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La encomiable salud de mesié Pendulé

Nos pasa con la selección de fútbol, de «galácticos» a «mataos» en 90 minutos; o con el vecino, de amigo de «vente a cenar hoy mismo» a «ese imbécil qué se habrá creído»

Miércoles, 3 de junio 2020, 10:50

Hace años di vida periodística a un personaje denominado «mesié Pendulé». Decían los irrepetibles humoristas Tip y Coll (si usted no sabe o recuerda quiénes eran debido a su efímera juventud -enfermedad que se cura con el tiempo- debe de consultar en Internet) que ... el inventor de cualquier cosa era un francés. Así, la cama fue inventada por «mesié Camé» o el pan por «mesié Pané». Pues bien, mesié Pendulé, como todo el mundo sabe, fue el inventor del péndulo, artefacto propio de atávicos y elegantes relojes que, además, provoca un ensimismamiento visual digno de mayores estudios. Pero el péndulo resultó ser también de aplicación al comportamiento de ciertas personas e incluso de sociedades enteras. Y ahí entra con gran fuerza y entusiasmo la sociedad española (aunque no sólo).

Hace unos días se informó que se recuperaba el servicio de préstamo bibliotecario y como medida de seguridad se establecía, por la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura, para los libros devueltos un período de 14 días antes de que pudieran ser utilizados por otra persona. Algunos ciudadanos se han quedado perplejos y se preguntan cómo es posible esto si desde el primer día se ha permitido la venta de prensa escrita que ha toqueteado el quiosquero, el transportista, el distribuidor, el de la imprenta y un señor que pasaba por allí (el que hace como que lo va a comprar, lo ojea y se marcha -ahora caigo porqué las revistas del corazón y de las fotos las envuelven en plástico-). Con las mismas, se debería de dejar esa prensa en cuarentena 14 días, lo que no dejaría de resultar interesante para contrastar el resultado de la realidad con las previsiones o las promesas.

El canon griego de la virtud estaba en la moderación. Quizás los españoles coetáneos no lo practicamos ni sabemos mucho de esta filosofía creada por Zenón de Citio hace más de 2.300 años; aunque dio lugar al estoicismo, lo que, según la coyuntura socioeconómica, sí practicamos con denuedo. Sin embargo, somos como un cardumen de peces que se mueve pendularmente. Somos capaces de pasar de una opinión a la contraria en poco tiempo. Nos pasa con la selección de fútbol, de «galácticos» a «mataos» en 90 minutos; o con el vecino, de amigo de «vente a cenar hoy mismo» a «ese imbécil qué se habrá creído».

Ahora se ha pasado, cuando al lobo ya se le veían algo más que las orejas, y el rabo, de irnos alegres y besucones de manifa (con el beneplácito de expertos en la materia y para arreglar en la calle lo que realmente se soluciona en otros sitios); o de mitin, para arreglar el país en cinco minutos, (cuando, como dirían Tip y Coll, todo el mundo sabe que se necesita al menos un cuarto de hora); o de partido de fútbol (que ya se sabe que el jugador número 13 es fundamental porque si no bailamos con nuestra hermana); decía que hemos pasado de esos casos a mantener a los pobres libros 14 días solos y abandonados cuando ni siquiera a nivel de laboratorio se pudieron detectar virus en papel contaminado después de 3 horas. Aunque ya se sabe que los libros transmiten el peligroso virus de la cultura (incluso los miembros del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán practicaron un sistema drástico de desinfección de libros en la berlinesa plaza de la Ópera). Leer es un peligro. De hecho, usted es peligroso.

Antes nos íbamos rapiditos a urgencias por una uña rota y ahora hasta que no vemos que la apendicitis nos ha perforado el peritoneo y el forro del pantalón no nos los planteamos (algún día quizás se haga un estudio del número de muertos por otras patologías no tratadas a tiempo). Ahora podemos juntarnos 10 paisanos para ir a clases de pádel, pero tenemos los centros docentes cerrados. A los pocos días permitimos la construcción, pero hasta hace poco estuvieron sin actividad numerosos centros de investigación.

En fin, comprobamos con satisfacción como mesié Pendulé, lejos de envejecer o sufrir los achaques de cualquier virus, sigue en perfecto estado, mientras que los que ya no están son aquella extraordinaria pareja de humoristas de fina inteligencia y sarcasmo, especie prácticamente extinguida sin que ningún movimiento de ecologismo social reivindicara su necesidad, aunque creo que, por una vez, Tip y Coll estaban errados: mesié Pendulé era español.

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