Ya todos sabemos que la Unión Europea (UE) aprobó enviar a los 27 Estados miembros 750.000 millones de euros, entre 2021 y 2026, para combatir los estragos económicos producidos por la covid-19. Se ha llegado a hablar de 'momento hamiltoniano', para definir el ... acuerdo solidario de compartir con los Estados miembros una enorme inversión en proyectos de enorme alcance transformador y modernizador, y la correspondiente deuda que ello implica.
No es solo esto lo que acerca la Unión Europea a Estados Unidos. A diferencia de lo que sucedió en la Gran Recesión de 2010, consecuencia de la crisis financiera, las políticas europeas y americanas son muy parecidas. En 2010, la inversión de choque decidida por Barack Obama, de corte keynesiano, contrastó fuertemente con la desastrosa política de austeridad impuesta por los países acreedores en la UE, con Alemania al frente. Una década después, la crisis pandémica ha visto, afortunadamente, una sintonía en ambos lados del Atlántico. La Administración de Joe Biden ha decidido, inmediatamente a su elección, tres colosales paquetes inversores, que están en trámite en el Congreso de los EE UU.
La magnitud de tal inversión es tres veces la europea, aunque hay que tener en cuenta que la mitad de las cantidades acordadas por Biden –si el Congreso las aprueba– van dirigidas a empezar a construir en Estados Unidos algo parecido al ya consolidado 'Welfare State' en Europa. También hay que constatar que la Reserva Federal norteamericana tiene más capacidad de maniobra monetaria y de emisión de dólares que el poderoso Banco Central Europeo. En cualquier caso, las políticas económicas y monetarias de EE UU y la UE caminan ahora en la misma dirección. La reacción de la economía americana ha sido de rápido crecimiento en el primer trimestre de este año. La de la economía europea ha sido más lenta. Pero no debe preocuparnos que EE UU vaya a liderar la recuperación. Será positiva para economías interdependientes que representan un alto porcentaje del PIB mundial.
La Administración de Biden ha decidido tres colosales paquetes inversores
No obstante, hay algo en lo que Biden se ha adelantado claramente a la Unión. El gigantesco endeudamiento originado por la inversión tan potente que han desencadenado EE UU y Europa, y el déficit presupuestario consiguiente, obliga, se quiera o no se quiera, a un aumento significativo de la presión fiscal. Biden está siendo audaz aquí también. Y lo ha enfocado demostrando que es un presidente progresista. A años luz de la reaccionaria e injusta política tributaria de Trump. Biden se propone aumentar el impuesto de sociedades, el impuesto sobre la renta de las personas físicas y las rentas del capital a las grandes corporaciones y fortunas. Con el apoyo directo de Janet Yellen, la primera mujer en dirigir la Reserva Federal.
En estos mismos días conocíamos que Yellen –que desde el 26 de enero de este año se desempeña como secretaria del Tesoro en la Administración Biden– ha urgido al Congreso a adherirse al plan de la Casa Blanca de pagar 4,1 billones de dólares de gastos con mayores impuestos. Impuestos más altos a las compañías y los americanos más ricos, para así financiar los 2,3 billones de dólares de gasto en infraestructura y 1,8 billones en programas sociales a lo largo de la próxima década. Naturalmente, este plan ha recibido la crítica de Wall Street, de las corporaciones y de los legisladores republicanos. Ellen se defiende señalando que los tipos de interés son históricamente bajos y lo estarán por un tiempo.
A lo anterior hay que añadir que en marzo se lanzó por Biden un plan de estímulo de 1,9 millones de dólares, que está en el origen de la aceleración del crecimiento de la economía después del parón del invierno. En Europa no hay aún una propuesta similar en cuanto a la subida de impuestos a las corporaciones con más beneficios y las mayores rentas. Los Tratados obligan a la unanimidad si se quiere armonizar los impuestos. Lo que, por tanto, conduce a una parálisis total en ese campo. Hablar de subir impuestos a quienes pueden pagarlos, para devolver la imprescindible deuda contraída en la actual crisis, parece un tabú. No solo eso. En la propia Unión Europea hay verdaderos paraísos fiscales que hacen competencia desleal a otros socios. Véase Irlanda, con tipos muy bajos a las rentas altas; o Luxemburgo; o Países Bajos. Esto es lo que, desde que los demócratas ganaron las elecciones presidenciales y legislativas, diferencia a América de Europa. Pero esta no tendrá más remedio que afrontar una reforma fiscal profunda. España también. Entre otras cosas para no dejar en herencia a los más jóvenes una losa en forma de deuda.
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