Secciones
Servicios
Destacamos
Salí a la calle y me crucé con una mujer que me pareció guapa o, al menos para mí, atractiva. Apenas la pude mirar de refilón para evitar que se sintiera agobiada o acosada, pero a medida que nos íbamos acercando comprobé por el rabillo ... del ojo que nos cruzaríamos muy cerca, así que de un salto me separé de su trayectoria porque los virus no entienden de belleza. Quería haberle preguntado la hora ya que desde que el móvil no sirve para llamar siempre miro la hora en él, pero no podía cogerlo porque había abierto una puerta con mi mano desnuda y las consecuencias epidemiológicas lo desaconsejaban.
Así las cosas, al apartarme bruscamente de la trayectoria de aquella chica me di un costalazo razonable contra una casa. Como me dolía el codo por el golpe me fui a urgencias y allí, por no sentarme en ninguna silla, no me fuera a contaminar, estuve esperando más de 3 horas de pie, después de las cuales me dijeron que en el codo no tenía nada, pero al estar tanto tiempo de pie acabé con una lumbalgia que no me podía ni mover.
Como no quería volver a casa en transporte público porque me quedé sin la octava mascarilla que se me despegaba por los tirantes fui andando (con la mascarilla atada con nudo marinero) y con eso lo rematé porque cuando llegué estaba destrozado de cansancio, con un dolor de espalda impresionante y las orejas de soplillo que se me están poniendo con la mascarilla, nueva o atada. De camino vi a un policía poniendo una multa a un coche montado en la acera de una amplia rotonda donde no molestaba a nadie, mientras un montón de parroquianos estaban sentados en terrazas con el beborcio acabado y la mascarilla en el sobaco, que tampoco molestaban a nadie más allá de los miles de muertos para los que estaban poniendo su granito de arena.
Ya en casa, me lavé las manos por vigesimocuarta vez en las últimas horas (la verdad es que me alivió bastante cuando me enteré que no hacía falta usar «nanas» para lavarse). Como pude me senté en el sofá y puse la tele, entonces vi una rueda de prensa de un señor que había dicho hace tiempo que estaba todo controlado. A su lado había otro señor que dijo que íbamos a tener una vacuna pasado mañana a las cuatro y cuarto. De la irritación me entró un terrible dolor de cabeza y para ver si se me pasaba me puse unos paños fríos en la frente que lo único que me provocaron fue un catarro de cuidado.
Al día siguiente tenía que marchar a Galicia, pero como no recordaba si estaba confinada mi ciudad o mi provincia o mi comunidad o viceversa, estuve mirando un vuelo a Londres y de ahí uno a Santiago de Compostela, pero económicamente me salía algo más caro que en coche.
Hice el Camino de Santiago en bici (eléctrica) monte a través y una vez en Galicia nos tuvimos que reunir 11 en el hotel, pero como la cafetería estaba cerrada nos fuimos 5 a una habitación y 6 a la de al lado y así trabajamos a voces, menos cuando no había acuerdo, que entonces salíamos a las terrazas de las habitaciones que estaban pegadas y ahí ya sí, con el frío consensuábamos a gran velocidad.
Me consolé porque peor lo tuvo Josefa, que quedó encerrada en el 4ªA en el piso de su amante, ya que cuando se quiso maquear para volver a casa eran las 22,15 h. y no era plan de pedir un justificante al rey de su cama bis.
A pesar de la situación, esbocé una sonrisa porque más negro (uy, perdón) lo tiene Joaquín, que su otro amor está en otra provincia y se ha tenido que hacer un Excel para saber qué días y horas tiene hábiles para la coyunda, considerando confinamientos perimetrales, de edificios, de barrios, de ciudades, de provincias y de comunidades autónomas (y al marido, claro). Se rumorea que va a haber confinamientos por habitaciones dentro de cada casa. Yo mismo hay noches que me confino en mi mitad de la cama y no quiero saber nada de nadie, no sé si me entiende, y si veo que surge alguna duda toso un par de veces y hala: a dormir. Además, el marido de Concha, la amante de Joaquín, es guardia civil, y Joaquín tiene miedo de que le pille y le meta cuatro guantás o le multe por saltarse el confinamiento, o las dos cosas.
En esto me llama y Joaquín y me dice que ha preparado una quedada en el AVE, que en el piso solo pueden estar 6 y para dos de mus seríamos 8, y que cree que Villarejo ha puesto cámaras espía en todos los hogares para controlar eso, porque si no ya me dirás. Pero en el AVE hemos quedado 8 con un billete de viaje largo porque hay un ambiente de la de dios, va petao y lo mismo ligamos. Para el justifi nos hemos matriculado todos de un curso de «Feng Shui Evolutivo» en Tarifa (algunos prefirieron matricularse de «Terapia holística de Lesiones más frecuentes provocadas por el Kamasutra») y como somos estudiantes podemos ir y hasta venir y el virus no se entera y pasa de nosotros.
Cuando sonó el despertador me levanté sudoroso por la pesadilla y me alegré de haber vuelto a la realidad. Me arreglé y entonces...
Salí a la calle y me crucé con una mujer que me pareció guapa o, al menos para mí, atractiva. Apenas la pude mirar de refilón …
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Carnero a Puente: «Antes atascaba Valladolid y ahora retrasa trenes y pierde vuelos»
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.