El pasado día 13 de marzo tuve el honor de ser la Pregonera de la Semana Santa de La Bañeza, un auténtico privilegio al que intenté corresponder con la entrega que merecen esta localidad y sus gentes, compartiendo con ellos, desde el corazón, una de ... sus más señeras tradiciones que, en estas fechas tan especiales, se repite en todas las localidades de nuestra provincia, desde las mas grandes a las más pequeñas, y que tienen para muchos de nosotros un significado muy especial. El hecho de que este año sea distinto no debe cambiar ni un ápice esta consideración porque las extrañas circunstancias que estamos viviendo pasarán, estoy segura. Merecemos recuperar la normalidad perdida y disfrutar de lo nuestro y de los nuestros sin tanta traba.
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Y es que, que ésta sea una Semana Santa ciertamente atípica, como lo es todo en estos tiempos, no tiene por qué hacerla menos cálida, menos sincera; al contrario, debemos reconducir, desde lo más profundo del alma el sentimiento de la pasión que nos acompaña a los cristianos estos días y saber sobreponernos de la tristeza que supone que no podamos salir a nuestras calles a gozar de los actos procesionales y eucarísticos que cada año en estas fechas se reviven renovados en cada una de las localidades de León, empapándolas de una riqueza espiritual y patrimonial que todos sentimos como propia e inigualable, Y no solo quienes en estos días visten la túnica, verdaderos protagonistas de la conmemoración católica, sino también el resto, los que participamos y vivimos la Semana Santa desde calles y plazas, apostados en las aceras, esperando pacientemente el paso de las procesiones y de las tradiciones que las acompañan.
Y es que este año, por segunda vez, las circunstancias nos obligarán a dar un paseo por nuestra memoria, caminando otras Semanas Santas, las disfrutadas en las calles de cada ciudad, de cada pueblo, las vividas con algunos que ya ni siquiera están pero que viven en nuestro recuerdo y en nuestro corazón y, por eso, son parte de ellas.
Se hace imprescindible hacer un pequeño viaje por nuestras emociones, cada uno por las suyas, este año más que ningún otro. Y ese necesario trayecto a mí, entre muchísimos recuerdos, me lleva a la primera Semana Santa que viví de verdad en León, la de 1997, en la que tía Nieves, la hermana de mi suegra- a la que por desgracia no conocí- me explicó cada procesión, cada paso, los colores de las túnicas o cómo los cordones aquí son cíngulos. Nunca olvidaré ese viaje iniciático por la Semana Santa de su brazo. Desde la salida de la Morenica de la Iglesia del Mercado el Viernes de Dolores- a la que tuve el honor de acompañar en procesión años después- recorrí con ella las calles de León al encuentro de cada procesión una y mil veces, recortando entre las callejas a la búsqueda de mi marido, que pujaba el paso de siempre, en el sitio de siempre, y al que, aquel primer año, con el efecto igualador de túnica y capillo, me costaba reconocer. Ya no me pasa.
Recuerdo con qué orgullo Nieves me contó que su hermano Agustín hacía la ronda del Nazareno llamando a «los hermanitos de Jesús» a levantarse; y es que para toda la familia Nogal el día grande del año no era la Nochebuena sino el Viernes Santo, en el que, al paso de la procesión por la Plaza Mayor, se juntaban para tomar unas almendras y un fino en casa de la abuela Concha. Y cómo me gustó que una de las imágenes de la Redención hubiera venido de la cárcel de Alcalá; que historia mas preciosa, y cómo me henchía de orgullo ver salir desde las Carbajalas a ese Cristo paisano.
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Recuerdo también al tío Mariano (Cascarilla), ya retirado de la puja activa, que no se resistía a bajar a las siete de la mañana a Santa Nonia, para «sacar» a su Nazareno, pujando el primero de todos, pero con el loden verde (licencia que se pueden tomar los papones de raza…). No sé por qué esa imagen nunca se ha borrado de mi memoria y la rememoro cada Viernes Santo al ver salir la procesión, en uno de los actos que mas me gustan de la Semana Santa leonesa y que no digo que no tenga algo que ver en la elección del nombre de mi hija mayor.
Qué emocionante ha sido en años sucesivos preparar las túnicas, lustrar los zapatos, las camisas blancas, las corbatas, los guantes, los capillos, los cíngulos, las mantillas… de mi marido y mis hijos, y qué orgullo coser cada año los emblemas de las queridas Cofradías a las que pertenecen padres, abuelos y hasta bisabuelos y que son ya tan parte de ellos, como ellos de ellas.
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En este ejercicio de memoria que me impongo, me viene a la cabeza cómo, siendo bien pequeñas, las niñas se empaparon acompañando a la Dolorosa hasta Santa Nonia en aquel Viernes Santo que llovió tantísimo - cómo chorreaban aquellas mantillas, y cómo aguantaron sin salir de la procesión (no hubo forma)- y cómo años más tarde compartieron sitio en la misma procesión con sus primas Laura y Cristina acompañando a Nuestro Padre Nazareno.
Y la primera vez que el pequeño de la casa salió, que no tenía ni un año y ya gastaba «zapatines» de charol negro. Dormido en brazos de su padre tras una monumental jata, me hizo presagiar que se parecía mas a mi familia que a la de los Nogal. El paso del tiempo me dejó claro lo equivocada que estaba, viendo los desayunos de Viernes Santo en el Luisón con su padre y los primos de mi suegra, Gelo y Ramón, y en los que comía bacalao como el que más, apurando a todos para incorporarse tras el descanso. Con el paso de los años ha ido cambiando la Cruz por el Crismón, hasta que en 2019 empezó a forjarse en la puja de los pasos que está deseando repetir, asegurando con ello, como tantos jóvenes papones, la continuidad futura de una tradición tan importante para los suyos.
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En fin, como tantas familias leonesas, tenemos anécdotas, recuerdos y tradiciones que afloran estos días, y que, en estas extrañas circunstancias, servirán para activar aquellos sentimientos y emociones que nos permitirán vivir este año nuestra personal Semana Santa, la de todos y la de cada uno, repleta de símbolos, de ilusiones y de esperanza. En muchos hogares leoneses en estas fechas tan especiales se hablará, estoy segura, de los recuerdos de éste o de aquel año, compartiendo anécdotas e itinerarios, y comentando todo lo retenido en la memoria al salir tantas veces a acompañar a nuestros pasos. Y precisamente en este 2021 lo viviremos con una especial intensidad, porque lo que hagamos de estos días nos acompañará durante todo el año, hasta la próxima primavera, en la que la deseada normalidad renovará la pasión de Jesús una vez más, permitiendo resurgir lo que llevamos muy adentro y que rememoramos en estas fechas cargado de sentimiento.
P.D. Dedicado a Nieves Nogal quien me ha inspirado estas líneas.
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