El apagón cultural de 48 horas impulsado por la Unión de Actores y secundado por muchos compañeros de distintas disciplinas me ha hecho recordar aquella canción de Héroes del silencio: «todo arde si le aplicas la chispa adecuada». La chispa, en este caso, han sido ... las desafortunadas declaraciones del ministro de Cultura y Deporte, que al tiempo que ponía en marcha un plan de ayudas de 50 millones de euros para las federaciones deportivas, declaraba que «primero la vida y después el cine». La frustración es comprensible, y más si tenemos en cuenta que los trabajos culturales se caracterizan por la irregularidad en los ingresos y, en muchas ocasiones, también por la precariedad de los contratos. Sin embargo, y pese a ser parte afectada —se lo aseguro: afectada de verdad—, no seré yo quien pare. No ahora.

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Este es un momento para pararse, sí, pero a pensar; y es precisamente la luz de la cultura la que permite que el tren de la reflexión no se detenga. Ojalá, cuando todo esto termine, se recuerde al sector cultural como el timón que dirigió las largas horas de encierro hacia un puerto seguro, o como la bombilla que se encendió cada tarde en forma de libro, de película o de disco para neutralizar la oscuridad del aislamiento. Ojalá nos erijamos por fin como un bien esencial y no como el lujo innecesario que algunos todavía piensan que somos. El gobierno lo ha hecho mal con nosotros, como con otros muchos trabajadores que se están quedando atrás, pero ahora prefiero arrimar el hombro. Lo dejó escrito Gil de Biedma: «Sólo quiero deciros que estamos todos juntos». Joder, primero unos rockeros y ahora un poeta. Qué curioso: la chispa adecuada para narrarnos sigue siendo cultural.

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