Acaban de cumplirse diez meses de la agresión rusa a Ucrania. En este tiempo ha cambiado considerablemente la percepción de la opinión pública europea en torno a la misma. En los últimos días del mes de febrero se veía la agresión rusa como un hecho ... que estaba poniendo en peligro la Unidad Europea y que podía llevar, incluso, al fin de la misma, en la medida en que los Estados miembro posiblemente no se iban a poner de acuerdo en torno a la guerra de agresión y no iban a ser capaces de establecer un frente unido frente a Rusia. A mediados del conflicto, en los primeros meses del verano, se constataba que, efectivamente, la Unión Europea y los Estados miembro estaban actuando al unísono, con políticas convergentes, incluso habiendo aprobado ya cuatro paquetes de sanciones que están dificultando, enormemente, el desarrollo de la guerra. Se entiende que Rusia no había conseguido su objetivo de conquistar Kiev pero, al mismo tiempo, la Unión Europea supo ver que el régimen de Putin todavía tenía fuerza y capacidad suficiente para destruir Ucrania.
En estos meses, el debate en los medios de comunicación y la percepción pública no se situaban tanto en la reacción de la Unión Europea frente a la agresión, donde ya se había demostrado la capacidad de actuar conjuntamente, sino en el plano energético. Se pudo ver cómo los precios de la energía (en especial el petróleo y el gas) eran un instrumento que le otorgaban a Rusia, como principal vendedor de energía a la Unión Europea, tener la sartén por el mando y el mango frente a la UE. Y que nos íbamos a encontrar indefensos frente al mismo. Lo cual iba a llevar no solo a la retirada de las sanciones, sino también a una división entre los Estados miembro, ya que los grados de dependencia energética rusa no eran los mismos, y algunos de los grandes como Alemania se encontraban entre los más dependientes.
En los meses siguientes se refutaban estas afirmaciones, de forma paulatina, ya que Rusia comenzaba a retirarse del territorio ucraniano de manera desordenada y con prisas; y, por lo tanto, no tenía la fuerza que 'a priori' se presumía. También se señaló que, posiblemente, como consecuencia de los efectos negativos de las sanciones en la economía europea, los ciudadanos iban a presionar a sus Gobiernos para así reducir la ayuda a Ucrania y solicitar la retirada de las sanciones. Especialmente se podía especular que la llegada del invierno sería determinante pues Rusia lograría sus objetivos.
No obstante, esto no ha sido así, ya que, por un lado, los eurobarómetros, tanto el de septiembre como el de diciembre del Parlamento Europeo, demuestran que la Unión Europea y sus ciudadanos apoyan de forma considerable la política europea en torno a Rusia. En este sentido, el 74% de los ciudadanos a comienzos del mes de diciembre apoya las medidas adoptadas por la Unión Europea tanto en materia de sanciones, ayuda económico financiera, militar y humanitaria, a Ucrania. Esto también ha llevado a un fortalecimiento de la posición de la Unión Europea tal y como se puede observar en las conclusiones del Consejo Europeo del pasado 15 de diciembre, que son las más rotundas de los cinco consejos celebrados desde el comienzo del conflicto, donde de manera telemática los 27 Estados miembro mostraron un rechazo contundente a la violación rusa del derecho internacional público.
También hay que resaltar que, en el acuerdo interinstitucional del Parlamento Europeo, Consejo de la Unión Europea y Comisión Europea, por el que se establecen las prioridades y la agenda política de los próximos 18 meses, se da una importancia considerable al rechazo a la agresión rusa a Ucrania, un fortalecimiento del apoyo al país vecino, así como la continuación de la adopción de políticas y medidas para incrementar la autonomía estratégica y disminuir la dependencia energética. Lo mismo podemos decir del programa de la presidencia sueca que comienza el 1 de enero, donde se dedica un número considerable de propuestas de acción al rechazo a la agresión rusa.
Con ello es posible ver que la unidad y el fortalecimiento de la Unión Europea, y la cohesión entre los Estados miembro, no solo no se ha debilitado, sino justo lo contrario. E incluso la decisión del Consejo de la Unión Europea el pasado 19 de diciembre en el que, por fin, se ha logrado un acuerdo para fijar en 180 euros el precio tope de la compra del gas externo, es un buen ejemplo del poderío de la posición de la Unión Europea, que se incrementa. Incluso cuando se pensaba que la llegada del invierno se iba a doblegar frente a Rusia. Es posible afirmar que esta vez parece que el mejor general ruso, que no es otro que el general invierno, no está venciendo a la Unión Europea.
En la actualidad, la reducción de los precios de la energía confirma que las preocupaciones iniciales no son para este invierno, sino para el del año 2024. Estas consideraciones no evitan que continuemos con la preocupación de un posible relanzamiento de las hostilidades a través de Bielorrusia en las próximas semanas. Con el fin de tratar de realizar un último intento de conquistar Kiev mediante la apertura de un tercer frente de hostilidades. Ya que los otros dos, uno al este y el otro en el sur del país, se encuentran estabilizados y parece que sin posibilidad de grandes avances rusos.
Creemos que la Unión Europea se ha fortalecido como consecuencia de la agresión tanto interna como internacionalmente ya que ha conseguido tener una posición unitaria en torno a la guerra, ayudando de forma considerable a Ucrania, puesto que, en definitiva se entiende que la agresión iba contra nuestro modelo político, económico y social; y, especialmente, contra nuestros valores, derecho y estado de derecho. Lo sorprendente empieza a ser que, a pesar de que la UE es una potencia normativa, está haciendo frente a la agresión militar, y entendemos que los factores políticos, diplomáticos, económicos, financieros, humanitarios, las sanciones… están teniendo más relevancia que incluso los militares a la hora de la resolución del conflicto.
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