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Han pasado apenas 48 horas de las elecciones vascas y gallegas y conviene realizar un análisis político del resultado de ambas. Es cierto que resulta más fácil razonar con el ventajismo de saber un resultado, que por más esperado no deja de ser inquietante ... para alguna de las formaciones políticas.
Siempre es difícil extraer conclusiones nacionales cuando de unos comicios autonómicos se trata, los electores son siempre muy inteligentes para cambiar de forma racional su papeleta dependiendo la administración que se examina, consumando con ello la incapacidad de muchos para fidelizar al votante.
También resulta complejo, cuando de política se habla, encontrar alguna formación que reconozca que los resultados electorales le han colocado en el lado deprimente de los perdedores. En ambos resultados, por encima de todos, parece evidente que hay, a mi juicio, dos perdedores, aun mas, si se tiene en cuenta que en el caso de Podemos, hasta el propio Pablo Iglesias ha reconocido el varapalo, que ha condenado a la desaparición de su sucursal en Galicia y a la pérdida de parte de su electorado en el País Vasco, en ambos casos fruto de sus continuas divisiones, refrendando la máxima de que el votante lo que menos perdona es, sin duda, las controversias internas.
El otro gran damnificado, es sin duda Ciudadanos, y en este caso no tanto por la pérdida de resultado electoral, sino por no ser capaz de reinventarse y adquirir algo de importancia en el escenario político, a pesar de ir encuadrado en una coalición que ha dejado patente que ha sido un fracaso terrible para la estrategia del partido popular en el País vasco. (recuerden lo de las divisiones internas, aquí también puede aplicarse), en definitiva, un experimento vacío en el que el PP sacrificó potencial para esgrimir un resultado paupérrimo. Es verdad sin embargo, que al análisis del fracaso en el País Vasco hay que contraponerlo al triunfo sin paliativos de Feijoo, convertido por mor de sus electores en un valor en alza dentro del partido, un más que posible relevo, a la espera de donde pongan los electores a Pablo Casado.
El PSOE que ni fu ni fa, el vaso medio lleno o medio vacío, dependiendo cómo se quiera medir, gana 1 escaño en Galicia pero rinde pleitesía a un BNG que emerge como opción galleguista y de izquierdas dando el correspondiente sorpaso, lo mismo que en el País Vasco gana otro escaño pero sigue siendo la tercera fuerza política. Ni para descorchar champan, pero tampoco para echarse al monte.
Resumiendo y concluyendo, más allá del vencedor absoluto de estos comicios, el Presidente Feijoo, sólo PNV y en menor medida BNG y Bildu tienen algo que celebrar, avanzando en una tendencia bastante repetida en los últimos comicios autonómicos, y es que salvo raras excepciones la voluntad de la gente comienza a ser cada vez más, optar por aquellos partidos más cercanos al territorio en vez de los nacionales, hasta el punto que el propio Feijoo ha crecido defendiendo ese talante galleguista y casi ocultando sus siglas… Galicia, Galicia, Galicia.
Y esto no puede ser una casualidad o una moda, es, como digo, una tendencia que refleja que el deseo de la gente de una forma de gobernar diferente, de una política con altura de miras pero con los pies en el suelo, los líos y los escándalos no gustan, está claro que hace falta más cercanía y más gestión.
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