La Estrella de Belén, mucho más que un cometa

«Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al Oriente y venimos a adorarle (Mt 2:1,2).»

Carlos Javier Taranilla

Miércoles, 29 de diciembre 2021, 10:44

Por parte de escépticos y no tan escépticos se han buscado varias hipótesis astronómicas acerca de este relato bíblico, recogido en el evangelio de san Mateo (2:1,2), que habla de una estrella refulgente, que según la tradición cristiana guió a los Reyes Magos ... hasta el portal de Belén, donde acababa de nacer el niño Jesús; y todas coinciden, grosso modo, en la existencia de ciertos episodios planetarios que podrían haber tenido lugar por aquellas fechas.

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Según afirma Mark Kidger, del Instituto de Astrofísica de Islas Canarias, probablemente coincidieron varios fenómenos, entre ellos, lo que se conoce como una «conjunción triple» de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, fenómeno ya observado por el astrónomo Kepler en 1603, quien, tras numerosos cálculos, llegó a la conclusión de que se repetía cada 805 años y que, en aquel entonces, había tenido lugar entre los años 7 al 6 a. C. En estos casos, las órbitas de los dos planetas se alinean con la Tierra de modo que estos parecen acercarse y separarse en el cielo hasta tres veces a lo largo de unos meses, produciéndose una alineación entre el Sol, la Tierra, Júpiter y Saturno que hace que estos dos últimos se vean muy brillantes desde el nuestro.

Así opina también el profesor David Hughes, astrónomo de la Universidad de Sheffield, Reino Unido, quien lleva estudiando la famosa estrella desde la década de 1970. Por su parte, Tim O'Brien, director asociado del Observatorio Jodrell Bank en Cheshire, Inglaterra, indica que una vez que los planetas alinearon sus órbitas, la Tierra «se adelantaría» a los otros y Júpiter y Saturno aparecerían cambiando de dirección en el cielo nocturno. Teniendo en cuenta que una triple conjunción como esta sólo se ha dado en la constelación de Piscis una vez cada 805 años, el fenómeno –aproximadamente, en aquel año, el 12 de abril, el 3 de octubre y el 4 de diciembre– tuvo que tener una gran resonancia en una época dominada por las supersticiones. Desde el punto de vista simbólico, coincidiría con los primeros signos cristianos, que identificaban los peces con Cristo por su relación con el agua, fuente de vida.

Así mismo, se sabe que en el año 5 a.C. –recordemos que la cronología actual tiene un desfase de cinco o seis años según los cómputos de Dionisio el Exiguo, que omitió los primeros cuatro del reinado de Octavio y no tuvo en cuenta el año cero, puesto que entonces se desconocía esa cifra en Occidente–, a comienzos de la primavera, concretamente el 31 de marzo, una estrella del tipo nova, es decir, una enana blanca en la que se producen explosiones termonucleares de un gran resplandor, estuvo brillando intensamente durante setenta días en la constelación de Capricornio, de lo cual ya dejaron constancia los astrónomos chinos. Quizá pudo esta ser la que guió a los Magos, teniendo en cuenta que el nacimiento de Jesús era conmemorado por los primeros cristianos entre finales de marzo y principios de abril. Considerando que la muerte de Herodes I el Grande se sitúa un año después, esto es en el 4 a.C., cabría la posibilidad de que estuviésemos ante la estrella de Belén.

Lo que cae fuera de la realidad es la atribución al cometa Halley, como se ha hecho en varias ocasiones, porque el paso de este tuvo lugar varios años antes, en el 12 a.C., registrado por los astrónomos chinos como todos los fenómenos celestes, mientras en Occidente aún se creía en la inmutabilidad del Universo y los cometas eran achacados a fenómenos de la atmósfera terrestre, como dice Miguel Gilarte Fernández, director del Observatorio Astronómico de Almadén de la Plata (Sevilla) y presidente de la Asociación Astronómica de España, quien también sostiene que podría haberse tratado de una potente supernova, una estrella decenas de veces más grande que el Sol que explotara, pero ni hay registros de ello ni restos en el cielo.

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No obstante, el citado astrónomo Mark Kidger, que trabaja también para la Agencia Espacial Europea, sostiene que habría hecho falta mucho más que un movimiento de planetas para que expertos astrólogos se pusieran en marcha e insiste en una potente explosión, como pudo ser la de la nova DO Aquilae, que volvió a estallar nuevamente en 1927, y confía en que los radiotelescopios del futuro sean capaces de detectar la débil burbuja de gas alrededor de este cuerpo celeste para calcular el momento exacto en que comenzó a expandirse.

En consecuencia, está dentro de lo probable que unos magos o astrólogos mesopotámicos o persas, después de haber observado la infrecuente conjunción interplanetaria, o bien el brillo inusual de una estrella en el firmamento, decidieran seguir su rumbo y llegasen así a la ciudad de Belén, donde, según la Biblia, se produjo el nacimiento del Mesías. ¿Casualidad o intervención divina? Depende de lo escéptico que pueda llegar a ser nuestro punto de vista.

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(Texto extractado de mi libro «Grandes enigmas y misterios de la historia», 2ª ed. Almuzara, 2017.

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