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Cambalache: tango (un pensamiento triste que se baila) fundamental compuesto por Enrique Santos Discépolo en 1934 (visión de presente y de futuro), estrenado por Sofía «La Negra» (¡perdón!) Bozán, popularizado -entre otros- por Gardel (con «gallo» incluido en alguna de las grabaciones) y ... con una letra atemporal que se aplica sin dudas a cualquier momento, como el actual, y que se entiende a pesar del lenguaje lunfardo.
Hoy el artículo es interactivo, lo tiene que completar usted: cambie en la letra el siglo XX por el XXI y cada vez que lea (xx) ponga el nombre que más le cuadre (se ruega no abusar de políticos). Alguna palabra la explico (en cursiva) para su mejor comprensión. Verá qué divertido. Frecuentemente las letras de las canciones tienen un significado tópico o que se escapa a nuestro común comprender, más allá de que el submarino amarillo de los Beatles estuviera cargado de LSD para poder ver esas cosas. Pero este tango es excepcional. Le doy la letra, usted complete la adivinanza y, si quiere música, escúchelo. Vamos allá:
«Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé...,/¡en el quinientos seis/ y en el dos mil también!;/ que siempre ha habido chorros (ladrones) (xx),/ maquiavelos (xx) y estafaos (xx, -no vale su nombre-),/contentos y amargaos/, valores y dublé (oro -persona- falso)... (xx)./
Pero que el siglo veinte/ es un despliegue de maldad insolente,/ ya no hay quien lo niegue./ Vivimos revolcaos en un merengue/ y en un mismo lodo/ todos manoseaos.../
¡Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor.../ ignorante, sabio o chorro,/ generoso o estafador!/ ¡Todo es igual,/ nada es mejor,/ lo mismo un burro que un gran profesor!/ No hay aplazaos (suspensos -¿ya habría coronavirus de aquella?-) ni escalafón,/ los inmorales nos han igualao…/
Si uno vive en la impostura (xx)/ y otro roba en su ambición (xx),/ da lo mismo que sea cura,/ colchonero, rey de bastos,/ caradura (xx) o polizón...
¡Qué falta de respeto,/ qué atropello a la razón!…/¡Cualquiera es un señor,/ cualquiera es un ladrón!/ Mezclaos con Stavisky (famoso estafador)/ va Don Bosco y «La Mignón» (amante),/ don Chicho (mafioso argentino) y Napoleón,/ Carnera (famoso boxeador) y San Martín (libertador de Argentina) .../
Igual que en la vidriera/ irrespetuosa/ de los cambalaches/ se ha mezclao la vida,/ y herida por un sable sin remaches/ ves llorar la Biblia contra un bandoneón...(hasta Sabina hizo una canción de esto)./
Siglo veinte, cambalache,/ problemático y febril.../ El que no llora no mama (xx)/ y el que no afana (xx) es un gil (xx, tampoco vale su nombre)./
¡Dale nomás!/ ¡Dale que va!/ ¡Que allá en el horno/ nos vamo a encontrar!/
¡No pienses más, sentate a un lao,/ que a nadie importa si naciste honrao…!/
Es lo mismo el que labura/ noche y día como un buey (xx, aquí sí puede poner su nombre),/ que el que vive de los otros (xx),/ que el que mata, que el que cura/ o está fuera de la ley (xx)...»
Permítame el lector que esta semana haya abandonado -en parte- el sarcasmo y la ironía, ya metidos en un verano cargado de extrañezas.
En el tango se funden dos cuerpos con desesperación, se rasgan los sentimientos, y la total ausencia de distancia social obliga a que se contagie el virus de la melancolía, de la nostalgia, de recuerdos imaginados, de un pasado que pudo ser y no fue y que cuando se refleja en un espejo nos muestra el presente.
Cambalache. Si no lo ha hecho, escúchelo; desagarra el alma, porque el tango es eso, pero ahora la desagarra con saña cuando ves que nada cambia.
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