El crepúsculo de las diosas
A la última ·
«Yo sé que soy mayor, pero no sé por qué no hay sitio en ninguna televisión de este país para mí», le confesó María Teresa Campos a Anne Igartiburu en una entrevista recientísimaA la última ·
«Yo sé que soy mayor, pero no sé por qué no hay sitio en ninguna televisión de este país para mí», le confesó María Teresa Campos a Anne Igartiburu en una entrevista recientísimaTras el prestreno de 'El crepúsculo de los dioses', Barbara Stanwyck se arrodilló ante Gloria Swanson y le besó el dobladillo del vestido. Ante María Teresa Campos, diosa catódica durante décadas, también se arrodillaban unas y otros, bien fuera por respeto, adulación o interés. Pero ... ya no.
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«Yo sé que soy mayor, pero no sé por qué no hay sitio en ninguna televisión de este país para mí», le confesó a Anne Igartiburu en una entrevista recientísima. «Necesito trabajar porque, aunque sea un poquito, llena mi vida y no estoy en mi casa sentada». Solo le faltó rematar con «Cuando quiera, señor Vasile, estoy lista para rodar». En cualquier caso, la comunicadora habla desde el privilegio. Que claro que ella está en una posición ventajosa. Que por supuesto que existen mujeres en peor situación, envejeciendo pobres, enfermas, solas y olvidadas. Que es obvio que hay que saber retirarse para dar paso a las nuevas generaciones. Pero el lamento de la Campos es el de tantos mayores que se sienten muertos en vida porque ya no sirven para nada. O eso les hemos hecho creer.
Igartiburu, mucho mejor a rienda suelta que sometida a las leyes del teleprónter, la consuela. Y la comprende. Porque a Anne no le quedarán dos telediarios, pero sí seis corazones. A los cincuenta y tantos empezamos a verle las orejas al lobo: somos demasiado viejas para algunas cosas, y antes de que nos demos cuenta, seremos viejas para todas. Si tiramos de clásicos, también hay que hacer referencia a 'Showgirls': «Siempre hay alguien más joven y hambriento bajando la escalera detrás de ti». En este caso, no es una gataperra la que nos pone la zancadilla para que caigamos rodando. Es el tiempo, que acabará devorándonos.
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