Cuando Sofía estaba embarazada de Dimas, por culpa de mis constantes supersticiones no compramos nada hasta que la fecha estaba casi cumplida. Una de las cosas que mi mujer siempre quiso y por la que decidí arriesgar, era una capota para el carrito de bebé ... que plasmaba una divertida colección de coches de Andy Warhol.
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Sin duda era bonita pero lo mejor era que le daba un punto cultureta al asunto, y eso en una ciudad de provincias siempre luce, ya que como bien decía la propaganda de la empresa del carritos: «la colaboración celebra el amor del artista por las mentes creativas y curiosas de los niños y su habilidad para crear trabajo atemporal que trasciende a cualquier era o tiempo». Casi nada.
La capota era tan exclusiva que sólo se podía adquirir vía internet ya que la empresa que las vendía estaba en Barcelona. La operación ya perdía puntos, la complicación a veces te quita las ganas. Pero la razón de mayor peso para descartar la compra fue que una pareja que vivía en nuestra misma calle y habían tenido un niño se nos adelantaron con la idea.
Ese fue mi primer encuentro con uno de nuestros mejores amigos. Pero cada vez que les veía pasear con aquella capota me daban ganas de increparles, ¡ya me jodieron la exclusividad! Al final tuvimos que ir con la típica capota de color beige, uniformados y sin ese punto de mentira intelectual.
La vida quiso que coincidiéramos constantemente con ellos, en el supermercado, en las atracciones de Navidad o en el gran Big Beng.
Pero la auténtica suerte para nosotros fue que cuando fuimos a escolarizar a nuestro pequeño, la primera persona a la que nos encontramos en el colegio fue a su hijo, el genial Amador.
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Dicen que los niños nos dan constantemente lecciones de vida. Antes de la pandemia cuando todo era más o menos convencional, coincidíamos en la parada del autobús del colegio. Dimas y Amador iban juntos en la primera fila, volviendo loco al chófer, e indicándole cuando se ponía el semáforo en verde, rojo o incluso ámbar.
Una de las cosas más maravillosas de nuestra educación es la llamada inclusión que tanto ha peleado mi admirada y querida Gema Seoane, la mamá de Rodri, otro de nuestros mejores amigos. Gema es de esas personas que ha dado más a la llamada inclusión que lo que ha podido recibir de ella.
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Dimas y Amador cursan ya primero de Primaria junto con sus compañeros desde los tres años. Una clase como tantas otras donde la inclusión está muy presente y donde ese erróneo concepto de la normalidad está en desuso.
En mi pequeña experiencia como padre, mi hijo me ha servido siempre de ejemplo, y gracias a él, he podido comprobar que se benefician más el resto de los niños que los propios 'incluidos'. No les quepa la menor duda de que esto es así. La suerte es nuestra. A pesar de que en ocasiones los padres tienden a darle más importancia a lo académico, con ese miedo a que la clase no baje el nivel.
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Hoy sábado se celebra el Día Mundial de Concienciación del Autismo, en nuestro país se estima que cerca de medio millón de personas tienen trastorno del espectro autista, 4.200 nacimientos de niños con TEA al año. Pese a estar tan presente en nuestro día a día, muchos de ellos se enfrentan a un alto nivel de discriminación y aun más de acoso escolar, fundamentalmente por tanto prejuicio absurdo y falta de concienciación.
Amador es nuestro mejor amigo, y eso que algún sábado me deja sin tapas a la hora del vermú, es fino y muy elegante, de los pocos a los que les queda bien el vaquero Levi´s 501 etiqueta roja con las Air Jordan. Amador nos ha hecho a todos pensar mucho, y sobre todo nos ha hecho mejores personas.
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