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Por si no habíamos tenido suficiente con las bizarradas de 2020 -a bote pronto se me vienen a la cabeza, pandemia mundial aparte, la cruzada contra Torrente de algunos puritanos suscritos a Filmin, la movida con el sapo venenoso de Nacho Vidal o la sospecha ... de que un 'bot' había ganado el premio Espasa es Poesía-, parece que 2021 viene pisando fuerte. Con una performance de estética híbrida entre 'Fantastic Mr. Fox', 'Watchmen', Guillermo del Toro y los Village People, varios cientos de seguidores de Donald Trump -instigados por el todavía presidente hasta el punto de que, por precaución, casi todas las redes sociales hayan decidido bloquearle sus cuentas- asaltaron el Capitolio de los Estados Unidos, en un simulacro de golpe de Estado informal, cutre y violento, justo el mismo día en que el Congreso estaba llamado a ratificar la victoria electoral de Joe Biden. La institución cumplió, por descontado, con su cometido y los votos certificados terminaron por recontarse, tal y como estaba previsto; pero la turba de 'freaks' ha conseguido dañar aún más un sistema democrático que, según el politólogo Noam Chomsky, ya lleva tiempo pendiente de un hilo.
Por la pasarela improvisada del Capitolio hemos visto desfilar seres híbridos, enanos, vikingos y superhéroes. El laberinto del fauno, por lo menos el de éste en concreto, es intrincado; para recorrerlo hace falta cargar con una masculinidad infantil muy mal llevada, cuyos delirios y frustraciones tratan de fundir la ficción con la realidad. Cuatro muertos, decenas de heridos y múltiples destrozos materiales y simbólicos después, solo queda esperar a que el fauno se vuelva a perder en su guarida subterránea para no dejar que salga nunca más.
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