La campaña electoral como ocasión

Como es bien sabido, diferentes proyectos claves para León dependen en gran medida de la actitud del gobierno autonómico. Uno de ellos fue noticia recientemente, aunque no alcanzó relevancia pública alguna en los medios locales. Algo muy sorprendente porque, en efecto, el pasado 30 de diciembre se conoció que la Red Transeuropea de Transportes había incluido la conexión por carretera entre Bragança y Puebla de Sanabria. Se trata del tramo (en la realidad un tapón) que oficializa como europeo el eje de comunicaciones entre Oporto- León- Gijón/Irún. Era una vieja reivindicación sostenida desde hace 15 años por la Asociación León-Bragança. Finalmente fue asumida por el gobierno portugués con el empeño personal del primer ministro, Antonio Costa, quien ya tiene comprometidos los fondos europeos para el trazado luso. Obviamente esos fondos se extenderían también al trazado español, si la Junta los solicitase.

Pero los indicios hasta ahora no pueden ser peores En los fallidos presupuestos para 2022 la Junta había destinado solamente 10.000 euros, lo que no daba ni para anunciar la redacción del proyecto. Y el clamoroso silencio mediático sobre la inclusión oficial en la red europea evidencia el nulo entusiasmo que el proyecto despierta en Valladolid.

Pese a quien sea, la inclusión del tramo Puebla de Sanabria-Bragança en la Red TEN-T despeja las estrategias dilatorias y las dudas sembradas por la Junta de Castilla y León. En primer lugar, el eje estratégico debe existir porque está reconocido por la Unión Europea. En segundo lugar, si es un eje europeo debe ser una vía de alta capacidad, con la anchura correspondiente a la misma y no el de una carretera regional como amagaba la Junta. Y en tercer lugar, si hay fondos europeos para su ejecución, ésta ya solo depende de la voluntad política del gobierno autonómico.

Durante los últimos meses se puso de moda parlotear en los medios nacionales sobre la España vacía, la vaciada y la deshabitada. Sin embargo en la presentación del problema se confunden varios aspectos. Se habla de la España interior olvidando que cada caso es único y no se parece en nada al colindante. Hay provincias y ciudades de esas zonas que han crecido mucho durante los últimos tiempos. El fenómeno de la urbanización y el traslado de la población del mundo rural a las ciudades es una constante desde la primera revolución industrial. El caso más extremo es el de China que en los últimos 20 años ha trasladado más de 200 millones de personas del campo a las ciudades, muchas de ellas construidas de nueva planta. Dicho de otra manera, los ha transportado en el espacio y en el tiempo (cambiando de era en una sola generación) desde la agricultura de subsistencia a la cuarta revolución industrial.

Otra aproximación más concreta es la planificación por los estados de la estructura poblacional mediante modelos de comunicación y localización de los servicios públicos. En el Medio Oeste norteamericano tienen la agricultura y la ganadería más potentes del planeta y está normalizado que muchos agricultores vivan en las ciudades y se desplacen todos los días kilómetros para trabajar la tierra. Sin embargo en Francia y Alemania hay políticas para fijar población al medio rural no solo de los que viven del sector primario. Existe incluso residencia obligada de funcionarios públicos en el núcleo al que sirven, algo que en España sería inconstitucional. El resultado es que la población está mucho más equilibrada entre campo y ciudad. Claro que en las llanuras de Centroeuropa las condiciones de vida se parecen muy poco a la de las cordilleras, sierras y serranías de la península ibérica.

Y además de todo lo anterior, en España existe un fenómeno reciente derivado del joven estado de las autonomías, la centralización forzada de actividades y población en las capitales de algunas de ellas. En el año 2015, apareció el libro «La España vacía» que abrió el debate a la madrileña, o sea en clave «noventayochista», o dicho de otra manera, de forma lejana y pesimista pero muy estética y nostálgica. El autor, aragonés, tiene siempre presente el caso de Teruel, paradigma de la despoblación, pero nunca lo relaciona con el éxito de convertir a Zaragoza en una gran ciudad, resultado de una «política de región» deliberada. De algún sitio tenían que salir los recursos humanos y económicos que han hecho de Zaragoza la quinta ciudad española.

En León hemos sufrido todas las causas generales de despoblación a las que hay que añadir una desindustrialización acelerada y sin contrapartidas por el desmantelamiento del sector energético durante los últimos años. Como es sabido, los fondos para la reestructuración minera acabaron en la caja general del gobierno autonómico con algunas migajas para las zonas carboneras. Está por ver qué ocurre esta vez con las compensaciones al cierre de las centrales térmicas. Hay promesas de fondos europeos, pero los proyectos solo parecen algo prometedores para La Robla, escasos de momento para Cubillos y Ponferrada y nada de nada para Páramo del Sil, donde se ubicaba la central de Anllares.

La reindustrialización es la única fórmula para fijar y recuperar población y los proyectos concretos para León son los que deberían interesarnos y conocer en la campaña electoral sin perdernos en diatribas inútiles o contraproducentes. Como fuente de inspiración téngase en cuenta que, en los últimos veinte años, las provincias españolas que más han crecido en población relativa son, por este orden: Guadalajara (49,4%) gracias a la industria y la logística derivadas de su proximidad a Madrid; Almería (33,9%) y Gerona (30,2%) en ambos casos debido fundamentalmente a la agricultura, a la industria agroalimentaria y también al turismo.

Las elecciones que convocó Mañueco por mandato de Casado deberían servirnos para aclarar estos asuntos. Aunque no figuren en la agenda del convocante ni en su pensamiento, sí lo están en el interés de de la ciudadanía leonesa. Debemos exigir que se clarifiquen.