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Estado de bienestar e impuestos

Estado de bienestar e impuestos

El otoño avanza con un debate de fondo que prefigura la campaña de elecciones municipales y autonómicas de primavera: los impuestos

Miércoles, 5 de octubre 2022, 18:14

El otoño avanza con un debate de fondo que prefigura la campaña de elecciones municipales y autonómicas de primavera: los impuestos. Se trata de un asunto esencial que las derechas plantean de forma falsaria, preguntando individualmente si cada quien quiere pagar más o menos impuestos. ... Una pregunta demagógica que solo puede obtener respuestas obvias, como si nos preguntaran si queremos ganar más o menos dinero, estar sano o enfermo, trabajar más o menos (por la misma retribución). Todas las respuestas particulares son tan previsibles como inútiles para diseñar cualquier proyecto de sociedad o para sostener una controversia política seria. Sin embargo esa es la idea fuerza en la posición de las derechas.

Las barbas del vecino…

Para entender de qué se está hablando conviene recordar que, según EUROSTAT, en 2022 la recaudación fiscal en España es del 37,5% del PIB, es decir, dos décimas por debajo de Portugal. Algo que por lo visto Feijoo también desconoce, como siempre que se refiere a algo de economía. La media europea es del 41,8%: Alemania está en el 41,4; Italia y Suecia, en el 43,7%, Francia y Dinamarca en el 47,6% de presión fiscal sobre su PIB. Por lo tanto, cuando las derechas hablan de que España es un infierno fiscal sencillamente mienten, porque estamos un 4,3% por debajo de la UE. Y cuando bajan los impuestos y prometen bajarlos más, están proyectando alejarnos de los países europeos con mejor estado de bienestar para acercarnos a los últimos, Rumanía (27,2%) e Irlanda (20,8%), un paraíso fiscal insostenible dentro de la UE. Ese es su programa máximo a largo plazo.

La estupidez y el despropósito derechista sobre impuestos ha alcanzado su grado máximo con el partido conservador británico, cuya deriva en los últimos tiempos es grotesca. A la nueva primera ministra, Liz Truss, le ha bastado anunciar una bajada generalizada de impuestos, especialmente a los ricos (50.000 millones de libras, con el consiguiente incremento de la deuda pública) para hundir la libra esterlina y provocar otra crisis económica suplementaria a la que ya venimos padeciendo todos los países desarrollados. Los grandes inversores internacionales no se creen majaderías como la «Curva de Laffer» —que se recaude más bajando los impuestos— y otras sandeces de la «economía vudú», algo que todavía predica el gobierno madrileño y a la que se ha sumado el andaluz. Esos grandes fondos piensan en términos de solvencia (¿cómo podrían recuperar sus préstamos de un país que no cobra impuestos y acumula una enorme deuda pública?). En el mismo sentido se han expresado la OCDE, el FMI y el Banco Central Europeo: no es el momento de bajar impuestos e incrementar la deuda pública de los países. Lo extraño es que la derecha británica tiene como imitadores a las derechas española e italiana que acaba de ganar las elecciones prometiendo rebajas fiscales a los más ricos (que por algo llevan dentro de la banda a Berlusconi). Es nuestro caso, sin moneda propia, una política fiscal insolvente por la bajada demagógica de ingresos sería castigada con un incremento de la prima de riesgo y el encarecimiento súbito del coste de la deuda pública. Algo que a algunas comunidades autónomas parece que no les importa, porque se comportan como enemigas del Estado.

Finalmente el gobierno británico ha tenido que rectificar ante la catástrofe que había provocado.

El Partido Popular y las comunidades autónomas que practican o pregonan las bajadas de impuestos juegan con fuego porque no dicen cómo se van a financiar los servicios públicos que ya actualmente exigen más fondos. Pero, además, están provocando que en algún momento, los países contribuyentes netos a los presupuestos comunitarios se planten y nieguen transferencias a los que, como Italia y España, somos perceptores netos de esos fondos. De los impuestos que pagan daneses, franceses o alemanes, entre otros, dependemos para mantener las inversiones en infraestructuras, en política agraria o para la recuperación después de la pandemia por poner algunos ejemplos. ¿Con qué legitimidad política les podemos pedir que nos sigan financiando políticas públicas si aquí se bajan los impuestos? Igualmente carecen de legitimidad aquí las autonomías como Andalucía que rebajan impuestos a los ricos por valor de 900 millones y a continuación piden al estado 1.000 millones para paliar la sequía.

¿Qué estado de bienestar queremos?

Al final de todo el programa político de impuestos se encuentra qué estado de bienestar se quiere tener en el futuro, qué prestaciones públicas se planifican para los ciudadanos por parte de cada partido político. La sanidad puede ser el mejor ejemplo porque absorbe más presupuestos que ningún otro servicio, pero el análisis vale igualmente para educación, justicia, obras públicas, etc. A finales de agosto, la doctora María Victoria Mateos del Hospital de Salamanca fue galardonada en Los Ángeles (USA) como la mejor investigadora clínica del mundo en mieloma. Se trata de un reconocimiento insólito por darse en un país que objetivamente está a la cabeza mundial de las investigaciones y tratamientos médicos. La doctora ponía de relieve que se trataba de un reconocimiento a todo el «grupo de trabajo español» sobre mieloma dentro del cual se halla también el servicio de hematología del Hospital de León. La galardonada destacó que «en sus viajes internacionales, le preguntan si esos tratamientos que se dispensan a los afectados son gratuitos, algo a lo que ella responde afirmativamente para sorpresa del interlocutor». Y esa es una característica básica de nuestro sistema nacional de salud: la gratuidad para los pacientes, algo excepcional en la mayor parte del mundo que aquí se olvida o no se valora suficientemente, quizás porque no se le informa a los pacientes de los costes. Lo cierto es que la sanidad española cuesta mucho dinero que sale de un solo sitio, de los impuestos que pagamos. La doctora Mateos afirmaba también que gozamos de una sanidad con muchísimas virtudes pero también con algunas carencias, en primer lugar de personal (especialmente en atención primaria). Seguir mejorándola exigirá grandes presupuestos que solo pueden salir de un incremento de la recaudación de impuestos.

También en agosto, Sergio del Molino escribió un artículo («1.246 euros») en el que se refería al coste de los tratamientos médicos. Como hemos hecho otros enfermos crónicos, se había molestado en buscar el importe de los fármacos ordinarios prescritos para su enfermedad. Y, asombrado por el mismo, concluía que «la universalización de la sanidad [española], un milagro que solo sucede en un club pequeño de países y por el que suspiran cientos de millones de desarrapados en los cinco continentes…es la diferencia entre una sociedad que cree en el progreso y en la igualdad, y otra donde cada cual se salva como puede». Valdría resumir, entre una sociedad que paga impuestos y otra que los desacredita y evita.

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