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Acertó plenamente Pedro Sánchez al hacer de la socialdemocracia y el contexto internacional los ejes de su discurso de clausura en el Congreso del PSOE

Miércoles, 20 de octubre 2021, 09:15

Acertó plenamente Pedro Sánchez al hacer de la socialdemocracia y el contexto internacional los ejes de su discurso de clausura en el Congreso del PSOE. Amplió así el campo de visión y el marco del debate político que la derecha pretende reducir permanentemente al ... deformado ámbito nacional (cuando no nacionalista) y a las mezquinas cuestiones personalistas de sus dirigentes.

Hace casi cuatro décadas que el neoliberalismo exportado desde Estados Unidos y el Reino Unido dio por caducada a la socialdemocracia y por inviable al «Estado de bienestar». La hegemonía de las tesis neoliberales facilitaron el ascenso de China a segunda potencia mundial y condujeron a la crisis financiera mundial de 2008. Sus recetas agravaron las consecuencias de la gran recesión para los sectores más pobres de nuestras sociedades y de todo el mundo, y, una vez más, beneficiaron a los más privilegiados. Tras la nefasta experiencia, hoy organismos como el FMI (como deja claro la Economista jefa Gita Gopinath) o el BCE, aborrecen las tesis neoliberales como se ha comprobado en su actitud frente a las secuelas económicas de la pandemia. Quedan algunos defensores residuales alarmando por un posible rebrote inflacionario pero la mayor parte del mundo está preocupada por combatir la crisis postpandémica y la desigualdad. Eso explica el retorno de la socialdemocracia que, a día de hoy, está en todos los gobiernos escandinavos, en Portugal y en España. Pronto formará gobierno en Alemania y, tras ganar las elecciones municipales en todas las grandes ciudades italianas, es previsible que también se alce allí con la victoria en las elecciones generales. Parece que la antaño agonizante socialdemocracia goza de muy buena salud en Europa. Mientras tanto el Partido Republicano norteamericano y el Conservador británico, principales impulsores del neoliberalismo, han caído en manos de aventureros estrafalarios que solo pueden conducir a los mayores desastres como se está viendo con el Brexit.

El congreso del PSOE ha servido para mostrar un partido recuperado y que mira al futuro, tras superar una más de sus muchas crisis en su larga y agitada historia, la cuarta en esta etapa democrática. Solo cuatro años después de que lo dieran por muerto o sorpassado desde la derecha y la izquierda, se demuestra que tiene un papel insustituible en la democracia española, bien sea en el gobierno como está ahora (para histérica desesperación de las derechas) o en la oposición como ha estado otras veces.

La semana política había comenzado por los insultos de la extrema derecha al presidente del Gobierno durante el desfile militar de la fiesta nacional. Una exhibición de grosería y odio cainita (inoculado por los medios más sectarios), precisamente en la fiesta y desfile que deberían considerar sagrados aquellos a los que se les llena la boca de patriotismo populachero. Un comportamiento exclusivo del radicalismo derechista y nada nuevo, pero que corre el antidemocrático peligro de normalizarse como la mala educación en el Congreso de los Diputados. Para agravar las cosas y desdibujar aún más la delgada línea que separa al PP de la extrema derecha, Pablo Casado caracterizó como representativa de «la gente» de España a esa ínfima minoría vociferante. Y lo hizo en una intervención parlamentaria. Solo por la ausencia de convicciones democráticas profundas se pueden explicar o justificar esas actitudes que no ocurren en ningún otro país de la UE.

A continuación nos llegó la sorpresa de que el PP se avino ¡¡por fin!! a cumplir el mandato constitucional de renovar los órganos institucionales (todavía con la duda sobre el CG del Poder Judicial) bloqueados y caducados durante años. ¿A qué se puede atribuir tal conversión al constitucionalismo en el transcurso de una semana? No hemos oído explicación coherente alguna, por tanto habrá que interpretar que se debe al más puro interés partidista y a que por fin han admitido que hay un gobierno de coalición legítimo que va a permanecer toda la legislatura. Han tenido que olvidar las ensoñaciones de derribar al ejecutivo (apoyados en desgracias como la pandemia y sus secuelas) y precipitar elecciones. Ante esas previsiones no les convenía la renovación en tiempo y forma de unos órganos periclitados y que tanto se han desprestigiado. Valga como ejemplo de esto último que, aplicando rigurosamente la nueva doctrina del Tribunal Constitucional, no se podrían estar confinando poblaciones en la isla de La Palma sin que el Congreso aprobase un estado de excepción.

Ahora bien, a falta de propuestas programáticas para el futuro y siguiendo la ruta que les marca Vox o la extrema derecha europea y norteamericana seguirán la «guerra cultural» con las provocaciones que más dividan y crispen a la sociedad española. Ahora que se cumplen diez años del fin de ETA y cuando no hay ni se esperan referéndums en Cataluña, necesitan sucedáneos de lo que fueron grandes tragedias y verdaderos problemas entre españoles.

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