Mientras enciendo el ordenador, rompen el silencio de la mañana, limpia y azul, los versos de Rafael Alberti en la voz aún clara del primer Serrat:

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«Se equivocó la paloma, se equivocaba...».

Un real desprecio al sistema educativo español parece la salida ... tan temprana del mismo que va a realizar la heredera del trono para estudiar en el extranjero. Y, a mayor agravio, a un país con el que mantenemos un litigio histórico a costa de la soberanía de Gibraltar, que el Reino Unido se niega a descolonizar incluso contra las distintas resoluciones de la ONU. Entre ellas, la 2429 de la XXIII Asamblea General, de fecha 18 de diciembre de 1968, que pedía a Gran Bretaña como Potencia administradora «que ponga término a la situación colonial de Gibraltar antes del 1º de octubre de 1969», declarando previamente «que el mantenimiento de dicha situación es contrario a los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas...». Las posteriores Declaraciones de Lisboa (1980) y Bruselas (1984), firmadas por los ministros de Asuntos Exteriores de España y Gran Bretaña para liquidar esta situación anómala en Europa, también han quedado en papel mojado.

Si la formación académica de la princesa Leonor ha de ser lo más completa posible, tiempo tiene aún de permanecer en su país terminando las Enseñanzas Medias con la etapa post obligatoria de la Educación Secundaria –que es en lo que consiste el Bachillerato– para, más adelante, salir a perfeccionarse a donde sea conveniente.

A mayor abundancia, sus estudios carecerán de los fundamentales conocimientos sobre Geografía de España, Historia de España e Historia de la Literatura Española que componen el currículo de 2º de Bachiller, y que no cursará si se traslada a otro país. Las enseñanzas que ha adquirido sobre su patria en los dos primeros ciclos de Educación Secundaria Obligatoria son excesivamente superficiales y se presentan inmersas en la información de carácter universal. ¿Es lo mejor para una futura reina de España? Que más delante pueda imbuirse de ellos no constituye una disculpa para dejar de cursarlos cuando toca en la enseñanza reglada de la mano de un profesional de la docencia. La Historia, como el resto de disciplinas, es una ciencia, a la que se llega a través de otras ciencias auxiliares, como la Cronología en comandita con la Química cuando se trata de aplicar los procesos de datación, la Arqueología, la Paleografía, la Epigrafía, la Numismática, la Geografía y otras. No consiste en un relato de hechos o sucesos tal cual creen algunos profanos en la materia. Y tampoco un aprendizaje futuro representa ninguna disculpa para no examinarse de sus contenidos como hace cualquier españolita. Más aún, como la primera españolita de todas y todos, ya que aspira a reinar sobre nosotros.

¿Va a conocer en lengua inglesa a los grandes literatos españoles? ¡Qué triste! ¿Qué le van a enseñar en el País de Gales sobre Historia Moderna? ¿La versión inglesa de la 'leyenda negra' que ellos mismos crearon?, ¿la versión inglesa del Tratado de Utrecht por el que un mal rey (el anterior a su padre en el número regnal ordinal) aceptó la ocupación británica de aquella parte de nuestra península porque no había otra manera de ceñir en paz la corona? Personalmente, no quisiera estar en su piel escuchando –lo más probable– insidias contra mi patria.

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Tampoco aprenderá nada del Reino más importante de la España cristiana durante la Plena Edad Media, nuestro Reino de León, que además de aspirar a hacerlo suyo llevará entre sus títulos históricos. Ganas me dan de enviar a SAR, para incluir en la mochila, algo de bibliografía leonesa, entre ella, por lo que a mí respecta, 'La Catedral de León para niños' e 'Historia de León para niños', este último con prólogo de Antonio Colinas, el gran escritor de nuestra tierra que entre sus muchos premios cuenta también con uno de poesía que lleva el nombre de la augusta abuela paterna de Leonor. Todo sea –dicho con la humildad debida– por la formación de la futura reina. Y es que, como cantamos aquí, «Sin León no hubiera España,/ que antes que Castilla leyes...».

No obstante, si su partida al extranjero se debe a que la educación en España brilla por sus defectos, ninguna ocasión mejor para que el rey los conociera que ahora a través de las experiencias de su propia hija, de modo que se decidiese a iniciar los pasos oportunos ante el Gobierno con el real propósito de acometer las reformas precisas. Porque profesionalidad es lo que nos sobra a los docentes, solo tienen que facilitarnos los medios.

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La solución, como todo el mundo sabe, pasa por la necesaria inversión económica. El porcentaje del PIB dedicado a educación se queda en España en el 3,97%, mientras la mayoría de nuestros vecinos, con la excepción de Italia (3,85 %), nos superan; si bien, precisamente Reino Unido –aunque su PIB duplica ampliamente el nuestro– por no mucho margen (4,62%), mientras Portugal llega hasta el 5 % y Francia lo excede: 5,42 %.

Decía Cervantes por boca del hidalgo manchego que «...uno de los mayores trabajos que los reyes tienen, entre otros muchos, es el estar obligados a escuchar a todos... (Quijote II-6)». No sé a quién ha escuchado Felipe VI. Supongo que, en primer lugar, a su real esposa, como es natural. Pero, si los estudios de Bachiller de Su Majestad tuvieron lugar en España, no entendemos por qué no puede darse el mismo caso con la princesa, especialmente, para que no parta de aquí desconociendo las humanidades de su patria, que es la nuestra.

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Hago clic en «guardar» y me parece que es ahora Sabina quien, con su aguardentosa voz, hiere el silencio:

«Ahora es deeemasiado pronto, princesa...».

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