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El jueves, 27 de octubre, parecía alcanzado el acuerdo entre el PP y el PSOE para renovar el Consejo General del Poder Judicial y poner fin a la anomalía constitucional que dura cuatro años. Sin embargo, el principal diario de la derecha sacaba en portada ... con grandes titulares: «El PP teme la reacción de la derecha política, judicial y mediática». Y añadía «los populares critican a quienes rechazan cualquier acuerdo con Sánchez: eso es trumpismo puro.» No había ningún nombre en la información pero se entendía perfectamente que el periódico se refería al conglomerado de políticos, periodistas y radiopredicadores que alimenta el gobierno de la comunidad de Madrid. Son los que tumbaron a Pablo Casado y consideran que «Madrid es España», como dijo su madrina; que el PP es de ellos como demostraron inmediatamente a Feijoo al recordarle «para qué se le trajo» e imponerle dar marcha atrás sobre lo negociado. Estos talibanes, después de obligarle a rectificar y romper el pacto alcanzado con el PSOE, están convencidos de que «lo que ha demostrado Feijoo es que su PP no está pertrechado para la guerra a muerte contra Sánchez».
A esa gente dedicada al sabotaje de la acción gubernamental no le importó hace dos años que, en medio de una pandemia mundial, murieran cientos de ancianos en residencias de la comunidad de Madrid debido a las instrucciones del gobierno de Ayuso. Tampoco les importa el mandato constitucional de renovar órganos clave para el funcionamiento del estado que exige pactos entre los partidos mayoritarios. No les importa el deterioro de la imagen de la democracia española ante la Unión Europea. Mucho menos les va a importar que el funcionamiento de la justicia española se esté resintiendo cada vez más porque actualmente están sin cubrir 29 plazas de jueces en tribunales superiores (entre ellos 7 presidencias), la jefatura de la sala de lo penal de la Audiencia Nacional, 20 presidencias de salas en audiencias provinciales y 14 magistrados en el Tribunal Supremo. Y, por supuesto, las plazas pendientes en el Tribunal Constitucional. Estos patriotas de hojalata solo practican el cuanto peor para España, mejor… para sus pretensiones.
A los del «trumpismo puro» lo único que les interesa es bloquear al Estado para desacreditar al Gobierno. Y en eso tienen claros precedentes: son los mismos medios y hasta, en algunos casos, las mismas personas que ya participaron en el autodenominado «sindicato del crimen» para desgastar al último gobierno de Felipe González. Así lo recuerda Sergio del Molino en su magnífico libro Un tal González. Pero en dicha obra no aparecen las declaraciones, en febrero de 1998, de Luis María Anson (reconocido padrino de aquella banda mediática) cuando se ufanaba en la revista Tiempo: «fue una operación de acoso y derribo (…) la cultura de la crispación existió porque no había manera de vencer a Felipe González con otras armas. Ese era el problema (…) Felipe González era un hombre con una potencia política de tal calibre que fue necesario llegar al límite y poner en riesgo el Estado con tal de terminar con él». Toda una lección de espíritu antidemocrático y antipatriótico que ahora repiten los aprendices de brujo de la peor derecha.
La estrategia de «rechazar cualquier acuerdo con Sánchez» es idéntica a la practicada con González. Lo demás, como la reforma del delito de sedición, o que Sánchez no es de fiar, etc. son excusas y coartadas fabricadas con posterioridad para justificar lo injustificable. Lo importante es que a Feijoo, como antes a Casado, le han demostrado quién manda en el PP y que no es precisamente él. Lucía Méndez en el diario antes referido (que muestra una esquizofrenia poco común al expresar las posiciones opuestas dentro del PP) comentaba sobre «Esa derecha con aroma antisistema a la que no le importa
mantener un CGPJ podrido y descompuesto —incumpliendo flagrantemente la ley— porque el único objetivo ahora mismo es hacer la oposición a Pedro Sánchez (…): Confieso mi decepción —afirma la periodista—. Esperaba que Feijoo pusiera por delante de cualquier otra cosa lo que es una emergencia institucional, según denuncian los jueces no fanatizados. Igual el PP no necesita un hombre de Estado, pero España, sí».
Una de las excusas más pueriles que ha esgrimido Feijoo después de que le obligaran a romper el pacto ha sido que él está por llegar a acuerdos pero «con este PSOE no». Se trata de un mantra que repiten con frecuencia los comentaristas más necios de la derecha: que este PSOE no tiene nada que ver con el socialdemócrata de la transición. Se trata de una obvia falsedad por muchas razones. En primer lugar porque no hay más que un PSOE si se quiere pactar con él. Segundo, porque este PSOE es el que recibió la confianza mayoritaria de los españoles en las últimas elecciones. En tercer lugar porque, como se pudo ver el sábado en Sevilla, hay una continuidad en lo esencial en el PSOE desde González hasta Sánchez, pasando por Almunia, Zapatero y Rubalcaba.
El PSOE es un pilar de la democracia española esté en el gobierno o en la oposición, en épocas de prosperidad o en épocas de crisis; es un partido que cumple la Constitución cuando le favorece y cuando le perjudica, lo que no se puede decir del PP. Pero la prueba definitiva para demostrar la continuidad del PSOE es que los mismos facinerosos que practicaban la máxima deslealtad democrática con los gobiernos de Felipe González y de José Luis Rodríguez Zapatero lo vuelven a hacer con el gobierno de Pedro Sánchez.
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