Tras la aplastante victoria del PP en las elecciones andaluzas, el hundimiento del PSOE, la reducción a la mínima expresión del resto de la izquierda y la desaparición de Ciudadanos, la mayoría de los comentaristas han coincidido en hablar de un cambio de ciclo. Tratan ... así de prefigurar como inevitable la victoria del PP en las próximas elecciones generales lo que, evidentemente, es mucho adelantar. Sin embargo es cierto que ha cambiado el ciclo de la polarización y la crispación después de haber devorado a sus principales impulsores: Iglesias y Casado, aunque queden Abascal y Ayuso persistiendo en el empeño. En Andalucía el PP ha ganado al PSOE arrebatándole el voto de centro que es donde Feijoo y Moreno Bonilla han centrado la batalla electoral; la candidata de VOX ha quedado sola predicando sandeces.
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Moreno Bonilla no ha hecho nada para cambiar la política esencial del PSOE andaluz, ni siquiera ha tocado el antiguo PER al que despectivamente atribuían el llamado «voto cautivo». Para continuar en el gobierno regional le ha bastado prometer que no piensa cambiar nada, lo que es verdaderamente notable en estas circunstancias. Ciertamente Feijoo no ha variado la política de fondo del PP, continúa inventando coartadas para seguir bloqueando la renovación de órganos constitucionales. En su momento, la entonces portavoz Cayetana Alvarez dijo que eso era inamovible y así siguen: incumpliendo la Constitución y presumiendo de constitucionalistas. El nuevo líder tiene ramalazos demagógicos como decir que el gobierno «se está forrando» con la inflación, mientras exige la reducción de impuestos, del déficit y de la deuda, es decir la cuadratura del círculo o la estupidez supina. Pero lo cierto es que le ha bastado dejar de insultar a diario para incrementar notablemente sus expectativas electorales. Ahora los principales apoyos mediáticos están centrados en agravar la psicosis de crisis para retraer el consumo y alcanzar la «profecía autocumplida» de la estanflación, responsabilizando de la misma al «sanchismo». Pero también es cierto que, según todas las fuentes, la temporada turística volverá a equipararse a la de 2019, lo que permitirá el renacimiento de un sector clave de nuestra economía tras los años de la pandemia. Además este país sigue apareciendo entre los de mayor resistencia económica ante los desastres de la guerra de Putin, cuya duración es imprevisible y sus consecuencias económicas también.
Se prefigura un próximo año con elecciones autonómicas, municipales y posiblemente generales muy diferente a los pasados, cuando a las desgracias como la pandemia se unió una actividad política marcada por una oposición enloquecida e irresponsable. La batalla principal será por quién resulta el primer partido, PSOE o PP, y se va a disputar, como es habitual en cualquier democracia madura, en los votos de centro. Con el nuevo mapa político pluripartidista consolidado durante los últimos años, para que el PSOE continúe en el gobierno es condición necesaria (pero no suficiente) que sea el partido más votado y eso significa que no puede dejar repetir el fenómeno andaluz. Para ello es imprescindible también que el partido salga del estado de hibernación al que está sometido y haga una vigorosa defensa pública de los logros de una legislatura plagada de dificultades.
El mayor problema para el PSOE son sus socios de gobierno y sus apoyos puntuales. En Unidas Podemos cada vez están menos unidos, hasta el punto de que en Andalucía obtuvieron menos diputados que partidos conformaban la coalición. Su irresistible deriva hacia cuestiones identitarias marginales o minoritarias les aleja definitivamente de la mayoría social. Por otro lado, durante los últimos meses han acentuado su tendencia a marcar distancias con el Gobierno del que forman parte, lo que les lleva a la situación absurda e insostenible de actuar en la práctica como oposición cinco días a la semana, excepto el del Consejo de Ministros. Los apoyos puntuales de grupos como ERC se han convertido en una hipoteca muy bien explotada por el PP, que diseñó (junto a Ciudadanos) una posición de hostilidad permanente al gobierno para hacerle depender de esos votos y luego reprocharle tal dependencia. Mientras para el PSOE esos apoyos eran una necesidad, para Unidas Podemos, en su dinámica de polarización, constituían una virtud. En esta cuestión clave reside la ventaja del PP sobre el PSOE para disputar los votos del centro. Porque solo los sectarios olvidan que la identidad española es abrumadoramente mayoritaria entre los electores y que estos perciben como lo que son las provocaciones y agravios de los independentistas.
