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Si a cualquiera de nosotros nos hubieran dicho hace un año que llevar mascarilla se convertiría en algo normal, que nos impondrían un toque de queda, que una pandemia mundial nos iba a obligar a estar encerrados en casa durante tres meses, que miles de ... personas morirían o que nuestra sanidad y sus trabajadores iban a vivir uno de los peores momentos de sus vidas, hubiéramos pensado que era una película de ciencia ficción y nos hubiéramos quedado en shock.
Pero ha pasado el tiempo y la realidad ha superado con creces a cualquier ficción. Creo que no hace falta que haga un repaso por todo lo que hemos vivido en menos de un año a todos los niveles, personales, sociales, sanitarios, laborales, y pese a ese tiempo que ya ha pasado, algunos todavía siguen en shock y esconden su mediocridad tras las espaldas de aquellos a los que les gusta mucho salir en la foto.
Desde la administración autonómica se impone a través de un decreto unas condiciones laborales abusivas, sobre todo a médicos y enfermeros que son quienes tienen que dar la cara en primera línea contra la pandemia es, cuando menos, una medida estúpida. La nueva normativa adapta las vacaciones, turnos y permisos y posibilita la movilidad de los profesionales por todo el territorio mientras sea indispensable, algo que el presidente de la autonomía considera es un «ejercicio de responsabilidad», pero que ha dado pie a numerosos colectivos a pedir su dimisión por considerar que el decreto establece medidas que suponen «una pérdida de derechos total en las condiciones de trabajo».
Si la Junta de Castilla y León en muchas ocasiones ha dicho que lo que intenta es recuperar a aquellos profesionales médicos que han abandonado incluso España buscando mejoras laborales, parece también absurdo que se diga eso y luego se permita imponer estas situaciones para luego dejarles vendidos. Y es que la gravedad de esto viene a sumarse a un colectivo ya exhausto, que ha soportado la presión de una situación sin precedentes, pero lo peor de todo, la sucesión de una serie de decisiones políticas, también sin precedentes, sin previsión y poco meditadas. No es el momento de restar derechos a este colectivo que ha estado en primera línea plantando cara a un gigante desconocido.
Hay una crisis, si, y una pandemia, pero también hay herramientas para en mayor o menor medida paliar y combatir ambas, fortalecer la sanidad pública con todo lo que ello conlleva, sí es la opción y no jugar con el tiempo, la movilidad y los derechos de los trabajadores. Emitir un decreto para disponer libremente de la movilidad de los trabajadores y poder centralizar los servicios sanitarios implica dejar desatendido el resto y eso conlleva un peligro y un riesgo inasumible.
No me cansaré de repetirlo, gobernar no es hacerse fotos, gobernar no es hacer campañas de autobombo, ni presumir de tener una comunidad que es un modelo de éxito, ni improvisar decretos, gobernar es gestionar, es tener dos dedos de frente, es saber asumir y afrontar una crisis con éxito, pero éxito de verdad, ser firme, inteligente y eficiente, porque de lo contrario la pandemia nos llevará por delante
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