Borrar

Contrabando de apuntes

Todos tenemos en la mente varios nombres de compañeros que no solo apuntaban bien, sino que además tenían buena letra y que jamás protestaban cuando se los pedían

Miércoles, 20 de octubre 2021, 09:16

En casa de mis padres, aún se guarda como un tesoro el primer tocadiscos que adquirieron a medias mi padre y mi tío Maxi. Allí se conserva, en la que fue mi habitación entre los discos de Fundador y Mirinda junto al primer disco ... que también compraron y que iba en el lote de la venta. Era el famoso 'Vuelvo a Granada' de Miguel Ríos. Y con el tiempo, el destino quiso que fuera a Granada y que pudiese conocer en varias ocasiones al artista. La primera, en un exterior de radio que realizamos desde la Escuela de Comunicación, y las siguientes, en el Elefante, una taberna que le gustaba mucho a mi director, siempre cerca de la emisora y donde servían las mejores anchoas. Durante mis años en la ciudad Nazarí, yo también, «entre mi gente, encontré la felicidad», como decía la canción de Miguel. Uno de ellos fue el genial doctor de filología Hispánica Emilio García Wiedemann. Un gran tipo que compaginaba su labor pedagógica con unas afiladas y comprometidas columnas en 'Ideal de Granada' donde siempre dejaba su sello personal. A nuestra emisora iba los martes por la tarde para debatir con otro grande de Granada, Joaquín Abras de Santiago. Fueron muchos los martes en los que la tertulia continuaba en alguno de los bares cercanos a la radio, eso sí, con vino tinto y siempre de Ribera. Emilio, un apasionado del periodismo y del mundo de la comunicación en general, puso en marcha en la Universidad de Granada el Curso de Experto en Comunicación, y posteriormente el Master.

Consiguió convencerme para que me apuntara en su segunda edición. Y ya desde el principio merecía la pena porque se impartía en la facultad de Ciencias Políticas, en pleno centro histórico y al lado de la basílica de San Juan de Dios. La plantilla de profesores también prometía, la mayoría eran compañeros de reconocido prestigio con muchos años de oficio. Las clases se impartirían los jueves y viernes por la tarde y los sábados por la mañana. Para una persona aplicada y responsable, ese horario era fantástico, ya que se podía compaginar con el mundo laboral o incluso con otros estudios. Pero para un joven con apenas veinticinco años, la cosa era más bien un riesgo.

Al principio asistí prácticamente a todo, pero a medida que aquello iba cogiendo forma empecé a hacer novillos, y ya saben, con la disculpa de la radio siempre tenía carta blanca. Pero debía buscar una buena persona que me facilitase el tocho de apuntes y fotocopias. Los buenos apuntes lo son todo. Y como la vida no me daba más de sí, decidí copiar dos trabajos que puntuaban para dos asignaturas distintas.

Uno fue el editorial de un conocido director de un periódico nacional sobre la muerte de Yasir Arafat. Y el segundo, fue la crítica de una película de cine que nunca vi, de mi querido Gonzalo González Laiz. La película era 'Luna de Avellaneda' y al profesor, ante aquel brillante trabajo, no se le ocurrió otra cosa que leerlo en alto, mientras yo me ponía de todos los colores. Tal fue el bochorno que ni siquiera he sido capaz de ver el film.

La ULE, ante el nuevo mercado emergente de la venta de apuntes, estudia informar a los estudiantes de los peligros de venderlos en la red.

Seguro que todos tenemos en la mente varios nombres de compañeros que no solo apuntaban bien, sino que además tenían buena letra y que jamás protestaban cuando al final de la jornada les pedías los apuntes del día para fotocopiarlos.

Con la crítica de Gonzalo saqué un diez, pero con el editorial de la muerte de Yasir Arafat de Pedro J, no pasé de un aprobado raspado. ¡Menos mal que fue gratis!

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

leonoticias Contrabando de apuntes