El «desescalabro»

Confinamiento, desconfinamiento, cuarentenear, Covid-19, desescalada (o mejor, como diría mi prima Ana, desescalabro), por no extenderme aquí sobre el concepto de «fase cero», que no sabía yo que pudiera existir tal cosa hasta que se lo oí a Sánchez. Por cierto, tampoco me dejó muy tranquila cuando aclaró, en esas homilías interminables de los sábados- que encima me fastidian cine de barrio-, que es la fase preparatoria. Y le pregunté a mi hijo Pelayo ¿pero preparatoria de qué?, «de las otras fases, hombre» me contestó con cierta displicencia. Yo, ojiplática.

No sé a ustedes pero esta perversión del lenguaje me provoca una cierta urticaria, acentuada por la sensación de que, además de estabularnos en casa (que ya cansa), con estas palabrejas y metáforas imposibles quieren generar un oxímoron capaz de esconder verdades como puños. El sentido común (otra vez) impondría llamar a las cosas por su nombre y utilizar palabras castellanas sencillas sin tanto irse por las ramas. Resumiendo, y perdonen el exabrupto, estamos bien jodidos.

Pero de entre todas las expresiones que nos acompañan en esta época inédita se lleva la palma, la que da nombre a todo un plan que se lee en la web de Moncloa: «Plan para la Transición hacia una Nueva Normalidad».

Y añade el menda que ha acuñado el nombrecito de marras, como si aclarase algo, que se trata de un «plan orientativo que plantea la hoja de ruta del Gobierno para avanzar hacia la nueva normalidad». Según lo leo me provoca pavor porque eso de «hoja de ruta» huele a inseguridad, a «donde digo digo, digo Diego», a «lo mismo me vale so que arre»… vamos, que suena a lo que ha venido haciendo el Gobierno durante las últimas semanas.

Diseccionemos la ridícula expresión «Nueva Normalidad» que en sí misma no tiene lógica ninguna por mucho que la usen el Presidente del Gobierno, los Ministros, los Secretarios del Estado, el Doctor Simón o el sursuncorda.

El Diccionario de la RAE, contempla la normalidad como «cualidad o condición de normal», es decir, habitual u ordinario. El concepto de normalidad, por tanto, no acepta el adjetivo de nueva, porque juntos generan una «contradictio in terminis».

Hacia donde vamos (o volvemos) será otra cosa, no una «Nueva Normalidad», y solo espero que no sea ese «desescalabro» que apuntaba mi siempre inspirada prima.

No puede volverse a lo que no existe… Es una tergiversación, una utilización espuria del lenguaje en una metáfora imposible de las que siempre esconden verdades inconfesables o quizá un experimento de quienes quieren imponer sus criterios y formas frente a todo, frente a todos... Ahí lo dejo.

Por mi parte reivindico volver a la normalidad, a la nuestra, a la de siempre, a la rutina de cada cuál, por mucho que tengamos que aderezarla unos meses con guantes y mascarillas... y también de test, por Dios, que no sobran y que, sin duda, nos harían avanzar más rápido a recuperar nuestras vidas.

Me niego en redondo a ir hacia esa «Nueva Normalidad» inventada por un Gobierno que ha diseñado una realidad paralela a la que se encamina con una «hoja de ruta» (puro marketing) que quiere que todos normalicemos, eternizando con ello lo que solo debe ser un tiempo excepcional. Como decía mi padre, «no se puede comulgar con ruedas de molino».