Fernando Vallespín, durante su intervención en los cursos de la UMA

Turbo opinión

Este fin de semana me he perdido por un dolor testicular, que nada tenía que ver con la confección de la lista del PP en León, el 15º aniversario de Lenoticias, y bien que lo siento

Eduardo Fernández

Lunes, 24 de abril 2023, 16:34

En el año 2018 el profesor Vallespín, catedrático Historia de las Ideas Políticas y en una época durante el gobierno de Zapatero antecesor de Tezanos al frente del CIS, eso sí, mucho más interesado en teorías políticas que en cocina demoscópica, escribió un artículo que llevaba por título «Turbopolítica». Venía a poner de manifiesto que desde hace unos años asistimos a una perversión del pensamiento político, que ha dejado de ser reflexión para hacerse urgencia, que ha pasado de meditarse y desarrollarse en libros para prostituirse en las redes sociales y que ha sustituido lo importante por lo urgente. Me parece que no se puede definir el estado de la política nacional, y aun mundial, de mejor manera con menos palabras. Se haría mal en considerar que esto es únicamente una maldición bíblica que azota a los populismos y a otras latitudes, y que no existe turbopolítica en León. Pues bien, también aquí se ha inducido la agenda política de forma artificial en torno a los intereses particulares de grupos muy pequeños, muchas veces los ciudadanos tenemos la sensación de que se habla de lo que le interesa a los políticos solamente, y se han revestido de sentimientos cuestiones que debían haberse debatido reflexivamente, que ya la peña ni es consciente de que cae en semejante engañifa.

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Hace poco he vuelto a coincidir con el profesor Vallespín en un acto de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y me decía que está trabajando en otro artículo semejante, pero dedicado a turbo opinión. Aquí opina todo el mundo de todo, sepa o no sepa. Cuánto daño han hecho en España las tertulias radiofónicas. Incluidas todas en las que he participado o participo. Se ha perdido el temor o la vergüenza a opinar de aquello de lo que no se tiene ni puñetera idea y hasta se alardea de ignorancia; hay gilipollas que consideran que les da un punto atrevido y canalla que a algún estúpido le puede parecer interesante. ¿Qué puede salir mal en estas condiciones en las cosas que nos interesan a todos?

Hace un tiempo que los politólogos venimos dedicando atención al fenómeno de la polarización. Vamos, que aquí el personal está encabronado -cuando hay esta polarización decir enfadado no da la verdadera muestra del cabreo- con el resto del mundo a un extremo tal que le resulta preferible indignarse antes que debatir para arreglar las cosas. León es un buen caldo de cultivo para esta polarización. Ahora bien, frente a la polarización exclusivamente política que parece que están induciendo exclusivamente los políticos, la de los medios de comunicación va más allá si cabe. ¿Recuerdan ustedes aquella frase de Zapatero a Gabilondo en febrero de 2008 antes de las elecciones que decía «nos interesa que haya tensión»?, se la recuerdo porque habrá desmemoriados interesados que le imputen la tensión a los populistas y los extremos. Pues bien, la mayoría de las investigaciones cuantitativas en estos momentos han pasado de la polarización política -aquella que surge de los políticos profesionales y sus partidos para calentar a sus seguidores la oreja- a la polarización afectiva -que incluye el estado de mal café perenne que nos inducen los medios de comunicación desde primerísima hora de la mañana al seleccionar no sólo las noticias que consideran debemos conocer, sino al decidir el sesgo ideológico o emocional que quieren imprimir en ellas para que nos solivianten más.

Así tengo amigos que han pasado a lo Tamames desde el PCE hasta la derecha radical -que ya es pasarse de frenada- que cada mañana braman antes del desayuno solo oyendo diez minutos la radio. Luego estos son los que nos dan lecciones a todos los que defendemos lo mismo desde tiempo inmemorial, que yo tengo la sensación de haber pasado de conservador recalcitrante y halcón duro cuando me afilié a AP a cobardica, timorato y tibio sin moverme de donde estoy, eso sí viendo pasar a lo Tamames los que estaban en mi izquierda a mi derecha, calentando de paso el ambiente todo lo necesario.

Ante esa moda de la turbo opinión en la que periodistas e invitados opinan -opinamos- lo mismo de física cuántica e inteligencia artificial que de fontanería, de pandemias que de deportes, de historia imaginada que de punto de cruz, es cada vez más necesario un periodismo riguroso que no por ello resulte menos comprometido y reivindicativo para León. La polarización afectiva solo disminuirá la polarización política con objetividad y sin palabras gruesas -y ya de paso sin desnudos políticos de esos que dan tanta seriedad al debate-. Este fin de semana me he perdido por un dolor testicular, que nada tenía que ver con la confección de la lista del PP en León, el 15º aniversario de Lenoticias, y bien que lo siento. Ya lamento dejarles con tan cálida imagen en la retina. Pero es un gran momento para reivindicar su periodismo al margen de la tentación de la turbo opinión y felicitarles ya los siguientes quince años de servicio a la sociedad leonesa.

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