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La suspensión del estado de alarma fue entendida por algunos (partidos de oposición, manifestantes con cazuelas, gobiernos autonómicos, sectores económicos, tertulianos…) como la desaparición del problema sanitario, pero lo cierto es que, como el dinosaurio de Monterroso, el virus seguía ahí. No era ... un pretexto del gobierno bolivariano de Pedro Sánchez para «quitar la libertad a los españoles» como predicaban los orates que a diario se dedican a amargar la vida del resto de los españoles. Han bastado unas semanas de relajación para que la situación se haya vuelto otra vez grave en zonas concretas de toda España: en Cataluña cuyo gobierno bate todos los records de ineptitud, después de reclamar hasta la náusea una gestión independiente, o en Madrid, cuya presidenta y vicepresidente dicen exactamente lo contrario en la misma tarde casi todos los días. Por supuesto que es muy impopular restringir el ocio nocturno y juvenil —uno de los principales focos de nuevos contagios—, pero esa es la responsabilidad de unos gobernantes regionales muy especializados en la crítica al gobierno de la nación mientras miran hacia otro lado cuando les toca a ellos adoptar decisiones inconvenientes para personas y negocios. En realidad ha habido una tendencia inconsciente a pensar que la «nueva normalidad» era la vieja normalidad, algo que se comprende hasta cierto punto en los adolescentes, pero resulta inexcusable en las administraciones.
Uno de los focos responsables de los rebrotes procede de las zonas de recolección de fruta, hecho que ha visibilizado una realidad vergonzosa, la de las condiciones infrahumanas en las que viven muchos trabajadores temporeros de la actividad agraria. Son condiciones mucho peores de las que padecían los vendimiadores españoles en Francia hace varios decenios y, por supuesto, son el caldo de cultivo perfecto para la covid-19. Los responsables no son los trabajadores extranjeros como pretende el discurso xenófobo y racista, sino el hacinamiento en poblados de cartón y plástico al que se ven obligados en España. Esas situaciones se producen en varias y variadas comunidades autónomas ante la injustificable ceguera de todo el mundo. Como ha dicho el Defensor del Pueblo, las administraciones (todas), los agricultores y las organizaciones agrarias son los principales responsables de que se tolere la existencia de un tercer mundo dentro del campo español. Nuestro país debe seguir siendo el mayor productor y exportador de frutas y verduras de la Europa sin necesidad de ese sistema de explotación que ahora se ha convertido en un problema sanitario para todos y por lo tanto insostenible e inviable. Además, un sector tan importante de nuestra economía no podrá resistir ese baldón reputacional durante mucho tiempo sin que le afecte gravemente a las cifras de ventas.
La mejor noticia de los últimos tiempos ha sido el acuerdo alcanzado por la Unión Europea para crear un fondo de 750.000 millones de euros para hacer frente a la crisis económica derivada de la covid-19. Los 140.000 M que le corresponderán a España son un colchón que permite soslayar el austericidio de la anterior crisis. Se trata de un auténtico reconocimiento por parte de la UE de que las recetas anteriores dentro de la ortodoxia neoliberal fueron erróneas y contraproducentes. Aquellas recetas tan celebradas en España —causantes de tanta pobreza y sufrimiento entre las gentes que menos responsabilidad tenían en la crisis— se predicaban inevitables e inamovibles, aunque ya fueron desechadas en Estados Unidos que, tras el error de dejar quebrar Lehman Brothers, nacionalizó temporalmente hasta la General Motors. Finalmente, el keinesianismo ha vuelto para salvar a los ciudadanos de los errores y excesos de la «mano invisible» en la economía de mercado, así como de los efectos de las guerras o de las catástrofes naturales como es la pandemia. Aunque debe reconocerse que hace años ya Mario Draghi apartó al BCE de aquella ortodoxia con muchos recelos desde Alemania. Toda una lección para el fundamentalismo económico de los últimos decenios que también ve como se acaba la globalización indiscriminada. Un diminuto virus ha tenido más efectos que miles de trabajos y discursos económicos durante años. Sin duda se está produciendo un cambio de era motivado por el estado de necesidad imprevisto, imprevisible y de efectos irreversibles.
No era nada nuevo, pero fue descarado el deseo de sectores políticos y mediáticos para que fracasara la cumbre europea, no hubiera fondos de reconstrucción y, según ellos, cayera el gobierno. Sin embargo, a pesar de los agoreros y de los patriotas de hojalata hubo acuerdo en Bruselas. Fue el resultado de una iniciativa política brillante y eficaz por parte de los gobiernos de España, Italia, Francia y Portugal que plantearon el fondo de reconstrucción a principios de abril y que, finalmente, consiguieron arrastrar a la mayoría de la UE, comenzando por Alemania sin cuyo concurso todo es imposible en Europa. La resistencia hasta el final de cinco países autodenominados frugales fueron los últimos coletazos de un pensamiento nacionalista e implacable con los pobres mientras fabrica paraísos fiscales para ricos. La mezquindad y el rencor que inundan el ambiente político y mediático español han escatimado la valoración de este acontecimiento como se merece, pero se trata de un giro copernicano para toda Europa y con gran beneficio para España en el que Pedro Sánchez ha tenido un papel esencial. Solo desde el máximo sectarismo se ha podido ignorar o minusvalorar algo tan importante para la vida cotidiana inmediata de las empresas y ciudadanos españoles abocados a una extraordinaria crisis económica particular en medio de una crisis mundial sin precedentes
Ahora bien, la función de los 140.000 millones no puede ser meramente sustituir a la producción suspendida durante el estado de alarma porque, lo mismo que la sanidad, la economía tampoco volverá a la vieja normalidad con sectores enteros como el turístico o el aeronáutico con un futuro muy incierto a corto plazo. Se trata de responder con proyección a largo plazo y sentido de estado a la crisis económica y al cambio de era. Lamentablemente, lo visto en la comisión de reconstrucción no anima a ser optimistas. La tentación de comportarse en el parlamento como en un plató de la televisión basura es dominante en algunas fuerzas políticas. Incomprensiblemente hay líderes políticos que prefieren hacer el chisgarabís de patio de colegio en lugar de aparecer como responsables que tienen algo que ofrecer a su país para serle útiles. El Consejo Asesor para Asuntos Económicos creado por Nadia Calviño, con 17 personalidades indiscutibles en el mundo académico, es la mejor garantía para que el trabajo de imaginar el futuro se haga sin el lastre sectario que padecemos a diario. No sabemos cómo será el futuro, pero es seguro que nunca será el pasado Y mucho menos tras una experiencia tan traumática y transformadora como la que estamos viviendo. Lo menos que debemos esperar de los dirigentes es que estén la altura de los cambios y sacrificios que van a ser necesarios para salir de esta situación excepcional.
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