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Del dos de mayo sí, que no del cuatro…o del cuatro también, ya lo veremos… porque hablando del pueblo de Madrid en la gloriosa jornada del 2 de mayo de 1808, Benito Pérez Galdós, en la primera serie de los Episodios Nacionales, ... escribía «...nuestro valiente paisanaje, sublimado por su propio arrojo y por el ejemplo, la pericia y la inverosímil constancia de los dos oficiales de Artillería, echazaba las bayonetas enemigas mientras sus navajas hacían estragos, rematando la obra de los fusiles».
Y es que los madrileños se alzaron al completo en lucha singular contra el enemigo de aquel momento, los franceses, en una cruenta batalla por mantener el Parque de Artillería de Monteleón en la que, a decir de Galdós, «cayeron algunos, muchos artilleros, y buen número de paisanos», tiñendo de heroica embriaguez un episodio que ha pasado a formar parte de nuestra historia con letras mayúsculas. Esos dos oficiales eran D. Luís Daoíz y D. Pedro Velarde, capitanes artilleros que fueron una inspiración para ese valiente paisanaje matritense al que entonces, como ahora, resultó imposible imponerse por la fuerza, y que en aquella fecha, como en ésta, se revolvió contra todo aquél que se atrevió a intentarlo siquiera.
Déjenme que, dada la efeméride, realice desde mi condición de «Artillera de honor», que ostento con el máximo orgullo, un pequeño homenaje a ambos personajes que, aunque para muchos, por desgracia, se han convertido, todo lo más, en el nombre de algunas calles o plazas de nuestra extensa geografía- y suerte que no las quiten por franquistas, que está la cosa que asusta- merecen nuestro reconocimiento, así como el máximo respeto que se fragua en el hecho de que ambos representan los valores del Arma de artillería y, aún más, los de nuestras Fuerzas armadas.
Porque Daoíz y Velarde, los héroes del 2 de mayo de 1808, supieron dar respuesta a las ansias de lucha e independencia del pueblo de Madrid ante la invasión napoleónica, representando para los que se alzaron en armas una firme esperanza frente a la intromisión ilegítima de los franceses en nuestro devenir histórico.
Ambos capitanes de artillería, con una dilatada carrera militar a sus espaldas, bregada en mil batallas, se encontraban en Madrid por aquelentonces; Daoíz al mando del Parque de Artillería de Monteleón y Velarde en el Estado Mayor del Cuerpo de Artillería.
A pesar de las órdenes expresas de la Junta de Gobierno de no entrar en combate contra los franceses, los dos artilleros se pusieron del lado de los madrileños que defendían su ciudad con uñas y dientes, un pueblo que rechazaba a los soldados franceses con piedras, palos, navajas y cualquier cosa a su alcance en una proporción de uno a ocho. De San Bernardo a Fuencarral, de la calle Mayor al Retiro o a la Casa de Campo, las calles de Madrid efervescentes, al grito de ¡Viva España!, ¡Muera Napoleón! (personificado en cada soldado francés), sentaron las bases para combatir al ejército imperial en defensa de la libertad e independencia española, que se conseguirían, con mucho esfuerzo de nuestros compatriotas, cinco años después.
En un primer momento, Velarde consiguió liberar la artillería de Monteleón que custodiaban las tropas francesas mientras las calles de Madrid se bañaban con la sangre de muchos españoles que luchaban por hacerse con la artillería para luchar contra un rival mejor preparado y mejor armado y al que los madrileños casi consiguieron doblegar, en gran parte, por la valentía y el arrojo de estos ambos artilleros.
Al grito de ¡Fernando VII!- un Rey que no se merecía un pueblo tan valiente- los españoles resistieron con todas sus fuerzas, con pocos hombres y aún menos piezas de artillería, aunque las suficientes para llevar la dignidad hasta las últimas consecuencias en la defensa del Cuartel de Monteleón, que se llevó hasta su último aliento y que brindó a estos dos capitanes de artillería el reconocimiento de los madrileños y su paso a la posteridad por su lucha defendiendo la soberanía española.
Cuenta Galdós que «el cuerpo de Daoíz fue trasladado a su casa, y el de Velarde fue profanado por el enemigo hasta que horas más tarde fue recogido y trasladado primero al cuartel y posteriormente a la iglesia de San Martín, donde fue amortajado con un hábito de San Francisco; al día siguiente, fue enterrado en el lugar denominado El Jardinillo, dentro del templo, junto a Daoíz»; así se mantuvieron juntos, como en la lucha, en nuestro recuerdo eterno.
Me acuerdo de un dos de mayo de no hace muchos años en el que el entonces Jefe del MACA, General Martínez Meijide, actual responsable de nuestra querida UME, nos enseñaba con orgullo los túmulos funerarios de ambos héroes que se recibían en aquella fecha en El Ferral, y le recuerdo emocionado, relatándonos la historia de los héroes en palabras parecidas a las que yo les traslado en estas líneas.
Pienso ahora, como lo pensé en aquella oportunidad, acerca de la fortuna que tenemos en España y en León, por compartir nuestra ciudad con el Mando de Artillería de Campaña, y cómo los valores que representaron Daoíz y Velarde permanecen incólumes en los actuales artilleros. El amor a la Patria, la valentía, el sentido del honor, el espíritu de servicio, el compañerismo y la disciplina son las enseñas que marcan el quehacer del Arma de artillería, que refuerzan la convivencia, la cohesión y su compromiso con España y con León, ahora y siempre.
Como sociedad, mucho debemos aprender de ellos, verdaderamente. Y mucho más ahora, cuando solo férreas convicciones nos ayudarán a afrontar el futuro con esperanza. Para mí, desde luego, sois todo un ejemplo. Artilleros, ¡Feliz 2 de mayo!
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