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Si Pedro Sánchez no hubiera convocado elecciones generales el 29 de mayo, los mismos que le están reprochando la convocatoria le estarían echando en cara que se aferrara al sillón, que no oyera la voz ciudadana expresada en las urnas y que no convocara inmediatamente ... elecciones. Hiciera lo que hiciera al Gobierno siempre se le achacaría no haber hecho lo contrario. Esta práctica ventajista y de trileros la llevan ejercitando las derechas políticas y mediáticas desde el minuto cero de la legislatura. Han desaparecido Pablo Casado y todo Ciudadanos pero siguen sus falacias, especialmente el invento de un fantasma que recorre España: «el sanchismo». Nadie lo ha definido pero sirve para dar mucho miedo a los inseguros y propensos o para que los descontentos y susceptibles desarrollen fobias. En resumen han tratado de crear en la ciudadanía un estado de ánimo irritado, depresivo, revestido de odio y resentimiento para que se imponga por encima de toda racionalidad, de cualquier debate sosegado e inteligente sobre los problemas existentes y sus soluciones. Y lo cierto es que lo han conseguido en una parte importante de la sociedad.
Durante estos tres años y medio el Gobierno ha debido enfrentarse a muchos imprevistos (pandemia, volcán, guerra en Ucrania, crisis energética y económica, etc.) de los que fuimos librando bastante mejor que otros países vecinos. Pero esto iba acumulando un gran disgusto de las derechas que se han pasado la legislatura anunciando y deseando catástrofes sin fin, dejando en evidencia la impostura de su patriotismo.
El asunto más escandaloso ha sido la insumisión constitucional bloqueando la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Pero la mayor contumacia la ha practicado en desacreditar y perjudicar la economía española y los intereses generales de los diversos sectores, empresas y trabajadores. Y en ello siguen, como se ha visto durante los últimos días. Primero el PP y Vox en Andalucía han puesto en peligro las exportaciones de fresas y otros frutos rojos con su ataque al acuífero y a la supervivencia del Parque Nacional de Doñana. A continuación en nuestra comunidad, Vox (con la tolerancia del PP) ha colocado al borde del abismo la sanidad del conjunto de la cabaña vacuna de Castilla y León por no aislar un brote de tuberculosis en Salamanca. En realidad por no aceptar los criterios veterinarios y no cumplir las normativas nacional y europea. Con ello perjudica a la sanidad de las vacas del resto de las provincias y también las exportaciones de toda la industria agroalimentaria a la Unión Europea (nuestro principal cliente) porque pierden credibilidad nuestros controles de calidad. El grado de irresponsabilidad en estos asuntos solo se ve superado por el de la ignorancia y el populismo de esos políticos, que tienen la obligación de resolver problemas y, en cambio, se dedican a provocarlos.
Para rematar los disparates nos queda Feijoo, quien ya había demostrado unos conocimientos económicos equiparables a su nivel de inglés. A falta de sabiduría va derrapando de mentira en mentira. El pasado 8 de junio intervino en un «foro de emprendedores» donde habló del «estancamiento » y del «declive económico» de nuestro país. Lo hizo el mismo día en que se sabía que la OCDE, la Unión Europea y el Banco de España avalaban un crecimiento del 3,8% interanual para nuestra economía, la más dinámica dentro de la zona euro. Y lo hizo el mismo día en que se supo que Tesla negocia instalar una fábrica de vehículos eléctricos en Valencia con 4.500 millones de inversión. La ministra Mª Jesús Montero indignada afirmó que esas declaraciones «incapacitan para gobernar a alguien que a través de la mentira intenta ahuyentar a los inversores». Evidentemente se quedó corta. Ahora bien Feijoo ha dejado claro que está completamente alineado con aquél gañán asesor que tenía Pablo Casado y que alegremente nos pronosticó y deseó un paro del 30 % cuando comenzó la pandemia. Eso es lo que habríamos tenido si los paletos ─ que no habían oído hablar de los ERTEs ─ hubieran estado gobernando este país en aquellas circunstancias.
Los gobiernos del PP y Vox en Castilla y León y en Andalucía están jugando con las cosas de comer por ganar unos puñados de votos desinformados. Nos están dejando claro lo que se puede esperar de ellos si alcanzan el Gobierno de España: problemas y más problemas, especialmente con la Unión Europea donde se aliarán con Orbán, Meloni y Salvini que, según han declarado, los esperan con los brazos abiertos para sabotear lo que tantos años ha costado construir.
Aunque sea un ejercicio retórico, los ciudadanos tienen derecho a saber si cuando el PP habla de «desmontar el sanchismo» se refiere a disminuir el salario mínimo interprofesional 344,1 euros o la pensión media de jubilación 291 euros para volver a como las tenía Rajoy; o aumentar el número de parados en 512.890 para volver a las cifras de 2018. Porque esas y muchas otras son las cifras del sanchismo de las que no quieren hablar el PP y Feijoo.
Ahora bien, mientras Feijoo intenta eludir como puede los debates y pronunciarse sobre su programa económico, el sábado en un mitin de Santiago de Compostela prometió «si ganamos habrá sitio para bastante gente». Ese es su verdadero programa, el mismo de Baltar en Orense, solo que él promete la piñata dentro de la M-30. Eso explica también el estado de ansiedad de los medios de comunicación que proclaman la victoria del PP y Vox sin haberse celebrado las elecciones.
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