Focos de contagio

Ya pueden cerrar el ocio nocturno, diurno, confinar la vida ciudadana hasta el límite domiciliario, que mientras uno de los principales focos de contagio continúe esparciendo coronavirus, los índices, las cifras fatales, no dejarán de aupar las estadísticas.

Me refiero a los centros de enseñanza media, los colegios e institutos. No es solamente que las medidas adoptadas por parte de la Consejería de Educación hayan resultado bien raquíticas, pues doy fe de que, por ejemplo, en el Colegio Virgen Blanca de la capital sigue habiendo aulas con 27 y 28 alumnos a escasos 70 centímetros de distancia entre los pupitres (tengo a mi cargo, con 64 años cumplidos, ocho grupos de 1º a 4º de ESO: dos de 20 alumnos y seis de 27-28), sino que estamos hablando, en gran parte, de población adolescente (12-15 años), que, como ya hemos dicho en otras ocasiones, adolece de la falta de disciplina necesaria para cumplir las normas de distanciamiento, no solo tras las salidas, en la vía pública, donde los centros dejan de ser responsables, sino en los pasillos y especialmente en los patios, en los cuales es imposible mantenerlos separados. Habría que poner, sin exagerar, un profesor cada dos o tres alumnos para evitar que se agrupen y reagrupen.

De modo, que se tocan, se empujan, juegan como saben y el virus corre entre ellos como pólvora encendida que, posteriormente, prende también entre sus familiares, muchos población de riesgo.

Tal vez ha llegado la hora de sopesar si es preferible que los alumnos se socialicen en el aula al riesgo que estamos diciendo, o bien optar por impartir la enseñanza a distancia si de esa manera se consigue apagar este explosivo foco de expansión de la pandemia.

Y es que ya lo dijo el clásico: mens sana in corpore sano.