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La campaña interminable (II)

Las elecciones madrileñas se han convertido para el PP en algo más que unas autonómicas

Miércoles, 7 de abril 2021, 10:31

La primera intención del PP y de Isabel Díaz Ayuso al adelantar las elecciones madrileñas, sin ningún motivo institucional que lo justifique, es la reconfiguración del mapa político de la derecha española. Otro interés no tienen, dado que ya están gobernando en Madrid y esta ... convocatoria solo les asegura ocupar el ejecutivo dos años más, hasta 2023. El PP se ha planteado las elecciones como la ocasión óptima para recuperar buena parte de los votos que obtuvieron Ciudadanos y Vox en los anteriores comicios. Entonces una parte de los votantes tradicionales de la derecha no habían digerido la corrupción institucionalizada y Ayuso era una total desconocida a quien escondían de la prensa para que no metiera la pata. El único mérito de la candidata sorpresa hace dos años era ser de absoluta confianza para un Pablo Casado carente de respaldo entre barones territoriales como Feijoo, Moreno Bonilla o Mañueco, quienes habían apostado por Soraya Sáez de Santamaría en las primarias del PP. La nueva dirección nacional necesitaba tener las espaldas cubiertas en la organización de Madrid y encontraron a Ayuso.

Las elecciones madrileñas se han convertido para el PP en algo más que unas autonómicas. No debe perderse la perspectiva de que, tras los fracasos en Cataluña y País Vasco, Madrid es clave para la supervivencia de la actual dirección nacional. Se presenta esa convocatoria como una preparación ineludible de las próximas elecciones generales, la tercera y última oportunidad para Pablo Casado frente a Pedro Sánchez. No le darán otra aunque vaya colocando peones propios en los congresos provinciales de su partido.

El objetivo principal del PP en estas elecciones es echar del parlamento madrileño a Ciudadanos (impidiendo que alcance el 5% de los votos) y reducir a la mínima expresión a Vox. Para ello cuenta con una candidata que se destaca por compartir con la extrema derecha gran parte de los contenidos políticos y de la estrategia propagandística. Ayuso ha instrumentalizado la pandemia de una manera insólita en toda Europa occidental, con una irresponsabilidad propia de Trump y Bolsonaro. Mientras todos los epidemiólogos, los dirigentes políticos europeos y hasta los demás presidentes regionales del PP han debido imponer el confinamiento y las medidas restrictivas en espacios cerrados para contener la epidemia, Ayuso ha enarbolado la bandera contraria, lo que le ha proporcionado una burda popularidad especialmente en la hostelería. Ha practicado una estrategia populista de manual que le ha dado resultado porque había un gobierno nacional que cargaba con el coste político de las medidas necesarias e impopulares. Afortunadamente el comportamiento sensato y disciplinado de la mayoría de los madrileños ha impedido que la pandemia fuera mucho más grave en esa comunidad. La gestión de la Covid en Madrid ha sido tan deplorable que en este año han dimitido 14 altos cargos de la consejería, todos ellos profesionales cualificados de la sanidad —como una directora general y las directoras de atención hospitalaria y atención primaria—, hechos que fueron convenientemente disimulados ante la opinión pública. En cualquier caso, Madrid encabeza permanentemente las peores cifras nacionales de afectados, hasta el punto de que el gobierno de Ayuso optó por ocultarlas en los momentos más dramáticos.

La operación de desestabilización y desguace de Ciudadanos ha tenido un indudable apoyo mediático de todos los que encumbraron sin fundamento a un Albert Rivera que se veía presidiendo el gobierno español cuando aún no había consolidado un partido nacional. La guerra sucia de comprar cargos relevantes de Ciudadanos sigue en vigor, como reconoce García Egea sin el más mínimo pudor, mientras les exige lealtad en los gobiernos autonómicos y ayuntamientos donde forman coalición. Se trata de un atraco y un chantaje simultáneos verdaderamente insólitos en nuestra democracia. Si los actuales dirigentes de Ciudadanos aceptan ese infame comportamiento de su socio preferente, estarán escribiendo el epitafio definitivo para su partido que, sin embargo, tiene un espacio político evidente y quedará más vacante tras la derechización del PP.

Las posibilidades de que el PP recupere los votos de Vox parecen menos claras porque la experiencia europea confirma que los partidos de extrema derecha han venido para quedarse. La operación de solapamiento de los populares con Vox para recuperar una parte de sus votos va a consistir en exacerbar la polarización y la crispación con cualquier motivo. La descalificación de la izquierda, diaria y sin argumentos, será el guión de su campaña, bien ensayado por Ayuso en el último año. Además cuenta con un poderoso conglomerado mediático perfectamente engrasado para sembrar cortinas de humo sobre su gestión y presentar como un peligro público cualquier alternativa. A pesar de todo, el ruido será menos estridente que las campañas, algaradas y maniobras de la primavera pasada cuando, aprovechándose de la pandemia y con el pretexto de la manifestación del 8M, pretendieron derribar al gobierno en un complot que al final abortó limpiamente el fiscal del Tribunal Supremo, Luis Navajas, unos días antes de jubilarse. Grosera conspiración que –aunque la nieguen- existió, como las descritas por Galdós en otros tiempos.

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