Últimamente, el respetable está «más pa'allá que pa'acá», que decía mi abuela. Unos han salido tocados de la pandemia, otros estamos un poquito cucú desde hace tiempo y la mayoría vamos tirando, aguantando marejadillas cotidianas o capeando fuertes marejadas en el estrecho situado ... entre la salud mental y la enfermedad. Afortunadamente, no nos ha llegado el tsunami que nos lleve por delante.

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Porque a la Forqué se la ha llevado. A la Forqué, joder. A ella, precisamente. A la más alegre, a la más divertida, a la de voz ingenua y picante, a la de ojos tan transparentes como su piel, a la de la sonrisa luminosa. A la única que parecía capaz de surfear la gran ola, de cabalgar las Mavericks.

Vivir no es fácil para nadie, pero a algunos les resulta mucho más difícil que a los demás, tanto que ducharte supone mayor esfuerzo que escalar el Everest, tanto que hay mañanas en las que te gustaría no despertarte. Mira, qué sorpresa. Asustarse al descubrir que el suicidio es la primera causa de muerte no natural en España y que hay diez personas al día que se quitan la vida es como oír al capitán Renault en 'Casablanca' diciendo «¡Qué escándalo, que escándalo! He descubierto que aquí se juega» justo antes de que aparezca el jefe de sala dándole un fajo de billetes mientras le dice «Sus ganancias, señor». Qué escándalo, aquí hay gente que se suicida cuando tardan meses en darte cita para el psicólogo y el psiquiatra. Qué escándalo, aquí hay gente que se mata a pesar de que le hayan dicho que haga deporte, que se anime, que parece que le gusta flagelarse, que no tiene motivo alguno para estar así cuando disfruta de una familia adorable y un trabajo estupendo, Qué escándalo, aquí hay gente que habita en el dolor.

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