He sido amablemente informado por mi hija Irene de que varios amigos suyos se adhieren a una especie de corriente de esas que periódicamente nos llegan, no ya de los Estados Unidos, donde la mitad de las cosas disruptivas parece que las piensa un toro ... aburrido en Iowa y la otra mitad Elon Musk colocado, sino concretamente de California, donde cualquier estupidez es posible si viene de la mano de alguien de la farándula. Es evidente que el blanqueamiento anal, tan necesario a gran parte de la población mundial que pasa estrecheces para alimentarse, no entraría jamás en Hollywood en la categoría de estupidez. En cambio, en España es el blanqueamiento sedicioso el que se prefiere en las instancias enmoquetadas del poder.
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La corriente en cuestión es el manifesting. Parece ser que la chorrada o chorrading consiste en una pseudotécnica -de popularidad creciente- que dice basarse en la Ley de la Atracción, y en cuya virtud podemos manifestar todo lo que queremos y conseguirlo exclusivamente por puritita voluntad. Stay positive en grado crédulo profesional, vamos. No tardarán en darse cuenta de que, como apuntó Maquiavelo, es fácil hacer creer a la gente en una cosa, pero difícil hacerles persistir en su creencia. A la cuarta vez que te concentres en pensar algo que no sale, decayó el manifesting.
Podría decirle a mi hija que en la ley de la atracción se han basado centenares de matrimonios fallidos y de pactos políticos ignominiosos en León, así que aquí estamos curados de espantos. Pero voy a esperar que se dé cuenta ella sola cuando piense mucho en aprobar el máster sin tener que pasar el calvario de los exámenes. Y no. Estas cosas le llegan a mi hija desde que está en Madrid, naturalmente, porque aquí eso se quita con chorizo y mantecadas.
Por un momento he pensado entregarme al manifesting con fruición yo mismo, deseando perder panza a la vez que me atraco de hojaldres con miel, objetivo doble que constituye la prueba de fuego de cualquier terapia innovadora que se precie. Un paisano de mi porte y trayectoria, berciano nacido en León y criado en Trobajo, no hace relajación, ni yoga, ni manifesting ni farrapos de gaita semejantes. Cuando vienen los problemas reza o maldice. Yo soy de los de rezar, eso sí, sé bien qué pedir al buen Dios, que bastante tiene como está el mundo como para que le pida adelgazar mientras me pongo ciego a dulce. Al Altísimo, lo de compromiso vital. Y el resto, a currárselo.
Porque si no, todo es ponérselo fácil a los que mandan. En lugar de gobernar para hacer realidad las centenares de cosas que están pendientes en León y nos prometieron, se van a encerrar a hacer el dichoso manifesting sin dar un palo al agua y a los presupuestos públicos: pensemos mucho en que la población crecerá, se terminarán solas la León-Valladolid y la Ponferrada-Orense, la línea férrea entre esas dos pequeñitas localidades de nuestra tierra que son León y Ponferrada dejará de ser del siglo XIX y se acercará al tiempo presente, se completarán los regadíos para cuando apenas queden agricultores, llegarán los empleos alternativos por el cierre salvaje y anticipado de nuestras tres térmicas y saldrán adelante los muchos proyectos de la Mesa por León. Hala, a concentrarse en esto, que es fácil si lo atraemos entre todos.
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Inmediatamente me he dado cuenta de que, si lo del manifesting le está dando una pasta a Anne Hathaway, yo voy a inventarme algo con nombre en inglés que consista en renombrar un fenómeno de toda la vida, reconvirtiéndolo en engañabobos de la generación Z. Que uno será un boomer, pero en esto no nos pillan. Así que he decidió inclinarme por el meriending, mucho más tradicional aquí y compatible con deglutir a media tarde que, si no resulta comercialmente, por lo menos te da un alegrón al cuerpo.
Y así, entre un manifesting y otro, las generaciones más jóvenes ¿y mejor formadas? de nuestra historia están dispuestas por la cosa de la globalización y el multiculturalismo a entregarse a cualquier moda que las diferencie del resto de la humanidad que está afanada en ganarse el pan de cada día en lugar de en pensar mucho mucho mucho cómo ganarlo sin hacer nada. El género humano no cambia y hay que recordarle que como escribió Pío Baroja, el público cree con la mayor facilidad las más grandes necedades.
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Irene, hija, tú no, olvídate del manifesting, que eres ponferradina, bonita. Universal en los viajes con los que dilapidas pródigamente tu herencia, pero berciana. O rezas o meriendas, pero no te me manifesting, que vuelves a tu tierra y te nos asientas.
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