En el mismo horizonte, el PP tiene que lidiar con la hipoteca de VOX a pesar del inverosímil ejercicio de Poncio Pilatos que hizo Feijoo en Castilla y León. En el fondo todo el mundo sabe que necesitará a VOX para formar Gobierno. Como esa posibilidad es muy real, es obligado colocar el foco sobre esta comunidad autónoma gobernada por la coalición PP-VOX y ejemplo de disparate diario.
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Por mucho que Mañueco quiera aparentar normalidad en su gobierno, este es ya el perfecto ejercicio de una república bananera desparramada. El consejero de Industria se estrenó de forma memorable prometiendo luchar «contra el comunismo y el fanatismo ambiental» que, según él, «campan a sus anchas» en esta Comunidad, como «en Cuba y Corea». Es decir, 35 años de gobiernos del PP en Castilla y León han sido un yugo comunista del que nos vamos a librar por la gracia de Vox. Este personaje —que no consiguió enterarse de la crisis de la galletera Siro, con 1.700 trabajadores— es contrario a las comunidades autónomas, como todos los de su partido, lo que no es óbice para que quieran ser consejeros con el correspondiente sueldo. También se declaran beligerantes contra los chiringuitos que se han creado en Valladolid para proporcionar coartadas al gobierno autonómico y «la sopa boba» a los amiguetes. Pero resulta que el consejero proviene de uno de esos chiringuitos, el Consejo Económico y Social, con una sede espléndida a orillas del Pisuerga y del que nadie sabe qué utilidad tiene para el resto de las provincias. Ahí el consejero desempeñaba el papel de Jefe de la Oficina Técnica lo que, habida cuenta de lo conocido hasta ahora sobre su pensamiento, confirma la tesis de la perfecta inutilidad del órgano. Ya se sabe que su líder, Santiago Abascal, disfrutó durante años de otro chiringuito (Fundación Mecenazgo y Patrocinio Social) que le montó Esperanza Aguirre en 2013 con sueldo de más de 80.000 euros anuales por no hacer nada, según él mismo reconoció.
Ahora bien, nada le hace sombra al trabajo despatarrado del Vicepresidente de la Junta sin funciones conocidas. Comenzó su andadura despreciando a todos los discapacitados en la persona de una procuradora que osó preguntarle en las Cortes. Continuó descalificando a los sindicatos, a la patronal y todas sus actividades, obteniendo, por cierto, una respuesta bastante timorata de los agentes sociales. Su siguiente hazaña fue ignorar las directrices administrativas española y europea a propósito de la tuberculosis bovina y contradecir la opinión unánime de todos los colegios veterinarios de España sobre cómo erradicar la enfermedad. Repiten así su actitud negacionista respecto a las medidas anticovid recomendadas por las autoridades científicas y adoptadas por el Gobierno y todos los países desarrollados.
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Para rematar su perfil intelectual, la semana pasada el Vicepresidente autonómico atribuyó la despoblación de Zamora a la «hipersexualización de la sociedad» y a que los jóvenes se han convertido en «eternos adolescentes que no quieren asumir las cargas de un hijo… como levantarse por las noches a dar un biberón». Las zamoranas y zamoranos presentes debieron quedar estupefactos ante la estrambótica explicación de una provincia envejecida y desertizada que, a las lacras de la falta de industria y la emigración de los jóvenes, la semana anterior sumó el catastrófico incendio de la Sierra de la Culebra. Sólo les faltaba aguantar los despropósitos del número dos de la Junta que les culpa de la despoblación y alude a su sexualidad como causa de la misma.
El PP nacional debe explicar los dislates de este gobierno autonómico (mientras Mañueco se esconde) porque, aunque quiera disimular, estos de VOX también pesan en la mochila de Feijoo.
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