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Fin del estado de alarma

Ayuso puede seguir saliendo a la calle sin temor a encontrarse con su exnovio y los madrileños pueden seguir tomando cañas

Miércoles, 5 de mayo 2021, 11:18

Han pasado casi catorce meses desde que se declaró por primera vez el estado de alarma tras la aparición de la pandemia. El próximo día 9 finaliza la última de las prórrogas. El Gobierno ha declarado que no piensa solicitar al Congreso ninguna más ... y redoblan las peticiones de las comunidades autónomas (Galicia, Castilla y León, País Vasco…) y de varios partidos para que se amplíe el plazo de vigencia de las medidas excepcionales. Es momento de recordar las furibundas críticas que recibió el gobierno por dejarnos a los españoles sin libertades (a los madrileños sin cañas, según Ayuso) así como las agónicas votaciones (en medio de injustificables insultos) para sacar adelante las sucesivas prórrogas de esa medida excepcional. Ahora, aquellos mismos críticos le piden al Gobierno que prorrogue la situación o –más difícil todavía- que se adopte una medida que tenga los mismos efectos jurídicos pero que no se llame estado de alarma para no reconocer sus falacias. Así ha sido el comportamiento de la oposición durante toda la pandemia: frívolo, insolvente y oportunista. Nada parecido a cualquier otro país europeo.

Lo cierto e importante es que ahora mismo (y desde hace semanas) la incidencia del virus en España (250/100M) está muy por debajo de otros países próximos como Suecia (722), Holanda (647), Francia (586), Alemania (327) o Italia (299), a 30 de abril. Por supuesto, las cifras en algunas comunidades autónomas son muy inferiores a la media nacional, siempre con Madrid encabezando las peores cifras (369/100M). Cuando nuestras cifras de contagio eran más altas que las de los países vecinos, la oposición y la prensa de derechas lo daban a diario en primera página y las atribuían a la «gestión criminal» del gobierno. Ahora callan (especialmente las cifras de Madrid) aunque, conociendo su comportamiento tradicional, más de uno estará rezando para que esto empeore. Mientras tanto se entretienen enredando con Astra Zeneca. Algunos que exigen la continuidad del estado de alarma, si les hicieran caso, a continuación acusarían al gobierno de hundir la próxima campaña turística. Tal es el cinismo político alcanzado.

Hace bastantes años Moisés Naim formuló el concepto de necrofilia ideológica como «el amor ciego a ideas que siempre fracasan». Lo hizo pensando en Iberoamérica y en la incapacidad de muchos países para salir de sus círculos viciosos y de la postración populista. Por supuesto el tiempo le ha dado la razón, pero ocurre que últimamente la enfermedad se ha contagiado a una parte de los dirigentes políticos y de los medios de comunicación españoles solo que desde la impostura y la falsedad consciente. El peor ejemplo está en el independentismo catalán estorbando la gobernabilidad, el progreso y el bienestar de esa autonomía con el apoyo de cerca de la mitad de los catalanes, tan perjudicados como los demás habitantes de aquella comunidad.

Esa competición irracional y casposa ahora la encabezan Ayuso y el PP madrileño con un relato de la libertad tan gallináceo que da vergüenza ajena escucharla. Como se ha podido comprobar en la campaña madrileña el populismo y las ideas muertas son eficaces para intoxicar y devaluar una contienda electoral que ya había comenzado por los cerros de Úbeda. No ha habido una comparativa de programas sino un choque de relatos basados en la descalificación mutua. Con gran esfuerzo de algunos, las candidaturas llevaban tres días hablando de Madrid, de sus problemas (gestión de la pandemia) y soluciones, incluso hasta habían celebrado un debate entre sus líderes. En ese momento, la campaña fue reventada en otro debate al que ya no quiso asistir Ayuso, habida cuenta de la inanidad personal demostrada en el primero. La segunda parte de la campaña volvió a proclamas tan grandilocuentes como hueras para ideas tan falsas como muertas. Parecía una contienda entre populistas iberoamericanos en la que, evidentemente, no participaba Ángel Gabilondo, cuya imagen y discursos de profesor desentonan completamente en este ambiente agresivo y en debates devaluados hasta lo insoportable. La derecha ha demostrado que sabe utilizar el relato mágico, la crispación y la polarización mejor que nadie. Llevaba todo un año ensayando con la explotación de los traumas derivados de la pandemia y lo ha rematado en esta campaña.

Ayuso ha sobado la consigna de «libertad a la madrileña» hasta la completa banalización. Los contenidos fiscales (además de tomar cañas) los define el auténtico «hombre fuerte» de su gabinete: el consejero de Hacienda, Javier Fernández Lasquetty, anteriormente secretario de Aznar en La Moncloa, después dirigente de FAES, a continuación Consejero de Sanidad con Ignacio González que hubo de dimitir (2014) cuando fracasó su intento de privatizar la sanidad madrileña. Posteriormente, para desintoxicar, fue Vicerrector de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala (2015-2018) donde se forman las élites centroamericanas en el dogma neoliberal absolutamente compatible con un populismo como el de bolivarianos y peronistas. Esta liberal «universidad» prohibió a Mario Vargas Llosa la presentación en sus aulas, en 2019, de la magnífica novela Tiempos Recios. Entre otras perlas, Lasquetty recetaba a los estudiantes guatemaltecos: «Por Dios, no copien el sistema de países como España o el de muchos países europeos, porque entonces terminarán teniendo la misma esclerotización del gasto público». Para los Lasquettys, Biden debe ser una nueva reencarnación de Satán. La auténtica libertad para estos neoliberales es la de los centroamericanos que emigran a los Estados Unidos huyendo de la miseria y la delincuencia. Y, si logran entrar (después de todas las penalidades imaginables), tendrán la libertad de enviar remesas de dólares a sus familiares de las que, obviamente, se benefician las oligarquías locales y neoliberales.

Y, sin embargo, sin desgaste previo y sin programa político conocido, Ayuso ha ganado abrumadoramente las elecciones en Madrid. Ha contado con la inestimable ayuda de unos rivales, especialmente PSOE y Podemos, que han ido completamente a remolque de la campaña derechista en su embarrado terreno de juego. El PP ha conseguido sus dos objetivos: devorar a Ciudadanos e infligir una derrota a la izquierda en una elección autonómica emblemática.

A partir de ahora Ayuso puede seguir saliendo a la calle sin temor a encontrarse con su exnovio y los madrileños pueden seguir tomando cañas, como hasta ahora, sin temor a nuevos estados de alarma.

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