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Como introducción a las razones que me han llevado a poner el título que acaban de leer, déjenme empezar con una anécdota familiar que he tardado años en comprender. Una tarde, cuando mi padre, Froilán, cumplía con la patria como alférez provisional en Lanzarote, ... un recluta andaluz le preguntó, intrigado tanto por su acento como por el nombre: ¿de dónde es usted, mi alférez, que habla tan seco? Y tras responder que era de León, el sorprendido soldado sentenció: «Vaya, pues siempre había creído que León sólo existía en la historia». Pues sobre esta creencia van las siguientes líneas. ¿Realmente León solo está en la Historia? ¿Ha dejado León de estar en la Historia? A la vista de los centenares de entrevistas, reportajes y artículos de opinión, más o menos airados o documentados, aparecidos en los últimos meses explicando qué fue León, hasta dónde alcanzó el Reino de León o qué es la Región Leonesa y cuáles son sus derechos constitucionales, parece que sigue muy extendida la ignorancia geográfica de nuestro recluta. Y es aquí dónde Babia y León tienen grandes coincidencias.
La primera gran coincidencia entre Babia y León es su indefinición territorial, tanto en el plano geográfico-cartográfico como en el imaginario. El componente mítico o imaginario de Babia es precisamente su principal valor significativo. Cronista de ello ha sido en numerosas ocasiones Julio Llamazares; una de las últimas al incluir Babia, en su libro «Atlas de la España Imaginaria», al lado de Las Batuecas, Jauja o los cerros de Úbeda. No menos imaginarios son los distintos Leones (con mayúscula), tanto el León-ciudad, como el León- provincia. Se lo pueden preguntar a otro escritor leonés, Luis Mateo Díez, que ha novelado y teorizado sobre el particular.
Tan evanescentes son los territorios imaginarios de Babia y León, como cartográficamente es complicado determinar las fronteras de ambos. Como ya denuncié en su momento, la comarca de Babia ni siquiera aparece en la terminología oficial. Los dos municipios que la componen no han sabido retomar sus nombres originarios, mucho más apropiados —Babia de Suso y Babia de Yuso—, que los de Cabrillanes y San Emiliano; una pobre y equivocada sinécdoque que desaprovecha el valor de la expresión estar en Babia, mundialmente empleada por los hispanohablantes, ajenos al origen de la misma, o al menos de que existe una comarca con ese nombre en las montañas de León.
Y al igual que los concejos babianos no llevan su auténtico nombre, también seguimos a vueltas en León con la denominación de nuestro territorio, en lo que trasciende a la provincia. Así, ahora empleamos el término Región leonesa, antes fue el de País leonés o Reino de León, junto con sus versiones en leonés. Se puede afirmar que más allá de la provincia de León, León sigue sin estar demarcado al menos nominalmente, sin que exista ni unanimidad ni una norma que recoja y ampare el territorio leonés. El hecho de que León esté integrado en una comunidad autónoma que no ha querido definir con claridad y normativamente cuáles son sus componentes, deja a las opiniones de historiadores, geógrafos, sociólogos, la tarea de precisar qué compone el elemento leonés de la comunidad autónoma. En León muchos lo tendremos claro, pero vamos más al sur, la percepción de estar en León o de ser leonés se va oscureciendo y difuminando. Y es muy complicado convencer a alguien de que es leonés si no quiere serlo o no sabe serlo.
