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La leche de José Manuel sabe a leche de verdad

Si apostamos por lo nuestro, consumiendo el fruto del trabajo agrícola y ganadero de proximidad vamos a contribuir seguramente a mantener vivas muchas pequeñas explotaciones familiares asentadas en nuestros pueblos

Miércoles, 8 de septiembre 2021, 10:29

Hace aproximadamente un mes, alrededor de medio centenar de ganaderos se manifestaron, convocados por la Unión de Campesinos de Castilla y León, protestando por la crisis de precios de la leche de vacuno que sufren, y que, si entre todos no contribuimos a corregir, obligará a cerrar muchas explotaciones, a mayores de las que ya han desaparecido.

No se si son conscientes de que en los últimos cinco años han cerrado cuatrocientas explotaciones ganaderas dedicadas al lácteo de nuestra Región, acosadas por un aumento constante de costes -piensos, gasóleo, y ni hablemos de la electricidad- que no se traslada al precio que cobran por su producto, estancado desde hace más de veinte años.

Precisamente el reciente incremento de esos costes ha agravado una crisis estructural del sector que ya resultaba preocupante, abocando a muchos ganaderos a plantearse dejar su actividad. De hecho, he cotejado esta realidad con José Manuel, buen amigo y ganadero vocacional a quien tengo un gran aprecio y que, a lo largo de este verano, nos ha estado regalando leche por no tirarla, como dice él; me produce una gran tristeza.

Pues bien, José Manuel, sin pretenderlo, nos está regalando también la oportunidad- la obligación, casi- de compartir algunas reflexiones sobre un tema muy trascendente porque afecta a muchas personas, a muchas familias de nuestra provincia.

Y es que, en definitiva, los escasos ganaderos que nos quedan están clamando por un precio justo para su producto, un precio digno que les permita, nada mas y nada menos, vivir de su trabajo; y yendo mas allá, esto no solo lo piden, y con toda la razón, nuestros ganaderos, sino también nuestros agricultores, nuestras empresas agroalimentarias…discurso que, estoy segura, compartís todos y cada uno de los que ahora me estáis leyendo.

Ahora bien, más allá de esta idea abstracta compartida, quiero pediros un ejercicio de honestidad que exige reflexionar acerca de lo que hacemos cada uno en la práctica, porque pienso que somos nosotros, en mayor o menor medida, los únicos que podemos contribuir a dignificar no solo el trabajo de los productores de lácteo, sino de todo el sector primario cercano. Me explico.

 Creo que si hiciésemos un esfuerzo por consumir los productos locales, si priorizásemos los productos de los ganaderos y agricultores leoneses y de nuestras empresas agroalimentarias, en una provincia en la que muchas familias viven directa o indirectamente del sector primario, si buscásemos esa excelencia que nos aporta el producto de proximidad que podemos y debemos sentir como nuestro y si enseñásemos esto a nuestros hijos -insisto- creo de verdad que podríamos hacer mucho por que las cosas mejoren para ellos y con ello, que las cosas mejoren para todos.

¿Y cómo conseguirlo? pues exigiendo producto de proximidad y priorizando el consumo de lo que se produce a nuestro lado; acortando la distancia entre quien produce y quien consume y acostumbrándonos desde niños, a valorar lo que es nuestro, lo que es de todos, un patrimonio esencial para todos los leoneses que se mide en leche, en quesos, en carnes, en embutidos de todo tipo que aquí se producen- chorizos, cecinas, botillos…- en patatas, en tomates, en pimientos, en ajos, en puerros, en alubias, en miel, en mil variedades de dulces ….. en pocos lugares hay tanta variedad y calidad como aquí, lo que puedo atestiguar en primera persona tras haber compartido muchas Ferias y Mercados a lo largo de nuestra provincia que, poco a poco, iremos retomando.

Si nos ponemos serios en esto, desde el pequeño comercio a las grandes superficies deberán tomar buena nota de nuestras preferencias y con ello favorecer el consumo de lo local, de alimentos de proximidad que se producen en un entorno inmediato que, además, es nuestro entorno.

Con ello, contribuiremos a empoderar a nuestros agricultores y ganaderos porque la apuesta por lo local será su mejor arma para dignificar el precio de lo que producen, asegurándoles así mayores ingresos y ayudándoles de paso a que los canales comerciales convencionales se interesen por lo que ofertan.

Y con este alegato no solo apelo a una razón sentimental que no es poco relevante y que se resume en la necesidad de defender lo que es nuestro y muy nuestro, sino también a otra serie de razones objetivas añadidas que demuestran la conveniencia de cambiar nuestros hábitos y potenciar este tipo de consumo, el consumo de lo nuestro.

Entre ellas que comprando productos de proximidad no solo favorecemos a nuestros productores sino que, indirectamente, también beneficiamos el desarrollo de la provincia en que vivimos y de nuestro entorno.

A esto se suma que, seguramente, pagaremos menos por una calidad mayor, porque en este modelo se evitan los intermediarios y los sobrecostes innecesarios vinculados al trasporte o al embalaje, más ahora que nunca que resulta esencial evitarlos en beneficio del planeta que dejaremos a nuestros hijos. Pensemos en que gran parte de la basura que se genera, y con la que no sabemos ya qué hacer, proviene, precisamente, de la falta de proximidad de lo que consumimos.

Y además de pagar menos, pagaremos un precio justo a quienes dedican sus vidas a proveernos de productos que, siendo suyos, cuidan hasta la saciedad, velando por ofrecer calidad y satisfacción a sus clientes de las que depende que se los vuelvan a comprar. También controlaremos mucho mejor lo que comemos porque la producción de proximidad es mucho más ecológica evitando antibióticos, hormonas, herbicidas, pesticidas o fertilizantes que resultan especialmente nocivos para todos. Y encima, si los precios son razonables, evitaremos que nuestro sector agroalimentario dependa constantemente de subvenciones de las Administraciones que, aun siendo bienvenidas, no pueden convertirse en la única solución para garantizar su supervivencia.

Alguien podrá pensar que en lo de pagar menos estoy equivocada, y que al final los productos locales son mas caros que los que podemos encontrar en las superofertas de las Grandes Superficies que nos bombardean con precios imposibles en las que un litro de leche, que se utiliza sistemáticamente como reclamo, cuesta menos que el agua.

No obstante, teniendo en cuenta la ingente cantidad de dinero público que sale de nuestros impuestos para ayudar a este sector, compensando en parte nuestra falta de solidaridad con él, y la escasa calidad de los productos que se nos ofrecen como alternativas baratas al trabajo de nuestros productores- plagados de pesticidas, de piensos inadecuados, o de explotación laboral de todo tipo… por poner algunos ejemplos- no lo creo.

Como decía mi padre, al final, «lo barato, sale caro».

Si apostamos por lo nuestro, consumiendo el fruto del trabajo agrícola y ganadero de proximidad vamos a contribuir seguramente a mantener vivas muchas pequeñas explotaciones familiares asentadas en nuestros pueblos, luchando de forma efectiva y no de boquilla contra la lacra de la despoblación y creando el futuro que se merecen, porque se lo han ganado a pulso en bien de todos. Por cierto, la leche de José Manuel sabe a leche de verdad.

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