Tengo que confesar que soy bastante crítico con algunos premios y con algunos premiados, aunque sea una relativa hipocresía porque yo mismo he recibido algunos premios y también he sido jurado en unos cuantos de diversa índole, alguno bastante conocido. Además de ese defecto, ... entre los muchos que adornan mi currículo tengo que reconocer que no soy un gran estudioso del arte aunque, como a usted posiblemente le ocurrirá, hay obras que me gustan sin necesidad de entender demasiado y otras que me gustan después de haberme preocupado de entenderlas un poco.

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Sé que criticar los premios Princesa de Asturias es todavía más políticamente incorrecto que criticar a los premios Nobel de la Paz (ya lo he hecho en esta columna). Pero a veces los premiados son los que ponen en entredicho el premio, y al jurado, que al final es el responsable, aunque a veces ha habido premios en los que influyentes personas ajenas han «contribuido con un empujón decisivo»; ejemplos los tenemos y no muy lejos.

El premio de la Concordia se lo dieron a Adolfo Suárez, a los héroes de Fukushima o a la ONCE. Quizás no encaje demasiado que el mismo premio se lo dieran a J. K. Rowling, cuya mayor concordia puede haber sido la de no enfadar a su majestad Isabel II cuando la destronó como la mujer más rica de Inglaterra gracias a la magia de Harry (Potter, no el príncipe).

Que el de Cooperación Internacional se lo hayan dado a Yasir Arafat o a Al Gore (otra vez este muchacho, que lo recibió por ecologista después de bajarse de su jet privado que debe de utilizar gaseosa como combustible) también se contrapone a otro de los premiados como Nelson Mandela. No quiero extenderme mucho pero llama la atención que se lo hayan dado a Rafael Nadal, del que queda poco por decir tanto en lo deportivo como en lo personal, años después de habérselo dado a Fernando Alonso (2005), cuando ni siquiera había certificado su primer campeonato de F1 (de los 2 que tiene), o que no se lo dieran a Ángel Nieto (12+1).

Este año le han dado el premio de las Artes a Marina Abramović. Si usted se pregunta quién es, cosa que yo también hice, le diré que la definen en la Fundación Princesa de Asturias como una artista de performance, una serbia que «explora los límites del cuerpo y la mente a través de performances arriesgadas y complejas en una constante búsqueda de libertad individual». Ahí es nada.

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Vayamos a su obra. Solo algunos ejemplos y usted con su benevolencia y yo con mi ignorancia juzgaremos. Una de sus obras consistió en estar más de 710 horas sentada frente a una mesa de forma que los espectadores eran invitados por turno a sentarse frente a ella y a compartir la presencia de la artista (suponemos que pararía para comer e ir al servicio o a cambiar la sonda). Impresionante.

A fin de «explorar los conceptos de ego e identidad artística» realizó un «viaje espiritual», de forma que comenzó por un extremo de la muralla China y otro artista, un tal Laysiepen, comenzó a caminar por el otro extremo, de manera que se encontraron en el centro (no sabemos si en el centro exactamente o un poquito antes o después) para darse un abrazo. Impresionante.

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Habrá quien haga una propuesta: comprarle un pico y una pala, insistir en el proverbial cariño entre leoneses y asturianos y en la dificultad que supone el puerto de Pajares (y la famosa variante, que lleva ya por encima de los 1000 o 2000 € de sobrecoste, o más). A ver si se le ocurre comenzar a picar y es capaz de dejar el puerto liso como una mesa para que asturianos y leoneses podamos abrazarnos en el centro, más o menos; o bien nos pasamos y llegamos hasta Gijón o bien ellos llegan hasta Valdevimbre. Daría igual, porque llegaríamos a la «libertad individual» de beber una sidrina o un vino.

En una de sus reconocidas actuaciones, Ritmo 5, encendió una estrella de cinco picos a donde echó pelo y uñas de sus pies. En el acto final, Abramović saltó al centro de las llamas y perdió el conocimiento por la falta de aire. En la actuación titulada Thomas Lips se sienta desnuda, come un kilo de miel y bebe un litro de vino, marca en su vientre un pentagrama con una navaja y se flagela hasta sangrar. Finalmente se tumba en una cruz de hielo hasta quedar inconsciente (debió de ser por la costumbre).

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Al parecer, en otra obra utilizaba sangre de cerdo y una brocha, y daba los correspondientes brochazos y volcaba el resto de la sangre y coágulos en algunas figurillas de cera de la sala de exposiciones y terminaba pintando todas las orillas con la sangre.

No sigo. Confieso mi ignorancia y pido mil perdones por ello a los que sí lo entiendan y se sientan ofendidos por narrar algo (no lo califico, eso se lo dejo a usted). De la misma manera espero que a mí también me pidan mil perdones (1210, IVA incluido) por hacerme sentir estúpido si esto es arte, y por expresarlo libremente (y por pagar el 15% del premio).

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Lo dicho, un pico y una pala y Pajares llano, llano. Eso sí, si la cosa se anima hacemos dos, o tres, o cuatro carreteras, pero no más de un carril en una porque entonces sería autovía y tendríamos que pagar.

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