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Calor y elecciones

Calor y elecciones

Y a ver si terminan con los pactos que faltan, que con esta calorina se nos junta una elección con otra y se nos derriten hasta los carnets.

Eduardo Fernández

Miércoles, 28 de junio 2023, 13:52

Menos mal que Sánchez antes de convocar las elecciones generales del 23 de julio no había caído en que se puede hacer una consulta electoral como la que ha hecho el Atlético de Madrid preguntando por su escudo. Los que no votaban, contaban a favor del que manda. Así que de partida, en lugar de afrontar un 30% del censo electoral de los que objetivamente no votaban como abstencionistas, contaban como adeptos al régimen. Se entiende que si no te han querido cambiar cuando estás en el gobierno votando a otros, es porque están encantados contigo y quieren que te quedes, de modo que la abstención computa a favor del que está. Semejante subterfugio hubiera valido tanto para la democracia orgánica como para la democracia popular. Ya se sabe que cuando se le ponen apellidos a la democracia, es siempre para falsearla.

Como aquí los insensatos que hicieron la Transición y trajeron la democracia pensaba en la necesidad de introducir en la legislación electoral criterios objetivos y requisitos formales, son más difíciles las cacicadas. De modo que las garantías constitucionales dificultan enormemente las ocurrencias de los que hasta ahora están en el gobierno. Y es que los de la Transición, reflexionando sobre el sistema político y no queriendo arrumbarlo como la progresía antisistema que pronto saldrá del gobierno, conocían muy bien las exigencias de una democracia de calidad. Empezando por vedar una posibilidad, que luego la práctica política se ha encargado de reiterar arteramente para machacar a una parte del electorado, cual es conferir a una parte de los políticos la superioridad moral de nacimiento que comporta repartir carnets de demócrata o de facineroso.

Atalaya en la que también se aúpan algunos periodistas cada vez que pueden. Así que tenemos leoneses de primera o de segunda, demócratas o cavernarios en función no de que voten o no, ni de que defiendan públicamente ideas contra el sistema político democrático, ni de que defiendan ideologías irrespetuosas con los derechos humanos, sino por haber votado a partidos que no son del gusto de los que reparten carnets de progresía, de demócrata en ejercicio perenne, de respetabilidad o de lo que sea. En una democracia madura y que ha sufrido tanto de los que querían terminar con ella, pegando tiros en Rentería o pisoteando coches de la Guardia Civil en las Ramblas nadie puede apropiarse de la elegibilidad, de le legitimación y de la adecuación de los que concurren en una lista, salvo que los jueces la ilegalicen. Pero no lo han hecho con los que auparon a Sánchez en la moción de censura y le han seguido manteniendo hasta hoy, sin que esos mismos repartidores de carnets hayan puesto el grito en el cielo.

Estamos en una provincia que parece contar con miles de facciosos, que son los que han votado a los que no les gustan a los progres repartidores de credenciales respetables. Porque los concejales que han salido de las elecciones municipales lo han hecho de las mismas urnas, no nacen por ensalmo o por voluntad despótica de los líderes de las derechas, que ahora hay varias. Pero en esta moralina tediosa que nos colocan cuando palman en los votos, se puede pactar con los antisistema de Podemos y no con los que todavía no se han opuesto al sistema. Y aquí, para cambiar el sistema, hay vías constitucionales. Que tengan la valentía de intentar ponerlas en marcha y a ver si tienen respaldo ciudadano.

Será que los calores de estos días trastornan al personal y, porque yo lo valgo, decido con quién puede pactar cada uno, aunque a mi no me hayan conferido tal decisión ni en mi casa y los que pactan lo hagan con miles de votos. No les oculto que cuando desalojan a algunos socialistas se me pone media sonrisa, no tanto pensando en el desalojado ni por connivencia con el desalojador como pensando en la urticaria que estarán pillando los profetas y censores moralistas repartidores de carnets de demócrata en rodaje.

Y a la vista de cómo se toma la calle los pactos, con el espantajo de los extremismos a otra parte, que no parecía pasar nada con la extrema contraria, y no se ha hundido el mundo, aunque haya empeorado España. Como profesor de Historia de las Ideas Políticas me paso la vida explicando a los alumnos que tienen que diferenciar entre el conservadurismo clásico, la derecha democrática, la derecha populista, la derecha radical y la ultraderecha o extrema derecha antidemocrática, como tienen que diferenciar entre la socialdemocracia, la nueva izquierda, el anarquismo, el leninismo, el troskismo, el estalinismo y el maoísmo, pongo por caso. Para que no vengan unos indigentes intelectuales a confundirlo interesadamente todo y a situar en el fascismo todo lo que está a su derecha. Pues a otros con ese rollo, que a los que votan de un lado del espectro no les impresiona. A los que votan a uno y a otro en la derecha sus opciones no les parecen intercambiables y por eso diferencian su voto, pero tampoco les parece necesario que los pactos de un lado tengan que hacerse perdonar más que gobernar llegando a Moncloa con los votos de los indepes y de Bildu, aunque solo hubiera sido en recuerdo de la sangre derramada por los socialistas asesinados por los fraternos congéneres de los de Bildu.

Yo, que no necesito que nadie venga a enseñarme cómo querer a España y a León, jamás militaría en Vox, ni votaría a Vox, ni pediría a nadie que votase a Vox, pero tengo un infinito respeto por los que han votado a Vox, como al PP, a UPL, al PSOE y sí, también a Podemos. Los votantes suelen merecer más respeto que los líderes profesionales, y mientras se atengan a la democracia, las reglas del juego y los derechos constitucionalmente consagrados, la peña puede hacer con su voto lo que le plazca, faltaría más, sin que ni los repartidores éticos de respetabilidad política ni yo mismo tengamos nada que opinar. Lo demás, totalitarismo, que lo hay de todo pelaje e ideología, también en León.

Y a ver si terminan con los pactos que faltan, que con esta calorina se nos junta una elección con otra y se nos derriten hasta los carnets.

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