El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la línea que le caracteriza, aprovechó el Debate sobre el estado de la Nación para descolgarse con algunos «anuncios estrella» a los que ya nos tiene más que acostumbrados. El problema de esta categoría de logros rutilantes es ... que si uno rasca un poco- o simplemente se informa- «del dicho al hecho, hay un trecho». Me explico.
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Hace algunas semanas, coreado por muchos de sus ministros, salió a contarnos que su Gobierno haría fijos a 67.000 sanitarios como si la idea luminosa se le hubiera ocurrido a él. Y es que, con el entusiasmo del momento se le olvidó, o mejor, evitó explicar que esta medida era una imposición de Bruselas a cambio de los Fondos europeos, que la Unión Europea reclamó al Ejecutivo español hace unos meses para reducir la temporalidad en el sector público. Esta temporalidad es mucho más acusada en las Comunidades autónomas de las que, curiosamente, depende la contratación definitiva de los sanitarios- por aquello de la cesión de competencias- por lo que son estos Entes territoriales- y no el Estado- los que realmente se enfrentarán el complejo proceso de supondrá esta estabilización; una mezcla entre verdades a medias y medias verdades a las que tanto jugo le saca el Ejecutivo central. Lo mismo ocurre en el caso de los docentes, lo digo por si son objeto del mismo anuncio en breve, ya que, si todo va bien, serán las Autonomías- y no Sánchez- las que acabarán haciéndoles fijos a unos y otros, docentes y sanitarios- lo que personalmente me parece una buena noticia- por mucho que él lo venda como acto propio.
Pues bien, como les decía, el jefe del Ejecutivo aprovechó el Debate sobre el estado de la Nación que, entre pitas y flautas, llevaba esquivando toda la legislatura, para protagonizar otra serie de «propuestas estrella» que pretenden maquillar la nefasta gestión de la mayoría de los temas que de verdad nos afectan- la tendencia alcista de la inflación, la crisis energética, la precariedad laboral, la falta de competitividad …etc., etc.
Estos fuegos de artificio propagandísticos le sirven, además, para limar las evidentes discrepancias surgidas en el seno de su Gobierno de coalición que cada vez escenifican con menor pudor, entre otras cosas porque de coalición nada- salvo para alargarnos a todos la agonía- que aquí cada uno va a lo suyo claramente.
El presidente Sánchez en su intervención televisada centró sus esfuerzos en descalificar a la oposición- a quienes motejó como «profetas del miedo» o «curanderos»- edulcorando con su verbo fluido una realidad que, analizada desde el sentido común, nos tiene a todos sobrecogidos.
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Utilizando las clásicas recetas podemitas, desgranó a lo largo del debate diferentes «propuestas estrella» que ensanchan todavía más un gasto público ya desbocado, indexando las pensiones al IPC, construyendo- o diciendo que va a construir- viviendas públicas, decretando la gratuidad durante tres meses de los abonos de Renfe de cercanías, rodalíes y media distancia -todos, menos los que afectan a León, por cierto-, o complementando también durante tres meses con cien euros mas a un millón de becarios mayores de dieciséis años que con eso, dice, se consigue que no abandonen sus estudios por motivos económicos….en fin, cual premio nobel de Economía, nos vendió «el chocolate del loro» como si fuera la panacea.
Eso sí, el jefe del Ejecutivo sorteó en su alocución en el Congreso de los Diputados la gravísima situación económica e institucional que está atravesando España- que de eso no dijo nada- y de la que, por supuesto, ni él, ni su Gobierno son en absoluto responsables. Cualquiera le sirve para asumir ese papel: la pandemia, la guerra de Ucrania, las grandes empresas eléctricas, gasistas o petroleras, los bancos… Precisamente a éstos últimos pretende abrasarles con sendos impuestos extraordinario sobrados de improvisación y faltos de coherencia jurídica que les hará carne de recurso, estoy segura, y foco de problemas evidentes porque todo apunta a que la carga fiscal real que van a suponer a unas y a otros la acabarán «pagando» pequeños ahorradores y consumidores en sus facturas, exactamente esa «clase media trabajadora y a la mayoría social de este país» que dice querer proteger.
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Con esta nueva- y si me permiten, demagógica- subida de impuestos contenta a sus socios- a ellos, que no a nosotros- y les dispone para transitar con él por la desesperante travesía que, si algo no lo remedia, nos va a suponer el año y medio que queda hasta las próximas elecciones generales.
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