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El crecimiento económico de España fue del 5% en 2021, el mayor de la UE, y según prevé el FMI, nuestro país seguiría siendo líder en crecimiento durante 2022 y 2023. El año pasado se crearon 840.600 nuevos puestos de trabajo en España, lo ... que significa 20'8 millones de ocupados, una cifra que supera a la de 2008. A finales de enero, la presidenta de la Comisión Europea felicitó por escrito al presidente del Gobierno «por la calidad del plan español», destacó «los fines de transparencia y rendición de cuentas» y agradeció que se siga avanzando con otras reformas «incluida la reforma laboral». El lunes pasado, el presidente del Eurogrupo, acompañado de Nadia Calviño, avaló el reparto de los fondos del plan de recuperación español y la reforma laboral.
Buenas noticias para nuestro país, que sin embargo son negadas por el PP y afanosamente ocultadas por los medios de comunicación afines. Todo para no estropearle la campaña electoral a Mañueco. El convocante de estas elecciones extemporáneas tiene como eje principal de sus patéticos discursos el «sanchismo». Hasta ahora no ha encontrado nada que decir sobre su gestión y la de sus antecesores en la comunidad autónoma, pero todos conocemos el resultado: despoblación y estampida de jóvenes hacia otros horizontes. Tampoco se les ha oído explicar nada sobre su programa de futuro. La conclusión es que si no existiera Pedro Sánchez no tendrían de qué hablar.
En el inicio de la campaña electoral, el PP trajo a Valladolid a J.M. Aznar como estrella invitada. El protagonista no defraudó. Siempre fiel a su caricatura, habló bien de sí mismo y despreció y ninguneó a Pablo Casado al que ni siquiera nombró: «oigo decir que hay que ganar para que no sé quién llegue a La Moncloa» dijo el expresidente, fúnebre e inmisericorde con sus anfitriones. El disgusto no pudo ser mayor en la sonámbula dirección del PP que una vez más se vio cuestionada desde sus propias filas y en unas elecciones forzadas desde Madrid para realzar la figura de Casado contra el fantasma del «sanchismo». Esta permanente inseguridad en sus apoyos y la sensación de que el tiempo se le acaba, explica los comportamientos falsarios, histéricos y desesperados de Casado y su equipo. Como si todos los días libraran la última batalla para su supervivencia. Da lo mismo que se trate de las medidas para frenar la epidemia, la campaña de vacunación, los fondos europeos, la reforma laboral o cualquier otra cosa: todos son inventos diabólicos del «sanchismo».
Lo más destacado del comportamiento de Aznar son la mezquindad y deslealtad recalcitrantes que exhibe en todo momento. Como refundador inoculó esas esencias patológicas en el código genético de la derecha española, incluyendo sus medios de comunicación. Y ahí siguen. En las hemerotecas está el resentimiento que destilaron contra el felipismo, después contra el zapaterismo y ahora contra el sanchismo. La verdad es que les falta imaginación y recitan siempre las mismas jaculatorias sobadas, independientemente de las personas y las políticas. El asunto adquiere toda su gravedad si se les compara con las derechas europeas como, por ejemplo, la portuguesa tras las recientes elecciones. En Portugal conviven políticamente un presidente de la república de derechas con un primer ministro socialista. El respeto institucional y la cortesía entre ambos ha sido total y lo va a seguir siendo en el inmediato futuro. Esa coexistencia sería inimaginable en España porque las derechas españolas, permanentemente cabreadas, son refractarias a cualquier reconocimiento del adversario político.
El desquiciamiento de Pablo Casado y sus escuderos ha llegado la semana pasada a cotas plenamente trumpistas. En Lorca, junto a VOX, arengaron a unos ganaderos que a continuación asaltaron el Ayuntamiento porque pretenden cebar cerdos al lado de las viviendas, de los colegios e incluso del hospital comarcal, sin guardar las distancias mínimas exigidas por la normativa municipal y autonómica.
Presos de su propia ansiedad, la dirección del PP había preparado la traca definitiva contra la convalidación de la reforma laboral que el Gobierno había pactado con patronal y sindicatos. Una magnífica demostración de consenso social que no se producía desde hacía décadas y que a la vez dejaba en evidencia la polarización política y a los crispadores profesionales como ajenos a los intereses de la mayoría social española. El decreto lleva un mes en vigor y ha tenido la virtud de convertir en indefinidos miles de puestos de trabajo temporales, especialmente de jóvenes. De esta reforma se esperan otros muchos beneficios aunque a algunos le resulte insuficiente. Sin embargo al PP solo le importa bloquear al gobierno. Para derogar el decreto el PP y VOX unieron sus votos a los del PNV, ERC y BILDU (que, como en otras ocasiones, se vuelven santos cuando votan contra el Gobierno) y añadieron (mediante evidente «tamayazo») los de los diputados de UPN. Lo que pudo terminar como un drama (pérdida de 12.000 millones de fondos europeos, frenazo al crecimiento económico y a la creación de empleo, envenenamiento del clima social) acabó como una astracanada gracias al error en el voto de un diputado del PP. No era la primera compra de tránsfugas que hacían los de Casado. Ya hace meses, el PP recurrió impunemente a esa maniobra con tres diputados de Ciudadanos para conservar el rancio gobierno murciano envuelto en todos los escándalos y corrupciones imaginables.
El bochornoso espectáculo visto en el Congreso de los Diputados con la votación de la reforma laboral ha llevado a muchos comentaristas a expresar sus lamentos contra todos los políticos y, en el peor de los casos, contra «la política» en general. Un caldo que aprovechan para engordar los más desaprensivos, como sabemos por multitud de ejemplos históricos. Sin embargo, es necesario recordar que esa generalización es completamente injusta y desvía la atención de los agentes activos del deterioro institucional que presenciamos. Los comportamientos facinerosos, insultantes y sin respeto por el adversario político (en definitiva antidemocráticos) tienen siempre los mismos protagonistas en el parlamento: el PP y Vox. Generalizar indiscriminadamente en la descalificación es la forma más eficaz de diluir y blanquear la responsabilidad de los actuales dirigentes del PP, como nos recordaba hace unos meses el maestro de juristas Tomás de la Quadra. Algo que también debe ser tenido en cuenta a la hora de votar el próximo día 13 al parlamento de esta comunidad autónoma.
Todos los sainetes que hemos visto en las últimas dos semanas no pueden hacernos olvidar los datos importantes que se conocían a finales de enero: que se ha empezado a salir de la pandemia y de la crisis económica. Exactamente todo lo que querían evitar el PP y sus altavoces con el esperpento en el Congreso. La mayoría de los españoles han tenido una conducta ejemplar durante estos dos años, especialmente en la campaña de vacunación y así se reconoce en toda Europa. Por ello, tras unos tiempos oscuros de enfermedad y muertes, nos merecemos unas perspectivas de optimismo, orgullo y coherencia que no pueden alcanzarse con gobiernos de agoreros y cenizos.
Esa esperanza debe comenzar en esta comunidad el próximo domingo.
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