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Fuera de cobertura

ABRIENDO EL COMPÁS ·

«Estamos como para llamar al médico ahora que vienen las nieves, o como dicen los dinamizadores, para montar una empresa en el mundo rural por muy fácil que nos lo pinte Correos en su último anuncio»

Miércoles, 29 de diciembre 2021, 10:57

Mi abuelo Armando era un genial sastre con muchas inquietudes y aficiones y una de ellas era la electrónica. En su casa vi los primeros pequeños receptores con auriculares, con los que se tiraba toda la noche escuchando la radio, una minitele portátil que llevábamos ... de vacaciones y varias estaciones meteorológicas.

Tal era su afición, que siendo bien pequeños mi hermana y yo, mis padres nos apuntaron a un equipo de natación. Los sábados y domingos varias sociedades deportivas competían a nivel local y alguna regional. Mi abuelo, como si fuera un auténtico entrenador se compró un cronometro digital CASIO con el que medía nuestros tiempos emulando al gran Juan Salguero que por aquella época nos entrenaba.

Vivimos unos cuantos años en el mismo edificio. Nosotros en el primero y mis abuelos en el tercero. Y cuenta mi tía y madrina Margarita (con la que curiosamente y por avatares de la vida vuelvo a vivir, casi pared con pared), que cuando yo nací, aquello fue un acontecimiento de tal magnitud que a través de las ventanas, como medio de comunicación oficial, mi madre les contaba mi evolución prácticamente al instante. Algo así como el minuto y resultado de las transmisiones deportivas.

Así que Armando, porque jamás me dejó llamarle abuelo, cansado de que el vecindario se enterase de todo lo que acontecía, compró un interfono que popularmente en mi casa llamaban «canuto». Desconozco la razón de esa terminología popular, pero el caso es que desde el tercero se tiró un cable que llegaba al primero y que permitía, a través de un emisor y un receptor, comunicarse perfectamente con un sonido alto y claro.

Una medida eficiente que acabó con todos los chismes del patio de luces y que con el paso del tiempo no solo se utilizó para enviar mensajes sino que también sirvió de control al más puro estilo Villarejo. Porque desde el emisor principal se podía activar el micrófono y escuchar sin que el otro interlocutor lo supiese. Ya les digo que mis abuelos eran muy avanzados.

En Valdepiélago, concretamente en la localidad de Correcillas, en la montaña leonesa, en pleno Camino Olvidado de Santiago, muy cerquita de los pueblos de mis otros abuelos, Redipuertas y Cerulleda, que están todavía más arriba, pasando las Hoces de Vegacervera, como dicen allí, la junta vecinal ha tenido que pagar una antena propia que les ha costado nada más y nada menos que 11.000 euros, hartos ya de no tener cobertura móvil los pocos «bravos» que allí sobreviven. En verano, la situación era más cómica aun, y tanto los que volvían a pasar unos días tranquilos como los forasteros que iban de fin de semana, tenían que subir a un alto y alargar el brazo para disponer de línea.

Pensaba en ello el otro día cuando veía con Dimas E.T el Extraterrestre, dándome cuenta de que él lo tenía más fácil para comunicarse con sus parientes de otra galaxia. Estamos como para llamar al médico ahora que vienen las nieves, o como dicen los dinamizadores, para montar una empresa en el mundo rural por muy fácil que nos lo pinte Correos en su último anuncio. Eso del 5G, las súperplataformas y lo de los fondos europeos para la transformación digital de las empresas es muy interesante y necesario, no lo dudo, pero la única realidad es que a 40 kilómetros de cualquier capital de provincia de nuestra comunidad hay vida, y muchas de ella sin apenas escuela, médico, e incluso como en este caso sin teléfono.

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