean los republicanos y el mejor valedor de la república sea la monarquía

Miércoles, 29 de julio 2020, 05:08

Que cada país es, en realidad, un mundo es obvio, y que el tópico de que España es diferente también es obvio. No es fácil encontrar países en los que los mejores valedores de la monarquía sean los republicanos y el mejor valedor de ... la república sea la monarquía.

Para muchas personas, amén de otros méritos, ver y oír a muchos republicanos era, durante muchos años, el mejor espaldarazo para mantener viva y activa una monarquía con un jefe de Estado razonablemente cabal y que mantuviera una también razonable estabilidad en dicha jefatura.

Pasado el tiempo, para no pocas personas ciertas actuaciones de algunas monarquías, mejor dicho, de algunos monarcas, son el mejor espaldarazo para que la jefatura de Estado cambie a un sistema republicano donde, al menos, el jefe de Estado se puede poner y quitar y pedir responsabilidades democráticas.

No es fácil explicarle hoy en día a un joven las ventajas de un sistema de monarquía parlamentaria, que en algunos casos, como el nuestro, está asentada en esa generación política del 78 que pudo alumbrar y mantener precisamente un sistema democrático gracias a esa monarquía, ya que todo lo atado y bien atado del jefe de Estado anterior fue suavemente desatado para entrelazar una tela democrática con muchísimos defectos pero también con muchas virtudes, cosa que de otra manera hubiera sido probablemente imposible.

La racionalidad implica, si no se contextualizan las vicisitudes históricas a corto y medio plazo de un país, que una persona no sea 'inconstitucional en su cargo' porque incumple lo preceptuado en el Art. 14 de la misma Constitución que lo entroniza por razón de su nacimiento (Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social).

La solución al dilema y a la paradoja parece clara para los próximos años (y en la actualidad): cuanto más protagonismo tomen los republicanos más se afianzará la monarquía, y cuanto más protagonismo y presencia en los medios tengan algunas actuaciones de la monarquía más se afianzará la república. No me diga que España no es diferente. Esto es el mundo al revés.

Por circunstancias de la vida he conocido personalmente a los dos reyes y a las dos reinas. Huelga decir que en el ámbito social no se parecen en nada, pero es que en el trato personal tampoco; son personalidades y formas de ser absolutamente diferentes. Pero habrá que reconocer que cada uno ha jugado su papel -bien diferente, lógicamente- en la cohesión de España y en contra de nacionalismos supremacistas, germen de tantas desgracias en la historia de toda Europa, algo ante lo que no pocos tendrán sus dudas de qué hubiera ocurrido (u ocurrirá) si el jefe del estado republicano hubiera sido según qué personaje de según qué partido.

Curiosamente a la monarquía la debiera sustentar el pragmatismo, que no la racionalidad, a lo que se suma la imparcialidad política que evita el odio cainita que solemos sentir los españoles cuando «el que está arriba no es de los nuestros». Como vemos la monarquía tiene sus ventajas.

¿Qué pasaría si hubiera república? Pues posiblemente nada, podríamos tener un jefe de estado tan necio como usted pueda imaginar o tan inteligente como usted pueda imaginar (en este caso las posibilidades bajan bastante dependiendo de cómo y quién lo proponga para ese puesto, a no ser que usted ya haya imaginado de jefe de estado a alguno de los elementos que circulan por este solar, antes España).

Una última reflexión. Para algunas personas también sorprende el hecho de porqué ocurren ciertas «cosas» en un determinado momento, y además coincidiendo con otras «cosas». A algunas personas les llama la atención el juicio mediático y quizás jurídico a algún monarca, coincidiendo con el inicio de otro tanto para algún clan familiar, coincidiendo con la presencia de determinadas personas en núcleos de los servicios de inteligencia. Incluso habrá quien recuerde a Harry Bosch, personaje de muchas novelas de Michael Connelly (absolutamente recomendable si le gusta la novela policíaca) cuando dice aquello de «las casualidades no existen».

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