La educación en el más amplio sentido es la base del presente y el futuro de cualquier país en todos los ámbitos, no solamente en el social sino en el laboral, en el económico y en todos los aspectos del progreso tanto material como inmaterial; por tanto, debiera de ser considerado por la sociedad como el pilar fundamental y tratado y reconocido como tal.
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La cuestión está en si de verdad la sociedad reconoce ese esfuerzo educativo y muestra o tiene algún agradecimiento hacia los educadores. Burla burlando se ha acabado otro curso académico, profes y alumnos de todos los niveles se tomarán sus días de descanso y volverán al curso siguiente para seguir formado y formándose.
Ciertamente, la labor profesional docente no busca el reconocimiento o el agradecimiento del destinatario, sino que busca cumplir con su objetivo, como cualquier otra profesión, haciéndolo lo mejor posible tanto por circunstancias personales como laborales o sociales. Pero también es cierto que cuando una sociedad reconoce la labor de un profesional y la agradece se están sentando las bases para que se profesional sienta que su trabajo merece la pena con independencia de cuestiones profesionales, económicas, de futuro, etc.
No es infrecuente que a muchos profesionales les despidamos con un «gracias o muchas gracias». Ciertamente alguien puede pensar que esto es cada vez menos frecuente pero realmente sí que hay muchos aspectos profesionales que tienen un reconocimiento inmediato de la persona objeto de esa atención profesional.
Un camarero que nos ha prestado una buena atención, un albañil que nos ha hecho una obra correcta, un abogado que nos ha conseguido el objetivo, un médico que nos ha proporcionado un tratamiento adecuado y un medianamente largo etc. ven reconocido ese trabajo con un agradecimiento de la persona en cuestión.
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Un profesor que lleve 20, 30 ó 40 años dando clases, que se ha esforzado y ha formado a sus alumnos (a ese médico, a ese abogado, o al fontanero) con una razonable calidad docente, preocupándose de los diferentes casos que se le den y tratando de ayudarles hasta donde buenamente pueda, no es fácil que haya recibido un «gracias» o un «muchas gracias», ni de los alumnos, bien sean universitarios o preuniversitarios, o de los padres.
Resulta muy obvio que el profesor no va a hacer su trabajo buscando el agradecimiento, pero también resulta bastante obvio que cuando alguien nos da las gracias no sentimos reconfortados y reconocidos en nuestro trabajo. Por eso, sirva hoy esta columna para un pequeño homenaje a los educadores y a la educación, como pilar fundamental de la sociedad, para manifestar el agradecimiento y reconocimiento que merece esta profesión, su labor y sus trascendentales consecuencias. Gracias.
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