Siguiendo nuestra comparativa, también Babia y León comparten problemas de definición de sus fronteras, pues conocidas son las disputas fronterizas y competenciales con Asturias, en las que la administración de nuestra comunidad autónoma siempre se ha puesto de perfil. Baste constatar que ahora mismo, tanto la Audiencia Nacional como el Tribunal Supremo deben pronunciarse sobre los límites provinciales con Somiedo y sobre la injerencia competencial en el Puerto de Pinos por un municipio asturiano. Es decir, los límites de León siguen estando borrosos en algunos puntos del mapa. Si León ocupa una posición periférica en nuestra autonomía, Babia lo es en la provincia, por lo que no es de extrañar que ni siquiera estén asfaltadas en su totalidad las carreteras que unen nuestros pueblos con las perfectamente pavimentadas carreteras asturianas. Los romanos fueron más diligentes en trazar y construir hace veinte siglos las vías y calzadas que cruzan la cordillera, como la que sube al Puerto de la Mesa. En Babia seguimos en el siglo XXI con carreteras sin asfaltar al Puerto de la Cubilla o a La Farrapona. Pero no esperen que ahora eche la culpa a Valladolid. El verdadero responsable es quien denominó esta comarca como Babia y la consagró como paraíso de los despistados. ¡Cómo no se van a olvidar los cartógrafos y los ingenieros de caminos de Babia! Es imposible no hacerlo. Si no aparecen siete kilómetros de carretera autonómica en alguna parte de Castilla y León, sólo puede ser en Babia. La carretera se la ha tragado la tierra… del camino. Ya lo tiene escrito bien clarito nuestro amigo Pablo Andrés Escapa, bibliotecario de la corte y pescador de pintona en cuanto puede:
«Badabia: Territorio fugitivo de los mapas que el sabio Alfonso mandó poblar en mil doscientos setenta y al que concedió un fuero. La manifestación visible de la Badabia coincide con una comarca montañosa al noroeste del antiguo reino de León». (Las elipsis del cronista).
Tan huidiza de los mapas ha sido siempre Babia como lo sigue siendo el reino/país/región de León. Pero más preocupante que la indefinición cartográfica es que no exista un atisbo de unanimidad para definir qué es León y, lo que es más importante, qué debe ser León. Definición que debería intentarse hacer de una forma consensuada, no a golpe de enfrentamientos y divisiones. La historia, por fortuna y para comodidad de los historiadores, ha pasado y es complicado hacerla cambiar; aunque el actual Presidente del Gobierno pueda tener esa tentación y se anime a remedar la ficción televisiva y cree un nuevo ministerio del tiempo. Uno más ni se notaría.
La tarea más ardua es construir el futuro, lograr un León consensuado, en el que haya acuerdo. Pero los acuerdos son imposibles en León, como lo son en Babia. Una nueva y fatal coincidencia. Ya casi se nos ha olvidado que Babia fue la última de las áreas sanitarias de la comunidad en tener centro de salud por las disputas entre los dos municipios que la componen. Si no hay acuerdo entre nosotros es ridículo pretender que nos traten bien los demás. Mientras los leoneses sigamos presumiendo de ser cazurros, nos a ir muy mal. Y lo triste es que nos jactamos de ello desde los primeros años setenta, como me advertía hoy mismo quien en aquellos años empezó a ocuparse de defender jurídicamente al Estado en una ciudad que también se vanagloriaba de haber rechazado la FASA.
Mientras los babianos y todos los leoneses no nos pongamos de acuerdo en qué queremos ser de mayores, no esperemos que nos tomen en serio otras instancias superiores. Si dos alcaldes babianos no se pueden poner de acuerdo durante años para ubicar un centro de salud, falla algo muy grave. Si después de legislaturas con alcaldías de distinto partido, en unas elecciones pasan a ser los dos alcaldes del mismo partido y, en vez de ponerse de acuerdo, uno de ellos se cambia de partido, algo muy grave pasa en Babia y, por extensión, en León. Si los partidos mayoritarios y también los minoritarios tienen sus mayores problemas en sus luchas internas, cómo van a tener tiempo para buscar un mínimo de consenso sobre el León que necesitamos. Hace quince días escribía que hacen falta más concejos, en los que se puedan tratar los problemas de los ciudadanos y decidir sobre ellos, y menos concejales, pues muchos buscan primero el antagonismo partidista. Me reafirmo en lo dicho y añado que, mientras todos no hagamos el esfuerzo de ponernos de acuerdo en cada junta vecinal, en cada ayuntamiento, en comarcas, diputaciones y cortes, como también en el seno de los partidos políticos, no dudemos que León seguirá estando en Babia.
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