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Tamara Falcó, radiante en su reaparición tras conocerse las infidelidades de su ya exprometido. YOTELE
Cornudas y contentas
ANDAR Y CONTAR

Cornudas y contentas

Miércoles, 28 de septiembre 2022, 20:18

Confieso que hace semanas me vi del tirón la serie de Tamara Falcó, una evaporada que por su inocencia y candidez, por lo pija o por lo irreal que es, siempre me ha parecido fascinante. Con la esperanza de despejar la incógnita de si la marquesa es tonta o se lo hace, un sábado me tragué los seis capítulos. Entre ojiplática y abducida por la musa del «sabes» y el «o sea», el extraño docureality de Netflix terminó y yo no conseguí descifrar si es posible que esta chavala sea tan personaje como parece. Hay otros mundos, pero cuesta digerirlos.

Ayer, por fin, se despejaron casi todas mis dudas. Contra todo pronóstico, la marquesa de Griñón parece tener la cabeza bastante mejor amueblada de lo que dejaba entrever en sus comparecencias mediáticas. O sea, detrás de esa dulzura impostada, detrás de esos modales firulís, Tamara dio ayer una gran lección que no viene mal aprender: de unos cuernazos, como de casi todo lo traumático, sólo se puede salir con mucho humor. Pues ole ella.

Que se dice fácil, o sea, pero a ver quién tiene los santos bemoles de dejarse ver radiante, sonriente y producidísima en un photocall del Teatro Real cuando las televisiones y los tuiteros llevan horas radiando las juergas que se ha pegado por medio mundo el tipo con el que acababa de anunciar su compromiso, un niñato empresario en el que ella decía tener fe ciega.

Una tampoco esperaba que la primera aparición postcuernos de Tamara fuera en plan Chenoa, ya saben: en un portal, con un chandal cutre, coleta y ronchas rojas por toda la cara para pedir piedad a los medios mientras ella se recuperaba de la traición de Bisbal.

O sea, no. Tamara no podía defraudar. Tras unas horas refugiada en casa de mummy, Tamara sale a la palestra tan impecable como siempre, tan maqueada como siempre, tan pijísima como siempre, y responde tan exquisitamente como siempre a todas las preguntas impertinentes de la prensa carroñera.

Y hasta pide perdón a los programas que a diario revientan audiencias a costa de cachondearse de personajes como ella «por no haberos creído» cuando desvelaban las aventuras del prometido en cuestión. O sea. «Gracias por vuestro trabajo de investigación», espeta la pobre, y vuelve con su retahíla religiosa sobre los designios de dios, los rezos que ha echado a una virgen o el mantra ese de que «todo pasa por algo». Lo del ultracatolicismo del que presume, que hasta diseña medallas de la virgen para Tous, no cuadra mucho con lo de haberse ido a vivir «en pecado» con un presunto pichabrava, pero eso ya es otro cantar, que para moderna, su madre.

De Tamara hemos aprendido ayer que al toro se le coge por los cuernos. Que será cornuda, pero contenta. Y encima suelta la coña de que igual fue la Preysler quien filtró los vídeos del pavo morreándose con otra. Ahí tenemos a la nada enclenque Tamara convertida en asunto nacional al protagonizar en apenas dos días un compromiso, unos cuernos en diferido y un sinfín de gilipolleces convertidas en cotorreo omnipresente, y eso que en este país hay pocos que digan ver algo más que los documentales sesudos de La 2.

Parece que la aristócrata más adorablemente fina del Hola, hija de la Preysler y del Marqués de Falcó, venía llorada de casa. Y cuenta sin pamplinas, como si hablara del año pasado, que ella «estuvo muy enamorada» de su «exnovio», pero que los problemas sentimentales hay que dejarlos aparte cuando toca ir a trabajar.

Yo no sé si lo suyo es inteligencia emocional o inteligencia comercial, que la muchacha tenía comprometido un evento para promocionar la inmobiliaria que le ha construido un ático monísimo al lado del casoplón de mamá, pero ese aplomo en un momento de desconsuelo no lo ve una todos los días.

Atrás quedaron los años en que Tamara era pasto del cachondeo mediático cada vez que estampaba su coche contra un poste o un vips en Madrid, los años en que tenía una pedrada cuando hablaba de tío Julio o tío Miguel para referirse a los padres de sus hermanos. La nueva marquesa de Griñón, mujer-anuncio como la madre que la parió, volverá a abducirnos cada vez que salga en El Hormiguero analizando la actualidad, o más bien su mundo, y habrá que estar atentos a cómo explotará ahora esto del engaño/s y su recién recuperada soltería.

Tendrán que repensar la segunda temporada de su serie, que ya estaban rodando. Y si antes el tema era la preparación de la boda, ahora será la vida feliz de una soltera de oro, o la vuelta a la idea de ser monja, o cómo conseguir un churri que le guste a mamá en menos de tres meses…

Netflix tendrá ahora para varias temporadas, y superarán de sobra la primera, que tampoco tiene desperdicio. Véanla. Son otros mundos, aunque a los de éste difícilmente nos entren en la cabeza. Momificada su madre, la mítica filipina; reducido el último novio de ésta a un monigote (¿cómo coño se presta Vargas Llosa a un espectáculo tan grotesco?), y con secundarios tan increíbles como el cura, la diseñadora, el empresario, el diseñador o el cocinero top. Una fantasía de principio a fin. Qué tropa. Pero gracias infinitas por las risas, que parece que también la buena vida hay que sobrellevarla con bastante humor. Sea, Tamara, sea.

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