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Convivir con la excepcionalidad

La suspensión del estado de alarma fue entendida por algunos (partidos de oposición, manifestantes con cazuelas, gobiernos autonómicos, sectores económicos, tertulianos…) como la desaparición del problema sanitario

Miércoles, 29 de julio 2020, 05:08

La suspensión del estado de alarma fue entendida por algunos (partidos de oposición, manifestantes con cazuelas, gobiernos autonómicos, sectores económicos, tertulianos…) como la desaparición del problema sanitario, pero lo cierto es que, como el dinosaurio de Monterroso, el virus seguía ahí. No era ... un pretexto del gobierno bolivariano de Pedro Sánchez para «quitar la libertad a los españoles» como predicaban los orates que a diario se dedican a amargar la vida del resto de los españoles. Han bastado unas semanas de relajación para que la situación se haya vuelto otra vez grave en zonas concretas de toda España: en Cataluña cuyo gobierno bate todos los records de ineptitud, después de reclamar hasta la náusea una gestión independiente, o en Madrid, cuya presidenta y vicepresidente dicen exactamente lo contrario en la misma tarde casi todos los días. Por supuesto que es muy impopular restringir el ocio nocturno y juvenil —uno de los principales focos de nuevos contagios—, pero esa es la responsabilidad de unos gobernantes regionales muy especializados en la crítica al gobierno de la nación mientras miran hacia otro lado cuando les toca a ellos adoptar decisiones inconvenientes para personas y negocios. En realidad ha habido una tendencia inconsciente a pensar que la «nueva normalidad» era la vieja normalidad, algo que se comprende hasta cierto punto en los adolescentes, pero resulta inexcusable en las administraciones.

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