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Deprisa, Deprisa

Con el virus galopante como un rayo que no cesa, salvo aplicando las restricciones que lo han acorralado un poco –solo un poco– en las tres pasadas olas, aún pedimos más

Carlos Javier Taranilla

León

Miércoles, 10 de marzo 2021, 10:40

Cae la tarde sin prisa pero sin pausa y, mientras me acomodo frente al teclado de la máquina habitual, suenan por rumbas 'Los Chunguitos':

Si me das a elegir

entre tú y la gloria,

¡ay, amor!,

me quedo contigo.

Es una de las canciones de la banda sonora de «Deprisa, deprisa», la película de Carlos Saura, rodada en el año 1981, que ponía el foco sobre una banda de delincuentes juveniles, de esos que lo quieren todo enseguida, ¡ya!

Algo así parecen los tiempos actuales. Las manifestaciones feministas del Día de la Mujer Trabajadora (el 8 M, de infausto recuerdo el año pasado), la apertura de la hostelería, soltarse la melena... no deprisa, deprisa sino ¡ya!

Y no solo de parte de los empresarios, quienes, como es natural, claman por sus intereses. ¡Qué va! Es el público en general el que lo pide a gritos. Ya no se puede vivir sin alterne. Los más pequeños se crían y juegan alrededor de las mesas y las sillas donde sus padres comen y beben. No importa que su diminuta y tierna integridad física quede al albur de un canto saliente o de un resbalón fortuito. Quitarse los dientes, abrirse una brecha en la carne y que corra la sangre...

¡Se acabaron los chiquillos

que iban por el parque solos!

Están los viejos columpios

tiritando bajo el polvo.

Total, que ya no se lleva ponerse a cuidar de la prole, esa que en origen dio nombre a toda una clase social (los proletarios) porque era lo único que poseían. Y eso que nuestro Código Civil, al contrario que el francés por ejemplo, mantiene la expresión «buen padre de familia» (nacida del derecho romano) respecto a la diligencia para prevenir el daño. Claro que, con ello, algunos opinan que se está dando combustible, gasolina (como decía Marlaska en 2019 el Día del Orgullo), en este caso, no a la extrema derecha sino a las feministas radicales que no comulgan con el lenguaje oficial establecido por la RAE. Aunque, bien mirado, otra que tal baila: mira que aceptar finde por fin de semana...

Con el virus galopante como un rayo que no cesa, salvo aplicando las restricciones que lo han acorralado un poco –solo un poco– en las tres pasadas olas, aún pedimos más. No hay paciencia siquiera unos meses, a la espera de la extensión de las vacunaciones. Y la consejera rogando encarecidamente responsabilidad, cuando ya se sabe que esta, a las segundas de cambio, brilla por su ausencia si es que alguna vez existió.

«¡Venga alegría y jarana, que mañana dios Dará!» La copla de siempre. Y eso que nos jugamos mucho más que el veranito. Pero no importa: 'Spain is different', como rezaba el eslogan turístico promovido por Fraga Iribarne en sus años de Ministro de Información y Turismo, entre 1962 y 1969, con el fin de favorecer la llegada a nuestro suelo de foráneos cargados de divisas. Un político de armas tomar, que lo mismo bañó su humanidad en la playa de Palomares un 8 M de hace sesenta y cinco años desafiando la radiación de las bombas termonucleares caídas en el mar –algunos han querido trasladar el episodio al día anterior y a otra playa limpia de contaminación–, que se declaró en rebeldía el 23 F de hace cuarenta en el interior del Congreso secuestrado cuando, sin embargo, ya todo se había consumado: «¡Disparen contra mí!». Dicen que Franco exclamó la primera vez que lo oyó hablar: «¡A ese, que le nombren algo!».

Unos años antes de su llegada al ministerio, corriendo 1959, el entonces titular de Hacienda y con el tiempo Gobernador del Banco de España, Mariano Navarro Rubio, que hubo de salir del organismo en 1970 por tratarse de uno de los implicados en el caso Matesa –una corruptela tardofranquista por importe de 1632 millones de euros al cambio de hoy, niñerías en comparación con lo que hemos vivido constante democracia–, se había presentado ante el invicto Caudillo con el único puñado de dólares que quedaba en caja. La sombra de la vuelta al gasógeno si no se acometía el Plan de Estabilización para solicitar créditos a los organismos internacionales decidió al dictador: «Pues hágalo». Y España entró en la senda del desarrollismo.

Luego, pasado el tiempo, a algunos apocalípticos que pusieron el foco en el principio del milenio les faltaron escasamente dos década+s para dar en el clavo con la fecha de inicio del terror. Era 1974 y, prediciendo más o menos lo que hoy tenemos entre manos, si bien achacándolo todo a la polución 'in crescendo', cantaba el asturiano Víctor Manuel en su época de progre:

Érase una vez el año dos mil,

un hombre con su hijo paseaba por Madrid

con trajes de hojalata reforzada y plexiglás,

cubríanse del aire con caretas antigás.

Otros, años más tarde, advertían de la que se avecinaba a pesar del encanto de las TIC, las Tecnologías de la Información y la Comunicación. El granadino Miguel Ríos al micro diciendo una cosa y la contraria en 1986:

Llega el año dos mil y el milenio traerá

un mundo feliz, un lugar de terror,

simplemente no habrá

vida en el planeta.

En fin, cierra ya la noche y, como todo lo queremos deprisa, deprisa, si me das a elegir (parafraseando un tanto a 'Los Chungos') entre la juerga y la pandemia, me quedo con ninguna.

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