Encontró, tres mudanzas y varias vidas después, más restos de aquel naufragio. Algo de ropa, una cartera, el crucifijo ruso, un par de cartas larguísimas y montones de libros. Tenían la preciosa manía de regalarse uno en todas y cada una de las fechas importantes, ... una tradición que después de mil años aún le dibujaba una sonrisa.
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En cada aniversario, en los cumpleaños, por navidad, un libro dedicado. Y en todos ellos, un marcapáginas y algunos recuerdos de aquellos tiempos: dos entradas de cine, de una exposición, un mapita dibujado en una servilleta de papel con cómo quedaría el salón de la nueva casa, unas fotos de fotomatón de cuando todo eran risas, la tarjeta del restaurante donde celebraron…
Cuando él se fue de casa, la estantería blanca del despacho de ella siguió albergando los rastros libreros de aquella historia bonita de amores inmensos. Arriba, un poco de todo; abajo, para no encontrárselos a traición, los cuarenta y ocho libros que primorosamente él buscó para ella. La fecha, la dedicatoria, algún dibujín indescifrable ya. Cuarenta y ocho dedicatorias sobre títulos de novela, fotografía, cuentos, poesía, relatos… Cuarenta y ocho recuerdos que a escala diminuta constatan cuánto vivieron, cómo se quisieron, qué suerte tuvieron de haber compartido tanto.
Para ella, como para quienes amamos los libros, nunca hubo mejor regalo que seguir ampliando la biblioteca, propia o ajena. Supongo que todos los lectores tenemos una serie de títulos que ocupan una zona prioritaria, esa a la que recurrimos para releer las historias que nos marcaron de por vida. Los libros que nos calaron hondo, los que nos regaló alguien especial, los que compramos en aquel verano inolvidable… Libros para vivir otras vidas, libros para recordar. Libros para evadirse, para huir de la tristeza o el aburrimiento, para soñar con aventuras que nada tienen que ver con nuestras rutinas, o que se les parecen demasiado. Libros que te inspiren ideas, para que veas que en todas partes cuecen habas, para apuntar pistas imperdibles de lugares que te gustaría conocer.
Hace un par de años, en plena pandemia, ella decidió que ya era hora de meter mano a los recuerdos de otras vidas. Revisó cajones y estanterías, llenó cuatro cajas de recuerdos y objetos inútiles, ojeó álbumes de fotos, pringó el moco y quiso dar por zanjadas etapas pasadas. A las tantas, al terminar la catarsis, distrayendo pensamientos tristes que se enmarañaban con otros maravillosos, se tumbó en el sofá a engañar el insomnio echando un ojo a las redes sociales. Por casualidad, o quizá no, encontró en Twitter una iniciativa ilusionante, un proyecto muy chulo que reclutaba voluntarios para enviar libros -siempre dedicados- a mujeres presas de distintas cárceles españolas (www.alasolvidadas.org).
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El fin de semana siguiente, dedicó una mañana a elegir algunos de los libros que tan feliz le habían hecho años atrás. No los que ya no quería, ni ninguna de sus 48 joyas, sólo libros que también pudieran marcar a su destinataria. Compró tres más (sus imprescindibles de Marías, Sábato y Marai) y anotó en una libreta ideas para escribir en cada dedicatoria. Nos contó la iniciativa y varias amigas hicimos lo mismo. Nos juntamos, echamos unas risas escribiendo dedicatorias improvisadas, cursis, sentidas. Llenamos una caja de libros y, emocionadas, la enviamos a destino. En la próxima convocatoria haremos lo mismo, intentar llevar un poco de alegría a quienes tanto tiempo tienen para rumiar recuerdos.
Más de 8.000 libros dedicados han llegado a mujeres presas en 15 centros penitenciarios españoles, casi medio millar de ellos a la cárcel de León.
Imaginen la cara de ellas al recibirlos, al zambullirse en esas páginas de historias, al soñar con otras vidas, al sentir que alguien ha dedicado unos minutos a comprar -o rescatar de sus estanterías- y dedicar un libro especial que las acompañará muchos ratines en su encierro.
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Pronto vuelven a activar este proyecto. Anímense, busquen algún libro viejo, compren el que más les marcó, escriban unas líneas con el corazón. Rescaten las tristezas de esas mujeres del naufragio.
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