Antes los rockeros cascaban a los 27 años y dejaban bonitos cadáveres, y esa era una edad oportuna porque nos permitía dar lecciones morales a las nuevas generaciones y advertirles severamente sobre el peligro de los excesos
Los Rolling Stones son un mal ejemplo para la juventud y el ministro Garzón debería tomar medidas urgentes. Son los Rolling mucho peores que las bebidas azucaradas y los filetes de macrogranja y no se puede tolerar bajo ningún concepto que anden por ahí botando ... y tocando la guitarra como adolescentes. A su edad en todo caso podríamos admitir que se juntaran con Paco Ibáñez para ir de bolos en plan tranqui por teatrillos provinciales, pero resulta inadmisible que toquen en estadios y se muevan como rabos de lagartija durante tres horas. Garzón, tío, haz algo. De Keith Richards sabemos que una vez se esnifó las cenizas de su padre, que se ha metido todo el catálogo de drogas disponibles y que objetivamente, según todos los informes de salud pública, debería estar muerto desde hace al menos cincuenta años, víctima de la cirrosis, de tres o cuatro cánceres, de algún infarto, de sobredosis o de todo eso junto.
Antes los rockeros cascaban a los 27 años y dejaban bonitos cadáveres, y esa era una edad oportuna porque nos permitía dar lecciones morales a las nuevas generaciones y advertirles severamente sobre el peligro de los excesos. Pero escuchando a los Rolling el otro día en Madrid, no tuve agallas para decirle a mi hijo que fuera bueno, que no bebiera ni fumara y que ni se le ocurriera meterse drogas. El chaval no es tonto y podría fácilmente concluir que su padre, que va a aguas minerales y come verduras, vive martirizado por las migrañas y los lumbagos, mientras que el tío Mick, que tiene treinta años más y se ha chupado hasta el Fairy, se mueve como un muelle. Y menos mal que no sabe quién es Iggy Pop y no le ha visto anunciando tónica. Tónica, Iggy, qué huevos tienes.
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