Deslealtades

Lo peor de la actitud de Pablo Casado, del PP en general y del sector psicópata de la derecha mediática es su carencia total de sentido de estado y la deslealtad absoluta con los intereses generales de los españoles

Miércoles, 22 de septiembre 2021, 09:16

La deriva sonámbula del Partido Popular ha entrado en un bucle que no va a ser salvado por ninguna convención. Mientras Ursula Von der Layen se deshacía en elogios por la actitud de España en la retirada de Afganistán, mientras se encabezan las listas ... de vacunación entre los grandes países o mientras hemos sido el primero en cumplimentar y recibir fondos Next Generation, el PP se dedica a manchar la imagen exterior de España con falsedades. Hace unos días en Berlín, en una reunión del Partido Popular Europeo que era sobre todo un homenaje Angela Merkel en su despedida, Pablo Casado —ante la estupefacción de los concurrentes— se dedicó a denigrar la situación española con groseras mentiras, justo en el momento en que el gobierno español solo recibía felicitaciones.

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La vicepresidente primera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, fue durante doce años Directora General de Presupuestos de la Unión Europea y otros puestos importantes en Bruselas. Hay que suponer que en ese tiempo vio de todo entre la variopinta fauna de los 27 países que componen la actual Europa institucionalizada. Sin embargo ha conseguido sorprenderla Pablo Casado con sus improperios. Como ella misma ha declarado hace unos días: «Se trata de una situación inaudita o, al menos, yo nunca la he visto en el ámbito internacional, que un líder político se dedique a tratar de atacar la imagen y el interés de su propio país (…) Como líder del principal partido de la oposición debería saber que con sus palabras no ataca al Gobierno, que con sus palabras ataca el interés y la imagen de nuestro país».

También destacó Calviño que los demás socios europeos ven el comportamiento de Casado con «asombro» e «incomprensión». Así que el líder de la oposición se autorretrató por su comportamiento paleto, por su falta de experiencia en reuniones internacionales (donde no se va a dar el tostón con temas internos), por su ignorancia de que los dirigentes europeos de lo que él cree y porque el intento de intoxicación informativa sestán más al corriente de la situación española e vuelve en contra de su propia credibilidad.

Lo peor de la actitud de Pablo Casado, del PP en general y del sector psicópata de la derecha mediática es su carencia total de sentido de estado y la deslealtad absoluta con los intereses generales de los españoles. Una y otra vez reeditan la fórmula Montoro «que caiga España que ya la levantaremos nosotros», máxima expresión de cinismo político. Y a eso se reduce todo su plan para este país, a torpedear todo lo que pudiera resultarle beneficioso en este momento. Primero entorpecieron las medidas para frenar la pandemia. El colmo fue su apoyo a las manifestaciones ilegales en toda España (especialmente carnavalescas en el madrileño barrio de Salamanca) mientras contradictoriamente denunciaban ante el juzgado la autorización de la manifestación del 8 de marzo de 2020, celebrada cuando aún no se había declarado la pandemia. Incluso llegaron hasta el Tribunal Supremo, donde el fiscal Navajas los dejó en ridículo unos días antes de jubilarse. A punto de votar en contra del «estado de alarma», solo se abstuvieron porque el gobierno contaba con suficientes votos en el Congreso para sacarlo adelante.

Hicieron todo lo posible para sabotear que hubiera fondos europeos de recuperación porque habían sido iniciativa de Pedro Sánchez (junto a Antonio Costa y Giuseppe Conte, con la enemiga de los países «frugales») y llegaron a votar en su contra en el Congreso de los Diputados. Incluso montaron una necia campaña propagandística a cuenta de la compañía aérea Plus Ultra, con una denuncia que fue desestimada por un juzgado madrileño por ausencia total de fundamentos. Da vértigo pensar qué nueva situación de austericidio tendríamos si no existiera la perspectiva de recibir 70.000 millones de euros en los próximos años. Esos que el PP pone en peligro todos los días jugando con las cosas de comer.

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También la tomaron contra la campaña de vacunación sembrando todas las dudas posibles sobre si habría vacunas, sobre si serían válidas, sobre su precio, sobre nuestra capacidad como país para organizar e implementar la campaña. Solo hace pocas semanas, en su ridículo argumentario, dieron a los presidentes de comunidades autónomas la consigna de repetir que faltaban vacunas por culpa del gobierno. A los dos días se vieron obligados a reconocer que las autonomías tienen gran cantidad almacenadas y que ahora faltan personas «vacunables».

En resumen, nunca se vio en este país —en una situación tan excepcional como el estado de alarma— una oposición tan desleal con el gobierno y sobre todo con los intereses generales de los españoles. Pero eso no podía salirle gratis a la actual dirección del PP. El mal ejemplo ha cundido y ahora tiene al sector «ayusista» practicando la deslealtad sin complejos hacia el propio líder. De nada le vale que la presidenta madrileña sea una criatura sacada de la manga por el propio Casado, porque una banda que la rodea y la apoya ha decidido hacer de ella otra lideresa alternativa a la dirección actual del PP. Forman parte de esa banda su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, un auténtico peligro para la libertad de información y de prensa según demostró con las presiones y coacciones a Antonio Asensio y Jesús Polanco cuando era secretario de comunicación en La Moncloa con Aznar. Otra feroz anticasado es la exportavoz Cayetana Álvarez de Toledo, quien como candidata por Barcelona ha conseguido reducir al PP a la insignificancia en toda Cataluña. La principal conspiradora parece Esperanza Aguirre «la madre de todas las corrupciones y todas las mamandurrias» quién se considera con la misma autoridad moral sobre el PP madrileño que Pujol sobre los nacionalistas catalanes. Es la gran ventaja que tienen los nacionalismos: sirven para cubrir cualquier clase de tropelías. Aguirre, en su reaparición estelar, declaró apoyar a Ayuso por ser «la principal enemiga de Pedro Sánchez» (con una grosera falta de cultura liberal y democrática tilda de enemigos a los adversarios políticos) y llamó chiquilicuatres y niñatos a los Casado y compañía. Pero lo más grave es que añadió: «son más importantes las cosas que me unen a Vox que las que me separan…si queremos gobernar hay que rehacer puentes con Vox». Esas son palabras mayores, porque reconocen que el proyecto declarado de ese sector del PP es gobernar con Vox, retroceder en todos los derechos asentados durante los últimos años y colocar a España entre los apestados de Europa como Hungría y Polonia.

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Esta exhibición de deslealtades, incoherencias y cinismos se completan con la insumisión constitucional declarada por la dirección del PP negándose a renovar el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas, el Defensor del Pueblo y cualquier otra cosa que se les ocurra. Pablo Casado ha jurado la Constitución al tomar posesión como diputado e incumplirla sistemáticamente le coloca en una situación de indignidad para ser candidato a presidente del Gobierno. Ya sabemos que sueñan con resoluciones judiciales para erosionar al gobierno. También que tienen esperanzas de frenar en los juzgados las causas más perjudiciales para su partido. La única vez que pactaron era «controlando la Sala 2ª [del Tribunal Supremo] desde detrás» como escribió el inefable Cosidó. Pero lo peor de todo es que no les importa que el desprestigio institucional ― agravado con resoluciones absurdas ― de algunos de estos órganos sea ya insostenible. Eso no les afecta porque, en ausencia de convicciones democráticas profundas, practican lo que, con absoluta precisión, Sánchez Ferlosio definió como «la moral del pedo».

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